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Julia Escobar

El Rojo y el Verde

El diplomático y escritor francés, Paul Morand en su Journal inutile, que acaba de ser publicado en Francia (por voluntad del autor no debía hacerse antes del año 2000) cuenta que Ionesco, el 28 de julio de 1968, gritaba a los jóvenes insurrectos desde la ventana de la editorial Mercure de France: “¡Dentro de tres semanas seréis notarios!”. Más de tres décadas después, algunos de aquellos rebeldes, como Daniel Cohn-Bendit, han llegado a eurodi(s)putados, que todavía ganan más. No es mi intención criticar tal mudanza, pues a nadie se le puede reprochar haber sido joven, o sea prepotente, fatuo, iluso y fogoso, pero, aunque a él no le guste, resulta difícil no mencionar ese importante episodio de su pasado.

En efecto, aquel muchacho llamado “Dani el rojo” fue uno de los más conspicuos protagonistas de esa revolución conocida como “de mayo del 68” que, según Gabriel Albiac (su presentador durante la conferencia que pronunció el lunes en la Residencia de Estudiantes de Madrid) no fue tal, pues, como dijo Saint-Just, “una revolución no se hace a medias”. Albiac, para reforzar su argumento acudió al testimonio de un contemporáneo, Malraux, quien a propósito de esa revuelta le dijo a un viejo amigo: “Si esto fuera una revolución, habría ya doscientos muertos”. De esas revueltas juveniles quedan unas pocas semanas de diversión (On s’amuse, dijo Cohn-Bendit en su momento cuando le preguntaron qué hacían) y de belleza, pero, como concluyó Albiac, en la vida de una generación unas semanas de belleza, son muchas.

Daniel Cohn-Bendit inició su conferencia (Europa, Europa… Una estimulante visión de futuro dentro del ciclo “Ser europeos en el siglo XXI”) con una declaración de principios: “No voy a hablar del 68, sino del futuro de Europa”, y en su calidad de eurodiputado del Partido de los Verdes lo hizo en alemán. Empezó abogando por la necesidad de redefinir la identidad europea y anular los catastróficos efectos de la cumbre de Niza, donde triunfaron las visiones de Aznar y Blair, tan egoístas y apegadas al terruño. Según él, Europa tiene que ser algo más que una comunidad comercial: tiene que ser la defensora de los derechos humanos y de la ecología. Por ello su partido ha pedido en Niza una constitución europea y una carta magna de derechos fundamentales. Dicha constitución -de la que depende el futuro de Europa- ha de ser democrática, y en ella debe predominar la “soberanía ética” para conseguir una “sociedad antitotalitaria y de alta ecología que ponga freno a las tendencias neoliberales”. Cohn-Bendit explicó que esa “soberanía europea ética” ha de ir más allá de las fronteras geográficas de Europa para ayudar al desarrollo de África, por ejemplo.

Cohn-Bendit siguió desgranando el credo ecologista-progresista: “Sólo una Europa segura políticamente puede sobrevivir como socio de los Estados Unidos”, “La UE en la OMC tiene que tomar iniciativas ecológicas y comerciales para que sea bueno para todos” y tiene que haber “Fondos de inversión éticos”. En el momento de diseñar la futura Europa Cohn-Bendit fue tajante: Rusia debe quedarse fuera porque es demasiado grande para Europa y más de la mitad de los diputados del Parlamento europeo serían rusos, mientras que Turquía sólo puede entrar en Europa si abandona el fundamentalismo y Europa tiene que ayudarle en eso.

En suma, una intervención oficialista, plagada de lugares comunes, grandes palabras y propuestas descabelladas las unas y bienintencionadas las otras pero casi todas hueras (amén de una desafortunado comentario a “la humillación” que supuso para el País Vasco que Mayor Oreja encabezara la candidatura del PP en las recientes elecciones autonómicas) que sólo se salvó por la alusión final –ya en el coloquio– a su militancia juvenil, de la que destacó la incoherencia que suponía, por una parte, luchar contra el poder establecido y, por otra, apoyar la funesta revolución cultural china y a gobiernos tan abominables como el del Vietman de Hochimin o el de la Cuba de Fidel Castro. “Leíamos demasiado a Marcuse –dijo el ya maduro eurodiputado– y nada a Hannah Arendt.

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