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Leandro Fleischer

Kirchneritis

Cada vez son más los argentinos que están vacunados contra este mal; otros se están curando a base de contundentes golpes de realidad.

Cada vez son más los argentinos que están vacunados contra este mal; otros se están curando a base de contundentes golpes de realidad.

Uno de los principales síntomas de la kirchneritis es la pérdida del uso de la razón y una desconexión total de la realidad, lo cual produce un sometimiento total a la presidenta y su entorno. Una vez contraído el virus, el individuo queda totalmente sometido al poder, repite lo que dicen sus amos sin importarle si lo que dice es verdad o mentira.

Las víctimas de este terrible mal no aceptan críticas de ningún tipo hacia sus amos. Por esta razón, a todo aquel que dude de la bondad, honestidad y capacidad de la clase política a la que los kirchnerosos entregan su vida suelen responderle un tanto nerviosos y enfadados, y con acusaciones un poco extrañas.

Dirán cosas como las siguientes para tratar de replicar a los críticos, a los que incluirán en un complot delirante pero omnipresente en sus mentes: "Tú perteneces a la Corpo, al monopolio mediático del Grupo Clarín", "Tú eres un burgués bien vestido y egoísta que le hace el juego a las grandes empresas", "Tú eres un nazi golpista defensor de la dictadura". No se moverán mucho de estas frases prefabricadas por sus amos; nada de desmentir con argumentos o responder a las preguntas más simples que les lancen los críticos. O sea, se comportan como se comportó la señora presidenta en dos universidades norteamericanas con los estudiantes, que le salieron preguntones.

Esta enfermedad, al quitar el uso de la razón, lleva a que sus víctimas no reparen en que el auténtico monopolista en el panorama mediático es el Gobierno, que para sus andanzas se vale de los medios Estado o de los que manejan sus testaferros; y pronto con todos, mediante la Ley de Medios, que quiere ejecutar el 7 de diciembre. Tampoco reparan en las enormes fortunas de sus amos, fortunas que hasta el día de hoy no han podido explicar de dónde han salido. Para ellos, el burgués inescrupuloso es un individuo de clase media que produce riqueza con su trabajo, mientras que el burócrata multimillonario que no puede dar razón de sus riquezas y que socava la producción es un héroe solidario.

Para el kirchneroso, quien hace sonar cacerolas a modo de protesta o escriba un comentario crítico en Twitter o Facebook es un nazi golpista. Pero quien machaca a gente inocente con el recaudador de impuestos y la prensa oficialista, quien insulta y amedrenta a comerciantes y empresarios; el mercenario que golpea manifestantes pacíficos, el burócrata que hizo negocios y trabajó con la dictadura militar son los campeones de la libertad.

El kirchneroso es incapaz no sólo de criticar a sus amos, sino de dudar mínimamente de ellos. Si a uno le llama la atención que un juez que suele sobreseer las causas que afectan a los miembros del Gobierno siga recibiendo ese tipo de casos, entonces el kirchneroso dirá que la justicia es independiente o, si no lo queda más remedio, que en otros países los tribunales funcionan aún peor. Si uno se muestra indignado porque los inspectores de hacienda investigan con especial denuedo a los críticos del Gobierno, entonces el kirchneroso culpará al perseguido y lo acusará de evadir impuestos. Si uno objetara las intenciones de la presidenta de violar la Constitución para ser re-reelegida, entonces el kirchneroso consultará el Manual del Militante y se quedará tan tranquilo. Etcétera.

En síntesis, el kirchneroso evade las preguntas, apunta con el dedo a otras partes del mundo y carga contra los medios que informan de aquellos asuntos que le resultan incómodos. Siempre defenderá al opresor y atacará al oprimido.

La pérdida total de autoestima y la envidia son otros síntomas de kirchneritis. El kirchneroso no confía en sus aptitudes para competir en el mercado y siempre cree tener derecho a aprovecharse del éxito del prójimo. Es por eso, que en lugar de intentar producir riqueza, prefiere unirse a La Cámpora, suerte de organización de autobeneficencia en la que se premia el hurto y el fracaso y dedicada a copar empresas expropiadas y entidades públicas con cargo a los contribuyentes.

Existen diferentes vías de contagio de la kirchneritis. Una es el dinero con que se unta a tanto periodista y burócrata en esta Argentina nuestra. Otra, la prolongada exposición a los medios y centros de formación oficiales sin las debidas precauciones.

A pesar de todo, cada vez son más los argentinos que están vacunados contra este mal; otros se están curando a base de contundentes golpes de realidad. ¿Estaremos en el principio del fin de esta plaga?

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