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Juan Morote

La futbolización de la política

Creo que Mariano Rajoy se está viendo como un presidente de un club que partía como favorito para ganar una liga, básicamente por los desastres del rival, y en un momento concreto empieza a ver cómo su equipo no funciona como la afición esperaba.

En este país, me refiero a lo que otrora fue España, la política ha sido presa del fenómeno de la futbolización. Es decir, se es de un equipo porque sí, y cuanto peor vengan dadas, pues, yo más forofo. Si los jugadores no valen ni para tacos de escopeta, se le echa la culpa al árbitro, al entorno, a la prensa, o al sursum corda, cualquier escusa es válida con tal de no mirar hacia dentro y reconocer que el equipo de mis colores no es más que un puñado de tuercebotas. Desgraciadamente, ocurre lo mismo con la política.

Los ultras del PSOE se han pasado dos años atribuyéndole la culpa de la crisis, versión patria, a la coyuntura internacional, a Bush ("buch" como lo pronuncian los socialistas que hacen "sopin" en Nueva York) y a Aznar, sin faltar los mentalmente reblandecidos que siguen alertando de la conspiración de los judíos y las grandes multinacionales. Lo de siempre, cualquier razón peregrina vale con tal de no mirar hacia dentro.

No se libra de esta futbolización el Partido Popular. Ni a Felipe II se lo ponían más fácil, aquello de ir a matar ciervos en plena berrea, osos borrachos, o pescar en la bañera, no es nada comparado con las facilidades que está dando el PSOE para que el PP fuera diez puntos por delante en las encuestas. También aquí afloran las excusas de aficionado de bar: es que los otros tienen todas las televisiones, es que Rubalcaba utiliza los resortes del Ministerio para hacerle oposición a la oposición, es que hay que dejar la puerta abierta para pactar con los nacionalistas, es que la Fiscalía no es imparcial... y toda una sarta de medias verdades que justifican una absoluta falta de autocrítica.

Hasta aquí era un fenómeno conocido. Los españoles, también los periféricos, no cambian de voto cuando los suyos dejan de convencerles, simplemente se abstienen, mas difícilmente votan al rival. Es un fenómeno paralelo al que se produce cuando el equipo rival juega frente a un conjunto extranjero, el grueso de la afición empuja al foráneo, con independencia de su juego o nacionalidad. El fenómeno novedoso se ha producido en el momento en que los políticos con poder, bien de partido, bien en el Gobierno, utilizan a sus subordinados de un modo análogo a como los presidentes de clubes de fútbol hacen con los entrenadores.

Creo que Mariano Rajoy se está viendo como un presidente de un club que partía como favorito para ganar una liga, básicamente merced a los desastres del rival, y en un momento concreto de la competición empieza a ver cómo su equipo no funciona como la afición esperaba. Ésta que, sin ninguna duda, quiere más al equipo que todos sus dirigentes juntos se está empezando a cabrear. La grada se pregunta por qué se prescindió de algunas figuras como Rato, San Gil, Acebes; por qué no juegan otras como Pizarro; y empieza a desencantarse con la plantilla. En un símil forzado puede que Bárcenas equivaliese a un secretario técnico, si bien, la sangría continúa. Si no depura pronto responsabilidades, la afición en lugar de mirar hacia las supuestas estrellas o hacia el banquillo, se encarará directamente con el palco, y a lo mejor para entonces ya es demasiado tarde.

En España

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