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INVIERNO EN MADRID

Memoria histórica novelada

Acaba de llegar a las librerías españolas Un invierno en Madrid, de C. J. Samson, una trepidante historia de espías, rivalidades interclasistas y enfrenamientos ideológicos ambientada en el Madrid de 1940.

Acaba de llegar a las librerías españolas Un invierno en Madrid, de C. J. Samson, una trepidante historia de espías, rivalidades interclasistas y enfrenamientos ideológicos ambientada en el Madrid de 1940.
Harry Brett, huérfano de la Primera Guerra Mundial, herido de guerra en la Segunda y ex alumno de una prestigiosa public school (escuela privada) a la que también había asistido su padre, es enviado a Madrid por el servicio de inteligencia británico con la misión de conseguir el apoyo de un ex alumno de su colegio, Sandy Forsyth, para la causa de su país en España: evitar a toda costa que Franco entre en la contienda al lado de Hitler.
 
Forsyth ha amasado una fortuna en Madrid evacuando judíos desde Francia y buscando oro, un activo que el régimen franquista necesita a toda costa para su supervivencia. Antes había estado dos veces en la capital de España: en 1931, junto a su antiguo compañero de colegio, que no de clase social, Bernie (Bernard Piper), y en 1937, para dar con el propio Bernie, entonces comunista y brigadista desaparecido tras la batalla del Jarama.
 
Sandy se encuentra un Madrid triste y deprimido, saturado de oscuros personajes franquistas, pobreza extrema, miedo y opresión; una España negrísima y aterradora dominada por la Falange y una Iglesia Católica caricaturesca cuyos miembros parecen aún peores que los fascistas (el sempiterno catholic bashing, o "palo a los católicos", de la cultura popular inglesa). Pero casi más traumático que el shock político y cultural, que lo lleva de la neutralidad a la hostilidad y el odio contra el franquismo, exacerbados por su noviazgo con una joven republicana, será su escándalo y decepción ante la corrupción e inmoralidad del Gobierno británico, al que considera responsable del apoyo que dará Stalin al Frente Popular durante la Guerra Civil y cómplice del régimen de terror impuesto por Franco y sus compinches falangistas y monárquicos, que no parecen ser mejores que aquél.
 
Su estado de creciente alienación y desencanto le llevará a cuestionar los valores y reglas que aprendió en la escuela, y a preguntarse una y otra vez si el mundo en el que una vez había creído no será sino una quimera. Su contacto con Forsyth, un materialista descreído y violento, capaz de todo por triunfar, y con Barbara, antigua novia de Bernie y ahora pareja del primero, no hacen sino empeorar su estado anímico. Llegará un momento en que sólo encuentre reposo junto a Sofía, una joven de familia republicana, y en el recuerdo de Bernie, que va adquiriendo en su memoria e imaginación unos rasgos cada vez más puros y angélicos, hasta el punto de que acabará convirtiéndose, en el epílogo de la novela, en la encarnación de la perfección moral, que ni Harry ni Barbara, víctimas del sistema, podrán alcanzar jamás.
 
Sansom adopta complacido este enfoque maniqueísta y extremadamente ideológico desde las primeras páginas, una introducción histórica complementada por una nota sobre las fuentes claramente sesgada (se jacta de haber usado fuentes casi exclusivamente antifranquistas) y que revela el carácter aleccionador del texto. Tal compromiso político redunda en la falta de verosimilitud, cuando no en el desprecio por los hechos, de que adolece la narración.
 
Así, la ausencia de referencias a la revolución de 1934 como factor desencadenante de la Guerra Civil contrasta con la mención a El laberinto español de Brenan como "el mejor [libro] sobre los orígenes de la guerra", obra en la que se fecha el inicio de la contienda, precisamente, en 1934. Además, se ofrece una generalizada exculpación parcial de los crímenes contra la Iglesia perpetrados por el Frente Popular basada en el apoyo explícito de los obispos a Franco desde antes de la guerra: en realidad, la famosa carta de apoyo a los nacionales, cuya causa es considerada una "cruzada", data julio de 1937. Y luego están las crueles e indiscriminadas matanzas masivas y "paseos" franquistas, que contrastan con los "excesos" de algunos comunistas, fruto siempre del exceso de entusiasmo.
 
Lo mejor de Un invierno en Madrid, de extensión excesiva (sobran los episodios que no son sino meros retratos costumbristas hiperbólicos que pintan una España secularmente atrasada, y más cerca de la barbarie que de la civilización), es el final, ágil, trepidante y lleno de giros inesperados, si bien adolece de un exceso de heroísmo hollywoodiense, así como el tratamiento de los dilemas, traiciones e imposturas inherentes a la acción política, sobre todo cuando ésta se ejerce en nombre de la Razón de Estado. El lector español también apreciará los frecuentes guiños a La colmena de C. J. Cela, obra de la que Sansom se declara deudor sólo en el inolvidable café de Doña Rosa (en realidad, la influencia de Cela va mucho más allá).
 
Técnicamente, Un inverno en Madrid se reduce al uso parsimonioso del flash back y a la narración paralela, animados por unos diálogos bien construidos y unas descripciones concisas y correctas. Sin embargo, el aislamiento de los personajes en viñetas resulta excesivo y algo fácil, sobre todo cuando el autor demuestra en otras partes de la novela, sobre todo en el último tercio, que es capaz de más y mejor. Aunque no estemos ante una declaración de principios estéticos, y aunque no aspire Sansom a exhibir veleidad metaliteraria alguna, el hecho de que algunos capítulos se lean como si hubieran sido copiados directamente de una ficha, sin apenas elaboración posterior, representa un grave desacierto.
 
Volviendo a la tesis política que impregna la obra, la batalla que el autor libra contra Franco y el establishment británico, su anti-anticomunismo y el ensueño de esa Arcadia republicana que nunca fue no resultan, al contrario que en otras obras, ni antipáticos ni pueriles. Más aún, Invierno en Madrid resulta un texto recomendable para conocer y entender la mezcla de idealismo y frustración que subyace a buena parte de los mitos de la Guerra Civil fabricados por la izquierda, que, quizá de forma involuntaria, Sansom analiza con gran brillantez.
 
Los que no leyeron ni leerán el Anti Moa de Reig Tapia encontrarán en esta novela los mismos argumentos, eso sí, expresados con la amenidad propia del género de ficción y sin la bilis que rezuman los textos de la escuela pro soviética de Tuñón de Lara. Se trata de un perfecto contrapunto a la última obra de Moa, Años de hierro, que los que dispongan de tiempo podrían leer de forma simultánea a la narración, (comiencen con los dos primeros tercios de Invierno, prosigan con Años y concluyan con el final de la novela).
 
La lectura de Invierno en Madrid es un ejercicio que conmueve, hace sonreír en no pocas ocasiones y, sobre todo, sirve para sentir las razones del otro, por muy poco razonables que parezcan. Como reitera Marx en las espectrales apariciones que realiza a lo largo de estas páginas, en los pensamientos del buen revolucionario inglés presuntamente desaparecido a orillas del Jarama, para combatir contra algo, primero hay que conocerlo.
 
 
C. J. SANSOM: INVIERNO EN MADRID. Ediciones B (Barcelona), 2007, 632 páginas.
 
ANTONIO GOLMAR, politólogo y miembro del Instituto Juan de Mariana.
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