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CIENCIA

Genes fieramente humanos

¿Qué hace el genoma con nosotros? ¿Nos hace más humanos o más máquinas? El conocimiento de que somos fundamentalmente producto de una azarosa sucesión de bases moleculares, ordenadas magistralmente, ¿nos confiere menos dignidad como personas?

¿Qué hace el genoma con nosotros? ¿Nos hace más humanos o más máquinas? El conocimiento de que somos fundamentalmente producto de una azarosa sucesión de bases moleculares, ordenadas magistralmente, ¿nos confiere menos dignidad como personas?
¿Somos meros vehículos de transmisión de egoístas genes en carrera feroz por la supervivencia o, precisamente por residir nuestra esencia en una molécula, nos hemos convertido en prodigios de la naturaleza elegidos para ser la única especie capaz de comprenderse a sí misma?
 
Nuestro concepto de ser humano tiene que cambiar, como diría un típico entrenador de fútbol ante la futura victoria, sí o sí. Y lo ha de hacer a la luz de la imparable cascada de descubrimientos sobre nuestro genoma que se viene produciendo desde hace unas décadas. El debate reside en si cambiará a más o a menos. A los que no profesamos una visión reduccionista de la ciencia nos apetece pensar que, por diminuta que sea una cadena de genes enrollada en el ovillo imperceptible de un cromosoma, en ella habita el hálito de una dignidad personal preparada para conocer el universo, darle un sentido, debatirlo, construirlo. La genética, con todas sus aplicaciones (incluso las curativas), nos hace más humanos y no es amenaza alguna para nuestra dignidad.
 
La Casa de las Ciencias de La Coruña.Pero no todos opinan lo mismo. Para adentrarnos en el debate deberíamos estar suficientemente informados sobre lo que supone nuestro conocimiento del genoma humano. Y cuando se trata de formar e informar sobre ciencia, en España hay una institución puntera: la Casa de las Ciencias de La Coruña.
 
De la mano de este centro del saber, en colaboración con La Voz de Galicia se edita la colección Ciencia y Hombre, de la que el libro de esta semana es pieza importante. En él, Josep María Casacuberta aborda los temas más habituales de la divulgación genética con claridad y haciendo gala de una gran capacidad didáctica. El libro no pasaría de ser uno más en la larga lista de obras sobre el concepto de genoma si no fuera por el original enfoque que impregna todos sus capítulos, en una especie de intención, de mensaje de fondo, de plan premeditado para que el autor nos lleve al redil de su conclusión final.
 
Y ésta no es otra que la siguiente: el genoma es un producto de la evolución con una enorme capacidad plástica. Se modifica, muta, se mezcla, se rompe, se estropea y repara, se expresa o se inhibe. Es una especie de fluido esencial que penetra por todas las grietas de la naturaleza viva cambiando de aspecto, adaptándose a su recipiente, pero sin perder su composición primigenia. Es una sopa de letras aliñada por el ambiente y la presión selectiva que inunda por igual los poros de la piel de un ser humano y las arrugas de la hoja de una lechuga.
 
Es el responsable del la gran diversidad de seres que habitan nuestro mundo (los únicos seres vivos conocidos por nosotros en el universo entero), y puede ser la puerta abierta a la reparación de muchos de los defectos de la naturaleza que nos atribulan (enfermedad, hambre, inadaptación al medio, etcétera). De todo ello (biodiversidad, farmogenómica, manipulación, transgénesis…) habla el autor con brevedad y sapiencia.
 
Todo muy humano.
 
 
Josep María Casacuberta: El genoma fluido. Casa de las Ciencias-La Voz de Galicia, 110 páginas.
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