Menú
'LUIS MONTERO SABUGO: EN LOS ABISMOS DE LA HISTORIA'

Elegía por el hombre de Mauthausen

Los que sean de cultura afrancesada me entenderán enseguida: Toulouse y Perpiñán fueron dos enclaves estratégicos en la geográfica de las guerrillas antifranquistas. Fueron dos ciudades de enlace entre los clandestinos del Interior y del Exterior. En sus archivos aún permanecen fragmentos de la vida de unos hombres anónimos cuyas muertes siguen siendo revestidas por un halo trágico y misterioso.


	Los que sean de cultura afrancesada me entenderán enseguida: Toulouse y Perpiñán fueron dos enclaves estratégicos en la geográfica de las guerrillas antifranquistas. Fueron dos ciudades de enlace entre los clandestinos del Interior y del Exterior. En sus archivos aún permanecen fragmentos de la vida de unos hombres anónimos cuyas muertes siguen siendo revestidas por un halo trágico y misterioso.

Me llegó por esos vericuetos siempre amables de la amistad y del azar, de la mano de Gustavo Bueno Sánchez, un libro trepidante que conjuga narración detectivesca y análisis político. Su autora, Silvia Ribelles, hace un cuidadoso trabajo de arqueología sentimental para narrar lo que fue el via crucis del guerrillero comunista Luis Montero, alias Sabugo, antes de caer en manos de la Guardia Civil, antes de acabar en manos de sus propios camaradas de partido.

Luis desapareció misteriosamente sin dejar rastro en 1950.

Ésta es la conclusión comúnmente admitida por los viejos comunistas asturianos, pero en Silvia Ribelles esta lacónica conclusión parece haber sido el revulsivo intelectual que le llevó a la reconstrucción vital, compleja, sin concesiones líricas del guerrillero asturiano.

Silvia Ribelles se enfrenta sin palabrería moralizante al caso Sabugo. Su método: nunca dar nada por válido. Su habilidad: penetrar en la escritura críptica de los informes políticos. Su voluntad: cotejar fechas y protagonistas. Su reto: hallar lo que no tiene todavía respuesta en el caso Sabugo.

¿Dónde y quién acabó con la vida del guerrillero Luis Montero, alias Sabugo?

Luis Montero alias Sabugo es enviado por Santiago Carrillo en abril de 1948, tras la caída espectacular del 27 de enero. La guerrilla está diezmada e infiltrada por los servicios de la Guardia Civil. Entra clandestinamente para reconstruir el que será el último grupo guerrillero de Asturias: el grupo de Caxigal. Permanecerá en Asturias hasta su asesinato, en 1950.

Pero ¿quién era Luis Montero alias Sabugo?

Un hombre que daría (y dio) su vida por el Partido.

Luis Montero se despojó de todo, de sus afectos y de sus aspiraciones, de su familia y de su novia polaca de París, para proseguir en los montes de Asturias la lucha antifranquista. Comunista durante la guerra civil, exiliado, se incorporó a la resistencia. Es detenido y torturado por la Gestapo, y acabó en el campo de concentración austriaco de Mauthausen. Fue condecorado en 1947 con la Croix de Guerre avec Étoile de Vermeil por el general De Gaulle.

Su vida pudo pararse aquí. Pero no. El partido comunista le pide más. A Luis y a otros resistentes, a otro rescatados de los campos: tienen experiencia en sabotajes y saben actuar en situaciones límite. Silvia Ribelles recalca con toda precisión:

Al regresar a Francia, la cúpula del PCE se sintió amenazada por estos héroes reconocidos y decidió eliminarlos, encargándoles misiones suicidas en España.

Santiago Carrillo, en junio de 1945 en Nuestra Bandera:

Se ha sabido de la infiltración de los espías falangistas y nazis [sic].

Sabugo era un hombre marcado: había sobrevivido a la Gestapo y a Mauthausen.

Lo cierto es que Luis Montero alias Sabugo entra en España en el peor momento de la lucha armada. En su fase final. Los dirigentes del Buró Político estaban ya en otros temas. Las guerrillas parecían ser un tema menor. El Buró Político dicta a los enlaces unas consignas confusas. Los guerrilleros aislados apenas saben lo que sucede fuera del mundo autista en el que viven. Aislados en medio de los bosques –muchos llevan ya más de 10 años–, agazapados de día y en misiones inciertas de noche, no llegan a comprender siempre bien el cambio de rumbo.

Las actividades guerrilleras ya no son una tarea esencial de la lucha comunista.

¿Qué era entonces lo esencial? Los hombres como Sabugo no, ciertamente.

El funcionario Santiago Carrillo pisa ánades y gacelas en las alfombras del Kremlin. Prepara su camino hacia la gloria. En octubre del 48 viaja por segunda vez a Moscú (la primera fue en la primavera del 1936), y esta vez se entrevista con Stalin. Acompaña a Dolores Ibárruri y a Francisco Antón. La conversación será trivial pero las decisiones determinantes: poner fin a las guerrillas y ponerse a defender la Paz, eso sí, desencadenando la caza al traidor titista. En una palabra, el jefe del Kremlin exigía a Santiago Carrillo su cuota española de titistas. Y ese cupo de traidores recayó sobre aquellos hombres agazapados en los bosques asturianos.

