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NOVEDAD EDITORIAL

Volodia se convierte en Lenin

Los últimos tres años de la década de los noventa son de especial importancia. Lenin se encuentra entonces deportado en el sur de Siberia, en la aldea de Shushenkoe, a miles de kilómetros de Moscú y cerca ya de la frontera con Mongolia. (...) hacia el este estaba el nacimiento de [uno] de los grandes ríos siberianos, el Lena, del cual probablemente provenga el seudónimo Lenin ("del Lena"). 


	Los últimos tres años de la década de los noventa son de especial importancia. Lenin se encuentra entonces deportado en el sur de Siberia, en la aldea de Shushenkoe, a miles de kilómetros de Moscú y cerca ya de la frontera con Mongolia. (...) hacia el este estaba el nacimiento de [uno] de los grandes ríos siberianos, el Lena, del cual probablemente provenga el seudónimo Lenin ("del Lena"). 

Es en esta aldea lejana donde Vladímir encontrará el tiempo y la distancia necesarios para reflexionar sobre su experiencia revolucionaria (...) y elaborará su gran plan para la construcción de su partido revolucionario a través de la creación de un periódico que abarque a toda Rusia, reuniendo de esta manera a los círculos revolucionarios hasta entonces dispersos, dándoles unidad ideológica y organizativa. Como lo dirá más tarde en un célebre artículo publicado en el cuarto número del periódico que vendría a ser el resultado de su idea siberiana, Iskra (La Chispa): "El periódico no es solamente un propagandista colectivo y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo".

En ese mismo artículo resume su idea de la organización que él busca crear como "la red de los agentes locales del partido unido", la cual "servirá de armazón precisamente para la organización que necesitamos". Aquí lo esencial es la palabra agentes, sus agentes, los agentes de la revolución que él, no sin razón, creía encarnar. Se trataba de "hombres que no consagren a la revolución sus tardes libres, sino toda su vida", como Lenin lo había dicho en el primer número de Iskra. Estos agentes serían luego los famosos revolucionarios profesionales, los hombres-partido, del [opúsculo] ¿Qué hacer?

(...) hay otro tipo de reflexiones hechas durante la deportación siberiana que son vitales para entender tanto la teoría como la praxis del futuro partido totalitario. (...) El modelo que Lenin tiene en mente es la organización Tierra y Libertad, creada en 1876. Avrahm Yarmolinski, en su obra sobre las corrientes revolucionarias rusas, nos da la siguiente descripción del modelo (...) en torno al cual se construyó Tierra y Libertad:

Esta organización era en efecto un cuerpo de revolucionarios profesionales fuertemente unidos. Hombres y mujeres completamente dedicados, que no podían ser dueños de ninguna propiedad y estaban sometidos al control de la organización en sus asuntos personales, pero a los que no se les exigía que adoptasen las formas de vivir del pueblo.

He allí el modelo de Lenin, la organización centralizada de revolucionarios profesionales que no tienen otra vida que la del partido, hombres que, literalmente, son del partido y para los cuales no habrá nada ni nadie que sea superior a la famosa "orden de partido". Se había encontrado así la célula esencial del cuerpo totalitario del futuro, su prototipo humano, la realización anticipada del individuo total de Marx. Pero no sólo eso. Esta organización era a su vez una anticipación plena de la futura sociedad comunista, donde la propiedad privada no existe y la vida del individuo se subsume en la del colectivo. Se trata de la sociedad total de los sueños milenaristas de siempre, de la reconciliación final de individuo y especie y la superación de todo particularismo y egoísmo. Surge así aquel microcosmos de la conspiración revolucionaria, arma de lucha por la futura sociedad comunista e imagen anticipada de la misma.

(...) no es solo eso lo que Lenin aprenderá de los populistas de los setenta. Como es bien sabido, las organizaciones populistas de entonces encontraron en los atentados terroristas un arma plenamente aceptada o, incluso, la más importante y prácticamente excluyente. Con otras palabras, todos los medios eran buenos para alcanzar el fin revolucionario. El usar uno u otro medio era solamente una cuestión práctica. Este punto de vista absolutamente carente de moral respecto de los medios de lucha será plenamente adoptado por Lenin (...)

Este punto quedará claro ya en el primer número de Iskra, donde Lenin escribe:

La socialdemocracia no se ata las manos, no limita sus actividades a un plan cualquiera previamente preparado o a un solo procedimiento de lucha política, sino que admite como buenos todos los procedimientos de lucha, siempre que correspondan a las fuerzas de que el partido dispone y faciliten el alcanzar los mejores resultados posibles dadas determinadas condiciones.

(...) por si alguna duda hubiese quedado acerca de si "todos los procedimientos de lucha" también incluían el terrorismo, Lenin volverá en el número cuarto de Iskra (...) sobre el tema:

En principio nunca hemos rechazado, ni podemos rechazar, el terror. El terror es una de las formas de acción militar que puede ser perfectamente adecuada e incluso esencial en un momento definido de la batalla.

Como vemos, el hombre de un poco menos de treinta años que deja Siberia en febrero de 1900 ya casi es Lenin. (...) digo "casi" porque aún falta un elemento importante para que Volodia termine de convertirse en el Lenin del futuro: una dosis más de endurecimiento de su personalidad que hiciese finalmente de él aquel jefe revolucionario que un día no trepidaría en recurrir al terror masivo para salvar su revolución. Esa dosis, que para siempre lo aparta de todo sentimiento y toda consideración moral que se cruce en el camino de su revolución, le será provista en agosto de 1900, durante una reunión de varios días con la vieja guardia marxista rusa, encabezada por quien había sido su gran guía ideológico a la distancia y el objeto de su admiración ilimitada, Georgi Plejánov.

