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DESOBEDIENCIA CIVIL

Jaque al poder

El hombre libre siempre se ha caracterizado por ir a contracorriente y, especialmente, por saber pensar por sí mismo. Cuando los Estados deciden avasallar los derechos fundamentales, es la única figura que se atreve a oponerse a la tiranía.

El hombre libre siempre se ha caracterizado por ir a contracorriente y, especialmente, por saber pensar por sí mismo. Cuando los Estados deciden avasallar los derechos fundamentales, es la única figura que se atreve a oponerse a la tiranía.
Henry David Thoreau fue uno de los escasos personajes que tuvo agallas de levantar la voz contra su país, Estados Unidos, porque su Declaración de Independencia se había quedado en papel mojado al no quedar abolida la esclavitud. Junto con liberales como Garrison, fue un activo defensor de los derechos individuales, y llegó a practicar la insumisión fiscal.
 
En una de las frases más repetidas de la historia, Thoreau se replantea por qué debe pagar impuestos; su respuesta no puede ser más actual: "Siempre tengo razones para dudar de mi postura, y cada año, cuando pasa el recaudador de impuestos, me dispongo a revisar las leyes y la situación de ambos gobiernos, el federal y el del Estado, así como la opinión del pueblo, en busca de un pretexto para dar esa conformidad". Como se pueden imaginar, no halló excusa alguna para darla.
 
Entre los motivos que adujo para ejercer esta oposición al Estado señaló que no podía "reconocer ni por un instante que esa organización política" fuera su "gobierno y al mismo tiempo el gobierno de los esclavos", por lo que llamó a "los hombres honrados" a sublevarse.
 
Con esta convicción, el autor de Walden entendió que el "único lugar adecuado que Massachusetts ofrece a sus espíritus más libres y menos sumisos son sus prisiones".
 
Tan coherente fue en su proceder que acabó en la cárcel por negarse a pagar sus impuestos. De ello da buena cuenta en el ensayo que da título al libro que nos ocupa, 'Desobediencia civil'; en especial, cuando subraya que, al ser encarcelado,
 
Henry David Thoreau."no pude por menos que sentirme impresionado por la estupidez de aquella institución que me trataba como si fuera mera carne, sangre y huesos que encerrar (...) Como no podían llegar a mi alma, habían decidido castigar mi cuerpo (…) Perdí todo el respeto que aún tenía al Estado y me compadecí de él".
 
Al fin y al cabo, lo que este héroe de la libertad quería era una sociedad en la que el poder no gobernara contra el ciudadano. Por ello, cualquier Estado que determine que unos tienen más derechos que otros por su sexo, raza o adscripción política, o que se dedique a expoliar a quienes producen para repartir los bienes entre otros, es un poder político al que sólo cabe dar la espalda.
 
El problema es que la coacción nos obliga a plegarnos, so pena de perder nuestros bienes. De ahí que nuestro autor entendiera a la perfección que, a medida que las personas adquieren un patrimonio, pierden, en buena medida, gran parte de su independencia personal. Por eso recomendaba a todos seguir su ejemplo y "vivir independientemente, sin depender más que de uno mismo, siempre dispuesto y preparado para volver a empezar y sin implicarse en muchos negocios".
 
Desgraciadamente, la vida es más compleja de lo que creyó este maestro de la rebeldía, porque todos aspiramos a garantizarnos un retiro digno y ciertas comodidades, aunque esto nos fuerce a transigir en ocasiones. Sin embargo, y esto es algo en lo que Thoreau no pensó, se puede criticar, y proponer reformas progresivas, sin hacer concesiones. De hecho, ésta es la única vía razonable para conseguir los fines que todo liberal se propone.
 
En todo caso, el lema que mueve tanto a quienes consideran que la batalla de las ideas debe ser indirecta como aquellos otros que prefieren emboscarse es que "el mejor Gobierno es el que no gobierna en absoluto". Para llegar a ese estadio de la humanidad, Thoreau percibió que los hombres tenían antes que estar preparados.
 
Ante todo, se necesita una adecuada actitud mental, la de decir no a quien trata de arrebatarnos lo más valioso de nuestras vidas: nuestra conciencia. Cuando ésta se vende, por cualquier motivo, la existencia se torna en puro estado vegetativo: las personas sobreviven pero no viven. Por eso, quizá ahora más que nunca, en medio de una vorágine de medidas liberticidas, la lectura de este clásico resucita el espíritu.
 
 
Henry David Thoreau: Desobediencia civil y otros escritos. Alianza Editorial, 2005;195 páginas.
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