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Julio Cirino

Creciente inestabilidad

Usualmente, sus nombres no son primera plana de los periódicos; no poca gente tendrá alguna dificultad recordando su situación en el borroso mapa de Sudamérica. Sin embargo, su realidad merece un momento de observación, en la medida en que se va integrando a un marco de creciente inestabilidad que abarca casi todo el Hemisferio.

A más de esto, Bolivia y Paraguay –que de ellos se trata– son países con la capacidad de incidir pesadamente en el cuadro de seguridad de la región; Bolivia, por cuanto puede catapultar en tiempo record su producción de cocaína; Paraguay, porque se convirtió en uno de los más importantes –si no en el más–, centros regionales de operaciones del crimen organizado.

La historia reciente de Paraguay transita del inmovilismo a la inestabilidad. Fueron 35 años de una dictadura encabezada por el general Adolfo Stroessner, quien se hiciera con el poder allá por 1954 para abandonarlo en medio de un golpe de estado, al perder el apoyo de las fuerzas armadas en 1989.

Con muy escasa industrialización, sin tecnología, con deficiencias importantes en salud y educación, Paraguay osciló entre los generales corruptos, como el ex presidente y ex general Lino Oviedo –que procura retornar al poder– y los políticos corruptos, como el actual presidente Luis Gonzales Macchi, el único caso conocido de un jefe de estado que se desplazaba en un automóvil BMW de la presidencia... robado.

Los graves disturbios del 15 de Julio en la capital –Asunción del Paraguay– y ciudades aledañas, como “Ciudad del Este” (que alcanzara notoriedad años atrás como epicentro de las actividades de grupos fundamentalistas islámicos –Hezbollah– que habrían utilizado esta ciudad como centro para sus operaciones regionales) llevaron a Gonzales Macchi a declarar el estado de emergencia que permite al gobierno prohibir todo tipo de demostraciones públicas, requisar domicilios y efectuar arrestos.

Los violentos desórdenes que ya arrojaron un muerto y buen número de heridos, expresan el rechazo de buena parte de la población a las reformas económicas y a los planes de privatización que el Gobierno intenta llevar adelante en medio de una corrupción generalizada.

Paraguay, con tan solo 6 millones de habitantes –en su mayoría indígenas– no logró aún que sus productores agrícolas más pobres consigan superar las economías de subsistencia.

Convertido en una “cáscara vacía”, el estado paraguayo sobrevive merced a una relación simbiótica con el crimen organizado, particularmente con el narcotráfico, las bandas dedicadas al contrabando de bienes falsificados y a la industria de “legalización” de automotores robados en los países de la región.

Esto permite que la pequeña elite gobernante disfrute de excelentes niveles de vida, si bien condena al atraso y la miseria a más del 90% de la población.

El único país mediterráneo del hemisferio, Bolivia, se encuentra hoy a la espera de que el próximo 4 de Agosto el Congreso resuelva, de acuerdo a la Constitución, el resultado final de las elecciones presidenciales cuya primera ronda se efectuara el 30 de Junio pasado, sin que ninguno de los candidatos alcanzara la mitad mas uno de los votos necesarios para evitar el balottage.

En los últimos 20 años, Bolivia venía disfrutando de una envidiable estabilidad, después de un largo período de constantes golpes militares (que abarcó las décadas del 70 y 80). Precisamente, el mandato que concluye es el del ex general Hugo Banzer Suárez, quien llegara a la presidencia de Bolivia por una asonada militar en los años 70 para luego retornar al cargo mediante elecciones tres años atrás, si bien debió renunciar por razones de salud a comienzos del 2002 (falleció hace pocos meses) dejando a su vicepresidente para concluir el período.

Los dos candidatos que lideran la elección son polos opuestos del espectro político: Gonzalo Sánchez Losada, quien ejerciera la presidencia a comienzos de los años 90, es un empresario, millonario y educado en los Estados Unidos. Abogado del libre mercado y veterano político, lidera al Movimiento Nacionalista Revolucionario. En el otro extremo, Evo Morales, indígena de 42 años, parlamentario, cabeza del movimiento de cultivadores de coca (popularmente conocidos como “cocaleros”) lidera el Movimiento al Socialismo, que quedara en segundo lugar en las urnas.

Morales vio su popularidad escalar casi 10 puntos en un solo día, cuando poco tiempo antes de la elección, Manuel Rocha, embajador de los Estados Unidos en Bolivia, expresó públicamente que si Morales triunfaba el gobierno americano posiblemente terminaría con cualquier ayuda al país.

Las declaraciones de Morales respecto de expulsar a los representantes de la Drug Enforcement Administration (DEA), cancelar las reformas tendientes al libre mercado, re-nacionalizar industrias y rechazar el proyecto de gasoducto de casi 800 kms. para transportar gas licuado hasta el norte de Chile, no contribuyen precisamente a traer tranquilidad entre los empresarios locales.

En este marco, aún cuando, como es probable, el Parlamento elija a Lozada, Evo Morales y sus seguidores controlarán casi un 30% de la Cámara, y merced a alianzas con partidos afines dispondrán de un virtual poder de veto.

Perú, Argentina, Venezuela, Paraguay, Uruguay y Ecuador, son prueba palpable de una crisis de representatividad cuya profundidad y alcances difícilmente puedan mensurarse aún, pero que ya deja entrever la necesidad de re-crear la relación de los partidos políticos con sus representados, si es que se quiere evitar que lo que se termine cuestionando sea la democracia como forma política capaz de solucionar los problemas concretos de la gente de carne y hueso.

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