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'DEFENSA DE LO PRIVADO'

Rebelión contra el poder

"Nada escapa a su visión, es el ojo que todo lo ve". Sauron, el totalitario ogro de Tolkien, aquel remedo de Hitler y Stalin, ha maquillado en nuestra época postmoderna su ojo siempre abierto con un tonito rosa y optimista, a fin de ocultar sus siniestras intenciones.


	"Nada escapa a su visión, es el ojo que todo lo ve". Sauron, el totalitario ogro de Tolkien, aquel remedo de Hitler y Stalin, ha maquillado en nuestra época postmoderna su ojo siempre abierto con un tonito rosa y optimista, a fin de ocultar sus siniestras intenciones.

El nuevo Sauron es la combinación entre el Estado y las grandes corporaciones en internet, Google y Facebook. El deseo último del Estado no es otro que convertirnos en siervos; Google y Facebook no nos ven de otra forma que como consumidores a una tarjeta de crédito pegados. En uno y otro caso, de lo que se trata es de tener el máximo control e influencia sobre nuestras vidas; de empujarnos, suave pero inexorablemente, a la servidumbre voluntaria.

No cabe otra que resistir, enrocarnos en nuestra condición de miembros de la polis, poseedores de derechos y poderes irrenunciables, y no caer en el lecho de Procusto tapizado de seda del Estado de Bienestar, o en la trampa de los servicios en red de Facebook o Google. Todos ellos ogros filantrópicos, que diría Octavio Paz.

El crecimiento del Estado Moderno discurre en paralelo con la erosión de lo privado (...) La defensa de lo privado es el primer paso hacia el rescate de la libertad.

De resistir, precisamente, va la última obra del sociólogo alemán Wolfang Sofsky, Defensa de lo privado. Es en el simbólico espacio de lo que no queremos dejar expuesto a la vista de los demás donde Sofsky sitúa la privacidad, último y definitivo reducto de los hombres libres. Quien renuncia pasiva y sumisamente a su intimidad está abdicando de su condición de ciudadano independiente y autónomo.

La defensa de lo privado es la exigencia más eficaz del individuo frente al universalismo fatal del poder (...) El Estado de derecho total pretende dirigir a la sociedad y educar a los súbditos (...) Hace ya mucho tiempo que la política prohibitiva abarca también ámbitos en los que un posible daño es asunto privado o, a la sumo, cuestión de pareceres.

Privacidad a cambio de comodidad. Vivimos, según Sofsky, en una paradójica, monstruosa pero dulce combinación de 1984 y Un mundo feliz, que ha segregado una sociedad vigilada y controlada, donde las masas han recibido satisfacciones materiales a cambio de bienes espirituales como, y principalmente, la libertad. Es el reino de lo que Nietzsche denominó "el último hombre":

La tierra se ha empequeñecido, y sobre ella da brincos el último hombre, el que todo lo empequeñece. Su linaje es inmortal como el del pulgón: el último hombre es el que más vive. "¡Nosotros hemos descubierto la felicidad!" (...) Han abandonado los parajes en que la existencia era dura, pues necesitaban calor. Aún aman al prójimo, y se acercan a él, porque necesitan calor.

Es probable que, si usted es padre, haya instalado una cámara con luz espectral en el dormitorio de su bebé, para poder vigilarlo mientras duerme. Es probable que, si tiene un hijo adolescente o un amante revoltoso, haya instalado un programa espía en su ordenador para averiguar las claves de su email o facebook y así saber lo que trama. Estamos tan acostumbrados a que nos espíen que nos parece normal el hecho de que nos hayamos convertido nosotros mismos en espías.

Todo poder que quiera renunciar al azote de la violencia tiene que resolver dos cuestiones: la observación de las conductas y la guía de los pensamientos.

Pero la asimetría es relevante. El Estado y las grandes empresas lo saben todo sobre usted, pero si alguien pretende amenazar su monopolio de poder informativo... que se ate los machos.

Los medios públicos deben servir para someter al señor al deber de justificarse y para formar y consolidar la oposición. Estos medios deben airear los secretos del poder y ofrecer un foro de debate para los asuntos que conciernen a todos.

Vivimos, por tanto, en la época de la hipervigilancia. Las primeras páginas del libro son una maravilla fenomenológica de cómo nuestras vidas son rastreadas por cámaras, escáneres y cookies. La propuesta de Sofsky anima a una resistencia inteligente en la senda de la emboscadura de la que hablaba Ernst Jünger: defender la esfera privada con astucia y contundencia porque ahí reside la auténtica soberanía individual, sin dejarse convencer ni intimidar por los cantos de sirena y los mazazos de orco con que el Estado y las grandes corporaciones pretenden que les vendamos nuestra intimidad.

Como el Estado, tampoco es el mercado el lugar de la privacidad, aunque su presión sea solo indirecta (...) la en absoluto santa alianza de las instituciones se ocupa de que no haya un solo rincón en que el individuo pueda sentirse a salvo de miradas ajenas.

Impuestos arbitrarios para hacer crecer la maquinaria burocrática con la excusa del bien común, adoctrinamiento impuesto desde la escuela obligatoria (en España, con el respaldo espurio del Tribunal Constitucional), recorte de las libertades a mayor gloria de la salud pública...

A los súbditos ha llegado a hacérseles tan natural la inflación de las prescripciones del orden que ya no les llama la atención la pérdida de libertad privada (...) La estupidez del legislador radica en su creencia de que con prohibiciones podrá eliminar los placeres perversos.

Por el lado de las empresas, los tentáculos totalitarios se extienden a través de una avalancha de creación de deseos y necesidades que convierten al individuo en una marioneta consumista agitada por los instintos más bajos. En nuestra época no hay gesto más revolucionario que apagar la televisión o desconectar Internet, porque ello significaría quedarse uno consigo mismo, autónomo e independiente, como quería aquella gran egotista que era Ayn Rand.

Desde siempre, los estados modernos gobiernan con la mente orientada a los gastos. Al crecimiento de los gastos le sigue la estatalización de la propiedad privada. No ahorrar, sino distribuir y despilfarrar: esa es la divisa.

Interesantísima combinación de Hobbes y Kant, Hayek y Foucault, la prosa ensayística de Sofsky, acerada, limpia y directa en lo formal, rebelde, original e intempestiva en el fondo, constituye el mejor regalo que se pueden hacer en estas fiestas los espíritus libres e inteligentes que aún no hayan sucumbido a la conjura de los necios y el silencio de los corderos de este mundo patéticamente feliz.

Quien crea que no tiene nada que ocultar, ha renunciado ya a su libertad y se niega a dirigir por sí mismo el rumbo de su vida.

En cualquier caso, recuerde, como decía nuestra admirada Agatha Christie, que las conversaciones son siempre peligrosas "si se tiene algo que ocultar". Sea como fuere, en el peor de los casos, y contra Sofsky y yo mismo, hágale caso al siempre irónico Kafka:

En tu lucha contra el resto del mundo, te aconsejo que te pongas del lado del resto del mundo.

 

WOLFGANG SOFSKY: DEFENSA DE LO PRIVADO. Pre-Textos (Valencia), 2010, 220 páginas. Traducción: Marciano Villanueva.

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