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Juan Manuel Sabugo

Jocelyn Bell nunca recibió el Nobel pero descubrió el púlsar

Esta científica, nacida en 1943 en Belfast, descubrió como aprendiz en un laboratorio un fenómeno que a su tutor le valió el Nobel de Física en 1974: los conocidos como "los faros del Universo".

Esta científica, nacida en 1943 en Belfast, descubrió como aprendiz en un laboratorio un fenómeno que a su tutor le valió el Nobel de Física en 1974: los conocidos como "los faros del Universo".
Jocelyn Bell Burnell | Wikipedia

En 1967 Jocelyn Bell Burnell se encontraba en Cambridge. Trabajaba junto a su tutor de tesis Antony Hewish y otros investigadores en la construcción de un radiotelescopio. Había nacido 24 años antes en Irlanda del Norte. Su padre era arquitecto y había participado en la creación del planetario Armagh, por lo que disponía de una gran biblioteca de libros de astronomía. Jocelyn, creció entre lecturas de estrellas soñando ser alguna vez observadora en un radiotelescopio. Ya en la escuela de Mount School (Inglaterra) tuvo dos gestos que marcarían su futuro: el primero cambiar su asignatura de "tareas domésticas" por ciencia, reservada para los varones; y el segundo, preguntar por carta al astrónomo inglés Bernard Lovell qué debía hacer para ser radio astrónoma. "Estudia física o electrónica". Así es como se matriculó en la Universidad de Glasgow obteniendo en 1965 la licenciatura en Física.

¿Qué es un púlsar?

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La palabra pulsar proviene de la contracción en ingles de "pulsating" y "star" (estrella pulsante). Siempre que pensamos en una de ellas nos imaginamos al Sol: una esfera enorme ardiendo y emitiendo calor. Sin embargo, dependiendo de la cantidad de masa que poseen en el momento de su formación, su vida será muy diferente. Para que se llegue a crear un pulsar, es necesario el peso de quince soles y el paso de miles de millones de años hasta que queme gran parte de su masa. Llegado a este punto, la masa que queda se ve atraída por su propia gravedad y se apelmaza enormemente alcanzando un tamaño de tan sólo diez kilómetros de radio. Sin embargo, que midan menos que la ciudad de Valencia no nos debe llevar a engaño ya que pesa lo mismo que el Sol. Supondría meter todo lo que existe en el planeta Tierra -incluida la propia Tierra- en un estadio de fútbol, por ejemplo el del Atletico.

La principal consecuencia de esa compactación es que se genera un campo magnético enorme. Todos sabemos que la Tierra también lo posee y que es la causa de que el metal de las agujas de una brújula se vean atraídas por el Norte, pero como sucede con su densidad, el campo magnético de un pulsar es enorme. Tan grande que atrae a la luz que emite enfocándola en una sola dirección, como si fuera una linterna. .

Sólo nos queda saber que, además, gira sobre si misma más de cien veces por segundo. Imaginemonos un chorro de luz enfocada e inmensamente potente que gira sobre si misma muy rápidamente y con una precisión inimaginable. ¿A qué os recuerda? Efectivamente, se les suele llamar los "faros" del universo.

El Nobel que nunca llegó

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Jocelyn Bell

Jocelyn pasaba gran parte de su tiempo de tesis analizando datos recogidos por el radio telescopio. Intentaba encontrar series que afianzaran los conocimientos sobre los cuásares. Sin embargo algunos de los datos le resultaron extraños. Ciertas señales se repetían a intervalos de tiempo constante con una exactitud estremecedora: cada 1,33730113 segundos. Nuestra joven investigadora puso en conocimiento de su tutor el sorprendente descubrimiento. Tras descartar fenómenos astronómicos conocidos especularon con una inquietante posibilidad: que las señales provinieran de una civilización extraterrestre. Tal fue el peso de dicha tesis que inicialmente recibieron el nombre de LGM (Little Green Men u Hombrecitos verdes). Sin embargo pronto encontraron otros tres puntos del espacio donde se emitían señales similares a diferentes frecuencias. Fue solo cuestión de tiempo y minuciosos análisis que se descubriera el origen de tan precisas señales: los pulsar.

Anthony Hewish, el tutor de la tesis, recibió en 1974 el Premio Nobel de Física por este descubrimiento y por la síntesis de apertura de radio.

Jocelyn Bell no recibió condecoración alguna al ser descartada del equipo de investigación ya que sólo era una estudiante de doctorado. Una injusticia a la que ella misma, en un alarde de humildad, justificó diciendo: "el problema del Nobel es que se otorga hasta a tres personas, pero en ciencia se trabaja en equipo".

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