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Juan Morote

El grifo del tirano

Estos salvajes, en nombre del socialismo, han empobrecido a todos los cubanos al tiempo que han apaleado, torturado, encarcelado y asesinado a todo aquel que haya osado discutir su usurpada autoridad.

Si Fidel Castro ha sido siempre conocido como el monstruo de Birán, su hermano y sucesor, es decir, el carcomido legatario envuelto en guayabera –en lugar de enfundado en camisa caqui como el fundador de la dinastía– y nuevo secretario general del partido comunista cubano, debería ser conocido como el octogenario delfín del monstruo. Pues bien, el recién investido dictador caribeño, que siempre fue socialista, ha anunciado en los tabloides de la Habana publicados el día de ayer que va a estudiar el permitir la salida de Cuba a los súbditos de tan execrable régimen.

Este cubano, indigno de tal nombre, acaba de moler a palos a Juan Wilfredo Soto, que en paz descanse, quien, como aquel escribano en la novela de Miguel Ángel Asturias, fue golpeado hasta la muerte. Los sicarios castristas han afirmado que murió de pancreatitis. Probablemente Juan Wilfredo no tuviera la piel rosada como ratón tierno, ni el cabello de oro de mala calidad, ni los ojos azules y turbios, pero sufrió los palos en su carne entregando a Dios su alma antes de acabar de recibir cuantos le habían destinado. Probablemente tampoco pudo gritar para aliviarse, como el viejecito guatemalteco a manos del personaje que encarna a Manuel Estrada.

Estos salvajes, en nombre del socialismo, han empobrecido a todos los cubanos al tiempo que han apaleado, torturado, encarcelado y asesinado a todo aquel que haya osado discutir su usurpada autoridad. Estos fanáticos del socialismo real han convertido un edén en un erial en cincuenta años. No satisfechos con todo lo anterior, buscan ahora convencernos de que van a estudiar la fórmula que permita a los cubanos que lo deseen abandonar la isla. Que nadie se llame a engaño: lo que pretenden una vez más es servirse del exilio para resolver un problema interior. Como hasta ahora han venido haciendo con los medicamentos o las divisas, albergan el deseo de que sean los exiliados quienes hagan frente, en este caso, a los costes del destierro de los miles de cubanos que no tienen ninguna posibilidad de prosperar bajo el lema "Socialismo o muerte". El régimen espera que la salida de al menos medio millón de isleños más suponga un alivio para los tiranos socialistas, al tiempo que un problema para los norteamericanos. Así, la última fechoría de los comunistas, como otras veces, toma cuerpo en el grifo del control del flujo del exilio de los masacrados cubanos.

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