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Juan Morote

El Festival de Benidorm

Ahora, por arte de encantamiento, el alcalde usurpador es presentado como el mirlo blanco, como un señor independiente que acudirá con toda su cohorte de palmeros, hoy concejales apátridos, en las listas de los socialistas.

En los años sesenta, cuando el desarrollismo turístico era la mejor cara del régimen de Franco, y las extranjeras comenzaban a embelesar a los lugareños que no habían tenido la desgracia de tener que emigrar para ganarse el pan, irrumpió el Festival de la Canción de Benidorm. Es cierto que sus orígenes están a mediados de los cincuenta, pero es en los sesenta cuando se dan a conocer compositores como Algueró o Alejandro, y saltan al estrellato intérpretes como Raphael o Julio Iglesias. Se trataba de una de las plataformas para catapultar a la fama a quienes llegaban con cierto talento en los bolsillos y las alforjas repletas de ilusión. Este festival también cumplió la misión que tenía originariamente asignada: la de posicionar al entonces pueblo de pescadores, con las mejores playas de España, en el mapa.

Desde entonces Benidorm se ha convertido en un melting pot de culturas, no ajenas a ciertas prácticas horteras, si bien conserva el encanto del sky line más occidental del Mediterráneo. Ha sido precisamente su modelo urbanístico, inspirado en el Manhattan neoyorquino, el que ha convertido a esta ciudad en la joya de la corona de la especulación urbanística. El modelo se basa en la concentración de volumetría en edificios filiformes, compensados con grandes espacios abiertos y zonas verdes. Este modelo supone que cualquier cambio de planeamiento puede convertir en multimillonarios de la noche a la mañana a quien no tenía el día anterior más que unas hanegadas de huerta. Claro, semejante caramelo en manos de políticos es para ponerse a temblar.

Tras más de quince años de gobierno popular al frente del ayuntamiento, con una gestión bastante razonable, ya mordía en los tuétanos de los socialistas desesperada la envidia. Así que procedieron al asalto del gobierno local a golpe de tránsfuga (José Bañuls) con recomendación senatorial para ir en las listas populares. Tamaño escándalo terminó con el líder formal de los socialistas de Benidorm en la Alcaldía, Agustín Navarro. Digo líder formal porque la única lideresa de los socialistas de la Marina Baja es la mamá de Leire Pajín, o sea, Maite Iraola que actúa por delegación de su niña. Instalados que han sido los socialistas en el edificio de la plaza de los Reyes de España, se han afanado en aquello que mejor se les da: colocar a todo tipo de amigos y endeudar el municipio hasta las cejas.

Para guardar las apariencias del asalto al poder municipal, los socialista procedieron a solicitar su baja de militancia evitando así tener que simular una expulsión, merced a lo dispuesto en el pacto antitransfugismo. Desde hace dos años estamos esperando conocer quién será el candidato al Ayuntamiento por parte del PSPV-PSOE, dado que sus ediles no son militantes del partido. Pues bien, he aquí que se ha reeditado el Festival, pero no de la canción sino magicómico. Ahora, por arte de encantamiento, el alcalde usurpador es presentado como el mirlo blanco, como un señor independiente que acudirá con toda su cohorte de palmeros, hoy concejales apátridos, en las listas de los socialistas. Alarte, poli bueno, ¿dónde están tus aspavientos de indignación farisaica? Confío en que los ciudadanos de Benidorm, con quienes me unen vínculos de sangre, sepan puntuar a sus candidatos en este lamentable festival.

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