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VIAJE POR LA VÍA DE LA PLATA

Pío Moa, peregrino en su tierra

Mucha gente no se imaginará a Pío Moa andando por los senderos de Extremadura cantando a todo trapo canciones del Ejército Rojo o dando pataletas de alegría, como un personaje cervantino, al encontrar un bolígrafo que había perdido al borde de un arroyo.

Mucha gente no se imaginará a Pío Moa andando por los senderos de Extremadura cantando a todo trapo canciones del Ejército Rojo o dando pataletas de alegría, como un personaje cervantino, al encontrar un bolígrafo que había perdido al borde de un arroyo.
A quien haya leído de verdad los libros históricos y las memorias de juventud, no sorprenderán tanto estas… salidas de tono. Moa, historiador, polemista y bloguero, muchas veces militante y en ocasiones metafísico, tiene eso de excepcional, que se atreve a descubrir y a intentar expresar emociones personales derivadas de su experiencia y su reflexión.
 
Tenía que publicar un libro de viajes, este Viaje por la Vía de la Plata, para que saliera a plena luz esta faceta, hasta ahora no descubierta del todo, aunque tampoco del todo oculta. Lo escribió, como él mismo explica, a finales de los años ochenta. Hacía menos de diez que había salido del horror de la militancia terrorista. Andaba entonces sin un duro, siempre según sus palabras, cerca ya de los cuarenta años, compartiendo piso con gente probablemente más joven que él, sin trabajo fijo más allá de su militancia en el Ateneo de Madrid, donde dio, como en casi todas partes, mucha guerra.
 
Al parecer, la lectura del Viaje a la Alcarria y, sin duda, la fascinación por el pasado español le llevaron a emprender un viaje por la entonces poco conocida Vía de la Plata, la antigua calzada romana que unía el sur y el norte de Hispania, desde Mérida a Astorga. Moa quería publicar el relato del viaje para ganar algún dinero. Hasta veinte años después no lo ha conseguido.
 
Camilo José Cela.Cuando oí hablar por primera vez de la existencia de este libro, di por supuesto que era el fruto de un viaje más reciente. Pues bien, no lo es pero lo parece. Pío Moa se ha retratado de cuerpo entero, en sus manías, sus rasgos de (no siempre buen) humor y sus obsesiones. En sus páginas encontramos al Pío Moa que conocemos y a algún otro que para muchos será una novedad
 
El relato del viaje a pie tiene una larga tradición literaria, en la que Moa escoge de padrino al Cela del Viaje a la Alcarria. El género responde bien a ese prurito antiliterario, a esa voluntad de no estilo de Moa, que suele renegar de cualquier afectación. No es que él carezca del todo de ellas: ahí está el palabro useño, fruto de su magín, y en este Viaje no faltan palabras como leguas, cuando nadie sabe qué miden las dichosas leguas, el recurso a sí mismo en tercera persona ("el andarín", "el tuercebotas", "el pulgarista" –por practicar de vez en cuando el autostop–), o algunas evocaciones paisajísticas en la línea antirretórica de Baroja.
 
Como Moa sabe muy bien, el empeño antiliterario encubre un designio tan literario como cualquier otro. El resultado es una sorna con matices de malhumor, muy barojiana y castiza. Probablemente es lo que le permite al autor enfrentarse al asunto, serio y dramático en alto grado, que está tratando.
 
Un hombre que emprenda, como Pío Moa hizo hace veinte años, un largo viaje a pie, y solo, fuera de las carreteras y los senderos trazados –porque así lo requería el intento por seguir la antigua Vía de la Plata–, se enfrenta a una aventura a la que no todo el mundo está dispuesto a arriesgarse.
 
Están el cansancio, los posibles accidentes como el de la picadura de la araña que cortó en seco una de las excursiones que componen el libro, los encuentros indeseados –en particular con los animales que pueblan las dehesas extremeñas– y, sobre todo, el encararse con la naturaleza y la historia, es decir con dimensiones del tiempo ajenas a la experiencia común, que pueden desestabilizar a fondo un individuo que de pronto se descubre fuera de la apariencia de control que solemos intentar mantener sobre nuestras vidas.
 
A quien se pregunte de dónde viene la pasión por la historia de Pío Moa, en apariencia tan tardía, este libro le resultará una buena introducción. El autor no lo explica, pero deja percibir un profundo amor a su país que va más allá del empeño por dotar de sentido lo que no siempre lo tiene. Sí, en cambio, ha buscado la dimensión temporal que otorga una profundidad nueva a la apariencia de las cosas.
 
En cuanto a la naturaleza, tampoco hay en Pío Moa la voluntad de apropiársela, como ha sido tan frecuente en el siglo XX, ni la de ahondar en la enajenación, algo propio de la actitud romántica. El caminante rehace sin demasiadas dificultades, y sin grandes aspavientos, un camino de reencuentro con lo natural que sustentará, después de cerrada la salvaje etapa de militancia, las posteriores actitudes políticas.
 
Sobre ese doble fondo, Viaje por la Vía de la Plata ofrece un retrato bien esbozado de una sociedad en transición, como fue la española de los años 80, con su muy peculiar cruce de modernidad y atavismo. Y están, además, los atisbos e los temores y las angustias de un autor decisivo en los últimos quince años. Un libro importante para quien se interese por la génesis de algunos de los problemas actuales de nuestro país.
 
 
PÍO MOA: VIAJE POR LA VÍA DE LA PLATA. Libros Libres (Madrid), 2008, 316 páginas.
 
Pinche aquí para ver la entrevista que CARMEN CARBONELL y MARIO NOYA hicieron a PÍO MOA en LD LIBROS a propósito de este libro.
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