Gregorio Morán hablará del año 48 como el inicio de la elegía de los muertos.

No hubo evacuación de guerrilleros. Sí, abandono. Defección, orfandad política para los miles de guerrilleros aún en pie.

Y muchas liquidaciones.

El que sobrevivió a Mauthausen intuye lo peor. Arrastra una pésima salud. Percibe su fragilidad y escribe por correo interno a Santi (Santiago Carrillo):

Yo sé ahora lo que me espera con las nieves y el frío. Yo voy a morir como un perro. Sé que no lo voy a resistir.

Luis Montero, Sabugo, exige a los enlaces que lo saquen de los montes. No alcanza a comprender la indiferencia del aparato del Partido. Ni la de Santi.

"Voy a morir como un perro", predijo.

El final de su vida está ya cerca: el clandestino es detenido el 28 de febrero de 1950 en Gijón. Su interrogatorio es dirigido por el coronel Blanco Novo.

El hombre que resistió a la Gestapo y a Mauthausen se quebró en el cuartelillo.

El sábado 28 de enero de 1950, se le condujo al cuartel de la Guardia Civil de los Campos Elíseos de Gijón. Luis Montero fue interrogado por el coronel Blanco Novo en persona. Le fueron suministradas varias inyecciones de pentotal sódico que no surtieron el efecto esperado. (...) Montero sólo dijo que era comunista y que estaba en Asturias para contactar con los maquis.

Pero, luego, algo le pasó. Delató a sus camaradas.

El 6 de febrero, Sabugo, esposado a un guardia civil, asiste a la matanza de los siete guerrilleros del grupo Caxigal en El Condado.

Llegado este punto se abrió un gran abismo ante Luis. Allí, esposado, ante los cadáveres de los hombres a los que había venido a ayudar desde Francia y a los que, tras su detención, había contribuido a masacrar, Luis pasó de mártir en potencia, a traidor.

¿Quiso ganar tiempo antes de delatar a los hombres de Caxigal? ¿Pudo aguantar tanto tiempo? ¿Pactó con el coronel Blanco Novo? ¿Fue eliminado por la Guardia Civil? ¿Fue purgado y asesinado, acusado de traición por sus camaradas? Silvia Rivelles opta por esta última como la más plausible.

En el boletín del Comité Provincial del PCE de agosto del 51, el nombre de Luis Montero, Sabugo, aparece ya como traidor:

Este traidor ha pagado ante el Partido con la moneda que pagan todos los de su calaña.

La autora da nombres y apellidos de los protagonistas esenciales que determinarán la muerte de Sabugo: el coronel Blanco Novo; el dirigente y responsable de todo el movimiento guerrillero, Santiago Carrillo; el guerrillero Gros, uno de los enlaces que sale de Francia para controlar la zona de pasos, y el miembro del partido comunista español y miembro del KGB Eduardo García, que interrogará a Sabugo durante días. Su muerte estaba firmada.

En el mundo de los partidos comunistas, la traición y la muerte siempre se han solapado.

Luis Montero, Sabugo, fue escoltado por la Guardia Civil hasta la frontera francesa. Su hermano José Antonio, falangista, lo ayudó. Pero Sabugo pasó a Barcelona y allí contactó otra vez con el Partido.

¿Ingenuo?

Tras todas mis pesquisas e investigaciones creo que no me equivoco si afirmo que el cadáver de Luis Montero debe de estar en algún lugar de los Pirineos franceses, no muy lejos de Perpiñán.

En el curso de su investigación, Silvia Ribelles escribió a Santiago Carrillo. "Yo no mandé a nadie a la fuerza". La respuesta de Santiago Carrillo a Silvia Ribelles de la Vega no puede ser más mezquina ni más cruel. La autora la incluye en el libro. Ustedes juzgarán al leerla. El dirigente nonagenario no se detiene en los muertos. Para él siguen siendo informes. Y los informes, como los hombres, pueden eliminarse. Nada nuevo: la gran habilidad del dirigente comunista ha sido siempre exonerarse de su responsabilidad personal durante los 70 años de su vida política.

Silvia Ribelles quiere seguir buscando. Recomiendo este libro que no encontrarán fácilmente en las librerías. Pídanlo a la editorial (Apartado 360; 33080, Oviedo). Y no pierdan de vista a su autora, pues con particular talento ha encontrado el tono narrativo, interior, febril y enérgico para traducir el silencio que recae sobre Luis Montero, alias Sabugo.

 

SILVIA RIBELLES DE LA VEGA: LUIS MONTERO SABUGO: EN LOS ABISMOS DE LA HISTORIA. Pentalfa (Oviedo), 2011, 143 páginas.

0
comentarios