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Juan-Mariano de Goyeneche

Muchos megabits y pocos portátiles

Hace dos semanas, la ciudad de Zamora fue premiada como la mejor conectada del mundo electrónicamente hablando. En un proyecto sin precedentes, se dotó a toda la ciudad –y no solo a puntos concretos como hoteles y centros comerciales– de conexión a Internet inalámbrica. Para ello se emplearon equipos que siguen una serie de protocolos normalizados por el IEEE (pronúnciese "I E cubo") englobados bajo el nombre clave "802.11". La versión más moderna que existía hasta ahora, la 802.11b, a veces designada amistosamente como Wi-Fi (WIreless-FIdelity), permite conexiones teóricas (en nuestra experiencia nunca se llega a esa velocidad máxima) de hasta 11 megabits por segundo, unas 43 veces más rápido que un ADSL normal.

Hace una semana, el jueves 12, el IEEE aprobó la norma 802.11g, un añadido a 802.11 que permite aumentar la velocidad máxima alcanzable hasta los 54 megabits por segundo, y asegurando además compatibilidad con los miles de dispositivos 802.11b existentes. Esa espectacular velocidad permite, por ejemplo, la transmisión de vídeo de alta calidad. Ya antes de llegar a esos 54 megabits se ha especulado mucho sobre la posibilidad de que estas redes inalámbricas, que emiten en un rango de frecuencias no regulado –el de los 2,4 Gigahercios, la misma frecuencia de los microondas–, es decir, en un espectro por el que no hay que pagar para emitir, echaran por tierra al tan cacareado UMTS. De hecho, en Zamora hay una tarifa plana de telefonía móvil a través de la red por 9,90 euros al mes. Así que, más tras este anuncio, 802.11 parecía la respuesta a todas las preguntas.

Y en medio de tanta euforia inalámbrica, se ha hecho público un estudio de Forrester Research donde se augura –¡mira que son ganas de fastidiar!– un sonoro fracaso para estas tecnologías sin hilos cuya situación actual comparan con la famosa burbuja tecnológica de las puntocom. La razón: se está invirtiendo mucho en dar puntos de acceso a las redes inalámbricas, pero casi todos los equipos de acceso son para ordenadores portátiles, que la mayoría de la gente no tiene. Solo 1 de cada 10 europeos dispone en la actualidad de uno de estos ordenadores. Y por si eso fuera poco, hay serias dudas respecto a si los posibles clientes estarán dispuestos a pagar un precio extra por este servicio de acceso móvil a Internet.

Luego parece que otra vez alguien ha pensado solamente en la tecnología y se ha olvidado de los clientes. Así tampoco vamos a solucionar la crisis de las Telecomunicaciones. ¡Si es que hay siglos en los que no levantamos cabeza!

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