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Julio Cirino

Ante el fracaso de Pastrana

Mientras el sempiterno jefe de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) prepara cuidadosamente una nueva salida a escena (la premiere será el 8 de marzo en la selva del Caguan –Zona Liberada– Colombia) con un selecto público internacional, que ya en estos días recorre el escenario, el Presidente de Colombia Andres Pastrana dejó Washington con la frustración del pescador que no logró que el pez mordiera el cebo.

La poco original idea de involucrar directamente al Presidente George Bush en las ya eternas rondas de paz y conversaciones diversas que se orquestan periódicamente en “farclandia” era un esfuerzo condenado al fracaso desde el primer momento, pero la enorme capacidad del presidente Colombiano para vivir en una tierra de sueños donde todo es posible le hizo concebir la idea que los Estados Unidos se prestarían para el coro de Tirofijo.

Pero sucede que el proceso de paz que comenzó con enormes expectativas en 1998, para el año 2001 no produjo aún un resultado palpable como para albergar esperanzas respecto de las intenciones de paz de las guerrillas. Pocas semanas atrás Andrés Pastrana volvió a reunirse con Tirofijo para convencerle de la necesidad de volver a la mesa de negociaciones (de las que las FARC se habían retirado en noviembre pasado) pedido al que el jefe guerrillero graciosamente accedió, no sin antes fijar lugar y fecha a su comodidad. Así las cosas, el venidero 8 de marzo, representantes de Brasil, Canadá, Chile, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Francia, México, Noruega, Panamá, Perú, España, Suecia y Venezuela participarán oficialmente en la internacionalización de las conversaciones de paz.

La negativa norteamericana a concurrir, refleja la percepción que la Administración Bush tiene respecto de la futilidad del ejercicio, a la vez que evita contribuir al plan estratégico de legitimación internacional de las FARC. El viaje a Washington no rindió los frutos que el Presidente de Colombia necesitaba con urgencia; no habrá dinero extra, no habrá involucramiento directo de los Estados Unidos ni habrá acuerdo de comercio bilateral.

Para las FARC, con la consolidación de la zona liberada, la continuidad de los secuestros, el cobro de “impuestos” y la participación en las utilidades del narco, sólo una ofensiva militar generalizada, exitosa y continuada en el tiempo, podría hacerles ver la conveniencia de buscar una paz realista. Pero la ausencia de voluntad política para llevar esto adelante es tan visible que ni las guerrillas ni el narco tienen nada que temer en lo inmediato.

Lo trágico de esta situación es que el pueblo colombiano brinda a las guerrillas un índice de apoyo y aprobación que nunca logró superar el 2%, cosa que ni su propio gobierno ni un buen número de países parecen advertir cuando insisten en que se debe conceder una mayor legitimidad política a las guerrillas, además de aceptar su “agenda” política. De hecho, parte de los planteamientos que el presidente Pastrana llevó a Washington no hacen sino reflejar las exigencias impuestas por Tirofijo para los próximos meses, como por ejemplo suprimir la fumigación aérea y concertar con las FARC los planes para la erradicación manual.

En tanto, el “mono Jojoy”, jefe militar de las FARC, olvidó su promesa de no emplear bombas hechas con cilindros de gas en áreas con población civil, por cuanto no solo destruyen sino que matan indiscriminadamente, y arrasó días atrás otro pueblo, mientras que el ministerio público anunciaba que durante el mes pasado habían sido robados no menos de 30,000 cilindros de gas.

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