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Julio Cirino

No es tiempo para espectadores

No hace más de diez días, el presidente de México, Vicente Fox, anunciaba en Washington que el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) era un mecanismo obsoleto que debía ser reemplazado frente a las nuevas amenazas. El ataque contra Nueva York y Washington D.C. del pasado 11 de septiembre es el golpe más importante dado nunca por una organización u organizaciones terroristas, y sucedió en nuestro hemisferio.

En los últimos años, tanto los Estados Unidos como los países de Hispanoamérica han tenido actitudes ambiguas respecto de este fenómeno. Estados Unidos, a pesar de las bombas en sus embajadas en Kenia y Tanzania (1998) y el intento de voladura del USS Cole (octubre del 2000) –por mencionar los últimos ataques–, siguió insistiendo en que el terrorismo es una cuestión policial y, como tal, sólo los autores materiales deben ser llevados a una corte de justicia.

En Hispanoamérica, organizaciones terroristas y narcotraficantes como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC– y el Ejercito de Liberación Nacional –ELN– que operan en Colombia, son consideradas como “rebeldes” con las cuales se debe negociar –y esta postura también era respaldada por los Estados Unidos– a pesar de la abundantísima evidencia sobre los asesinatos cometidos, de su conexión con el narcotráfico, de los ataques indiscriminados contra población civil y de la sistemática utilización del secuestro y la extorsión.

Brasil, por su parte, adoptó hasta ahora una actitud prescindente en el tema del terrorismo en general y en el del control de aquellos eventualmente ligados al fundamentalismo islámico (en cualquiera de sus formas, a pesar de ser conocida la presencia de elementos afines a estos grupos moviéndose permanentemente entre Sao Paulo y el área denominada la “Triple Frontera”).

En Argentina, a pesar de los dos atentados con explosivos sufridos en los años 90 (contra la embajada de Israel y contra la Mutual Israelita Argentina), la investigación judicial no sólo no probó nada hasta el momento, sino que se centró en la llamada “conexión local”. En cuanto a los que serán llevados a juicio en las próximas semanas por su participación en la voladura de la AMIA, conforman una banda que, por más siniestra que resulte, no está relacionada con el planeamiento o la ejecución directa del atentado, perpetrado por profesionales, y que costó la vida de casi 100 argentinos.

Las consecuencias del 11 de Septiembre no pueden limitarse a más racionalizaciones ni “explicaciones” pseudo-psicológicas. La existencia del terrorismo, el ataque deliberado contra víctimas inocentes, debe ser repudiado por todos nuestros países, independientemente de sus simpatías o antipatías para con los Estados Unidos; porque cualquiera que sean los reclamos contra la superpotencia, nada, absolutamente nada, explica, justifica o racionaliza las más de 5.000 vidas que esto va a costar.

El pasado viernes 14, Brasil convocaba a los 21 miembros del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca –TIAR– tomando la iniciativa de activar lo que hasta ese momento era un cadáver político, y propone una reunión para el próximo miércoles 19 en la ciudad de Washington, sede de la Organización de Estados Americanos (OEA). Dejando al margen toda consideración respecto de los motivos de tanta celeridad (por cierto adelantándose a cualquier idea que sobre el particular pudiere tener México) lo cierto es que la reunión de la semana entrante, y lo que de ella se derive o deje de derivarse, marcará las relaciones de Washington con el hemisferio en los años venideros.

Si antes del ataque era ya notorio que Estados Unidos no concebía la integración de la región en el Area de Libre Comercio de las Américas –ALCA– sin un marco que abarcara un concepto compartido respecto de la Seguridad Hemisférica; hoy esto es absolutamente imprescindible. Pero, ahora, las circunstancias han cambiado. En la visión de los Estados Unidos, la primera guerra del siglo XXI dio comienzo y ellos son los protagonistas. Aun al margen de toda consideración moral respecto del atentado (que la tiene, sin duda) no será demasiado sabio responder “ausente” cuando se pase lista.

La aplicación efectiva del TIAR puede aportar a los EE.UU. otro factor valioso: la posibilidad cierta de actuar multilateralmente y a escala global, que se añade a la activación de la OTAN y el acuerdo con Canadá, quedando por definir la actitud de los países árabes, Rusia y China. En la eventualidad de que a alguno de los 19 miembros de la OTAN le fallara la voluntad en el último momento, una América unida en torno del TIAR, sería un factor que Estados Unidos difícilmente olvidaría, como tampoco olvidará a los que inspiraron lo sucedido en la mañana del 11 de Septiembre de 2001.

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