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Juan-Mariano de Goyeneche

El arte de engañar

Me piden ayuda para decidir cuál de las muchas ofertas de ADSL o de tarifa plana contratar. Me sumerjo en la marabunta de publicidad, notas entre paréntesis y a pie de página, precios con asterisco y contratos farragosos cortesía de los numerosos proveedores. Poco a poco me voy poniendo de mal humor.

¿Es que no se dan cuenta? ¿No ven que se nota?

Su publicidad parece dirigida exclusivamente a que entiendas algo que es mentira. No sé si con la esperanza de que hagas el contrato engañado o de que, ya que has perdido media mañana informándote de las condiciones reales, lo contrates igualmente por no perder la otra media desentrañando las trampas de otro proveedor.

Ejemplo: tarifa plana por 10,90 euros. El "10,90 euros" a tamaño gigante. Espectacular, ¿verdad? Bueno, pues resulta que no son 10,90. Son 10,90 "más impuestos indirectos". Preciosa la aportación a la claridad de lo de "impuestos indirectos": parecen decididos a ponerte todas las trabas posibles para impedir que te enteres de cuánto vas a pagar realmente. ¿Y eso es todo? ¡En absoluto! Porque si miras en lo escondido resulta que la oferta es "10,90 más impuestos indirectos" si haces el contrato hasta el 31 de julio. A partir de agosto es más del doble. Y la gente de bien lo lee –si lo lee– y piensa que, por hacer el contrato dentro de la promoción, si contratas antes de la fatídica fecha te cobran la cantidad atractiva todos los meses. ¡No señor! A partir de agosto le cobran el doble a todo el mundo. ¿Y entonces qué queda de los 10,90 euros? ¿No es para indignarse?

Otro ejemplo. Anuncio de ADSL: "Alta velocidad en tu horario habitual". Algún incauto optimista podría pensar que de alguna manera llegas a un acuerdo con el proveedor sobre cuál es tu horario habitual o que al menos puedes elegir entre varios rangos. ¡Qué ingenuidad! Te sumerges en las inclemencias contractuales y descubres que tu horario habitual es el que ellos deciden: de 18:00 a 8:00. ¿Por qué no ponerlo claramente desde el principio? ¿Disfrutan haciéndote perder el tiempo?

En otro proveedor: exhaustiva tabla comparativa de todas las ofertas que te brindan. Todo lujo de detalles... salvo el precio. ¿Es que el precio no es una característica? ¿O será quizá para que llames al 902 y lo aclares? Por cierto, siempre y para todo es un 902, ¿lo han notado?, y nunca te informan por adelantado de cuál es el coste de la llamada. Y cuando a pesar de todo te aventuras y llamas, te tienen un buen rato esperando –quiero decir, gastando– para que luego resulte que tu consulta concreta no se atiende en ese número... ¡sino en otro 902! ¡Vuelta a empezar!

Y, en fin, podríamos hablar también largo y tendido de la telefonía móvil, también con publicidad llamémosla desorientadora y donde es tan fácil darse de alta y misión imposible darse de baja... ¿Pero qué tendrán los proveedores de telecomunicaciones que parecen disfrutar consiguiendo que sus clientes les odien devotamente?

Señores proveedores: tienen las mismas ofertas y cobran unos precios calcados (por cierto, más caros que en Europa y ofreciendo menor velocidad). Les doy gratis una idea: diferénciese alguno en credibilidad. Que los clientes les elijan, ya que en el resto no dan diferencias significativas, por motivos de confianza. Porque sepan que no se van a llevar sustos al recibir su factura. Porque sepan que les van a decir las cosas claras y exactas desde el principio. Porque sepan que no se van a sentir engañados y porque sepan, en fin, que les van a tratar como clientes pero no como a ubres a las que hay que ordeñar incluso abusando de su buena fe.

Aunque no sé para qué pierdo el tiempo escribiendo todo esto si gracias a Piqué sé que el verdadero problema con la Internet en España no tiene nada que ver con estas menudencias sino con los contenidos. ¡Pues muy bien!

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