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Larry Elder

Mi noche con Sandy Koufax

Fue el primer pitcher de la liga en lograr cuatro partidos sin que ningún bateador alcanzara la primera base, incluyendo, en 1965, un juego perfecto.

Cuando admiras enormemente a una persona famosa, dijo alguien una vez, es mejor evitar conocerla. De otro modo, has de estar preparado para decepcionarte. Quienquiera que dijo eso nunca conoció a Sandy Koufax, el antiguo pitcher de Los Angeles Dodgers.

En séptimo curso, a los doce años, participé en un concurso de poesía celebrado en mi instituto de Los Angeles. Escribí acerca de mi jugador favorito:

Koufax está sobre el montículo,
El juego acaba de comenzar.
El catcher le hace una señal
Y, bum, strike uno.

No es exactamente Robert Frost, de modo que les ahorraré el resto del poema. Pero después de ganar, envié inmediatamente el poema a Sandy Koufax. Nunca esperé que me contestara, pero me envió una fotografía a tamaño postal de él mismo, con su elegante firma.

En un acto de gala de American Friends of the Hebrew University en honor a los actuales propietarios de los Dodgers, los McCourt, me senté en una mesa de una enorme sala de baile en el hotel Beverly Hills. Vin Scully, el brillante promotor de Los Angeles Dodgers, oficiaba la ceremonia. Recorrió la lista de asistentes, Sandy Koufax entre ellos. ¡Sandy Koufax!

Cuando Koufax llegó en 1955 a las Grandes Ligas, sin haber pasado un solo día en las menores, encontró difícil controlar sus lanzamientos. Algunos días lo hacía con precisión, pero en otros lanzaba de manera tan errática que la pelota podía golpear en la cabeza al bateador o volver a la base central. Pero los Dodgers reconocieron su brillantez y lo conservaron.

Después tuvo éxito.

De 1962 a 1966, el pitcher zurdo lanzó tan brillantemente como para ver la cara de Dios. Ganó el Cy Young Award –el mayor trofeo que pueda conseguir un pitcher de béisbol– en 1963,1965 y 1966 (en aquellos años se concedía sólo uno al mejor pitcher, al contrario que ahora, que se entrega un Cy Young al mejor de cada una de las dos ligas). Koufax logró la media inferior de carreras finalizadas (estadística conocida por las siglas ERA) durante cinco sorprendentes temporadas consecutivas, de 1962 a 1966. Logró 11 shutouts (dejar a cero el casillero del equipo rival) en 1963, llegando a un total de 40 durante su carrera. Koufax encabezó en cuatro ocasiones la clasificación de las Grandes Ligas en número de eliminados, incluyendo un récord absoluto en 1965 de 382. Logró 2.396 eliminados en toda su carrera, y en tres ocasiones descalificó a 300 bateadores o más en una temporada. En sus cinco temporadas finales, su foja fue un sorprendente 111-34. Durante la World Series de 1965, rehusó jugar en Yom Kippur, manifestando que la fiesta religiosa significaba más para él que un partido de la World Series.

Koufax jugaba con gracia, consistencia y excelencia. Y por lo que parece actuaba de la misma manera fuera del campo. Simplemente no podías apartar la vista de él mientras jugaba. Fue el primer pitcher de la liga en lograr cuatro partidos sin que ningún bateador alcanzara la primera base, incluyendo, en 1965, un juego perfecto – ninguna carrera, ninguna llegada a primera base, ninguna escapada, sin errores. Veintisiete bateadores lo intentaron y los veintisiete fueron eliminados, una derrota total que sólo ha sucedido en diecisiete ocasiones en las Grandes Ligas desde 1880.

Los Dodgers jugaron contra The Baltimore Orioles en la 1966 World Series, desafiando todos los pronósticos al perder cuatro encuentros seguidos. Koufax luchó con los problemas articulares en su brazo durante toda su carrera, pese a lo cual logró en 1966 una foja de 27-9 con un ERA de 1,73. Pero para el momento de la World Series, Koufax simplemente se quedó sin gasolina.

Tras la derrota de los Dodgers en la 1966 World Series, cogí la prensa local y leí el impactante titular: "Koufax se retira". A los 31 años, el príncipe abandonaba el montículo para nunca volver. Lloré durante dos días.

Ahora, 40 años después. Koufax y yo nos encontrábamos realmente en la misma sala. Pregunté al renombrado publicista de Hollywood Warren Cowan, sentado en mi mesa, "¿Hay algún modo de que puedas encontrar a Sandy Koufax, y preguntarle si puedo ir a su mesa y estrecharle la mano?"

Cowan se fue un par de minutos, volvió y me dijo: "Hecho". Cogimos un fotógrafo y nos acercamos a la mesa de Koufax. El pitcher se levantó. Le conté la historia de mi poema, recitando la primera estrofa. "Sr. Koufax", dije, "usted me inspiró cuando era niño, a través de su clase, dignidad, consistencia, excelencia y humildad. Y aún me inspira hoy. Es un honor darle la mano". Sonrió y accedió a fotografiarse conmigo.

Oh, a propósito, el ex vicepresidente Al Gore dio el discurso principal. Apenas recuerdo una palabra de lo que dijo.

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