Este encuentro es parte del plan de Lenin para crear Iskra. Lenin había ya organizado el núcleo de su red de agentes y contaba con seguidores y aliados entusiastas dentro del país, pero el proyecto no era posible sin involucrar de alguna manera a aquellas personas que desde 1883 habían simbolizado el marxismo ruso y que contaban con una autoridad indisputable entre los marxistas revolucionarios que formaban los círculos de lucha que ya existían en casi todos los centros urbanos de alguna importancia (...). Lenin decide ofrecerles la participación en el consejo de redacción, pero bajo el supuesto de que (...) solo sería una formalidad, ya que se entendía (...) que los verdaderos editores serían él y sus dos jóvenes amigos, Mártov y Potresov. Es con este plan bajo el brazo que Lenin deja Rusia el 16 de julio de 1900 para ir a encontrarse con su gran ídolo en Ginebra. Lenin no sabía, sin embargo, que iba en camino hacia la decepción más grande de su vida.

La reunión que Lenin y Potresov sostuvieron del 11 al 15 de agosto con Plejánov, Zasúlich y Axelrod se transformó desde el comienzo en una pesadilla para Lenin. Él mismo ha dejado un testimonio único sobre la misma en un largo texto escrito una semana después del encuentro y titulado Cómo casi se extinguió La Chispa, en el cual se desahoga con una sinceridad y manifestando unos sentimientos tan desgarrados que ni antes ni después se encontrará, ni de cerca, algo parecido en su enorme producción. Lenin se siente traicionado, humillado, utilizado, insultado de la forma más vil, "engañado y totalmente derrotado". Sus imprecaciones contra Plejánov no tienen límites y éste es descrito como un "dictador" que hace "discursos indecentes" impulsado por el "deseo de tener un poder absoluto". Su conclusión es drástica:

No había duda de que este hombre era malo, sí, malo, inspirado por motivos bajos de vanidad y orgullo personales, un hombre insincero.

Lo que había pasado es que Plejánov había sentido de inmediato un tremendo recelo ante este aguilucho, de cuyas aspiraciones ilimitadas no era difícil darse cuenta. El viejo líder vio ante sí un peligro mortal para su condición de verdadero dictador ideológico del marxismo ruso y ni por un momento estuvo dispuesto a ceder (...) Para ello Lenin no estaba en absoluto preparado. Él estaba sinceramente convencido de que su propuesta era justa y generosa (...). Lenin fue por lana pero salió trasquilado y humillado: la reunión finalizó [con] el poder sobre Iskra, es decir, la mayoría de votos en el consejo de redacción, en manos de "los viejos", con Plejánov disponiendo de dos votos para poder resolver cualquier empate que se produjese entre los tres redactores jóvenes (Lenin, Mártov y Potresov) y los tres viejos (Plejánov, Zasúlich y Axelrod).

Para Lenin todo fue un desastre, especialmente en un sentido emocional: su ídolo y objeto de su amor no sólo se había desplomado sino que había caído, con todo su peso, sobre él. Se trata de un verdadero desencanto, sólo comparable al que afecta a una persona profundamente enamorada que descubre que su amado lo ha utilizado, traicionado y humillado. Lenin mismo usa repetidamente esa metáfora para manifestar su terrible desilusión:

Mi sentimiento de estar enamorado de Plejánov desapareció súbitamente y me sentí ofendido y amargado a un nivel increíble. Nunca, nunca en mi vida, había yo considerado a otro hombre con una veneración y un respeto tan sinceros, nunca había estado delante de otro hombre de una manera tan humilde y nunca antes me habían dado un puntapié tan brutalmente (...) Es difícil describir nuestros sentimientos esa noche, sentimientos tan mezclados, densos, confusos (...) Habíamos recibido la lección más amarga de nuestras vidas, una lección dolorosamente amarga, dolorosamente brutal (...) Un joven enamorado recibe del objeto de su amor una lección amarga: hay que tratar a todas las personas "sin sentimientos", hay que tener siempre una piedra en la honda.

En su conocida biografía de Lenin, Gerard Walter comenta este encuentro de la siguiente manera:

Sentía por Plejánov algo más que admiración. Estaba, para emplear su propio lenguaje, "enamorado de Plejánov como podía estarlo de una mujer". Uliánov conservó una penosa impresión de su primera entrevista con éste. El enamorado vio en su ídolo defectos cuyo descubrimiento lo hirió dolorosamente. Falso, irascible, intolerante: así vio a Plejánov (...) No tenía más remedio que reconocer en todas las palabras de Plejánov una tendencia muy clara a ejercer un poder casi dictatorial en la futura redacción.

Uno de los más recientes biógrafos de Lenin, Robert Service, se refiere de esta manera a un texto tan sorprendente como el que estamos comentando:

Para un hombre tan pacato, esta confesión de sus sentimientos –sentimientos que no eran meramente políticos sino profundamente emocionales, con un dejo cuasisexual– es algo extraordinario. Nada parecido, ni antes ni después, ha llegado hasta nosotros. Ni siquiera las cartas a [su amante] Inessa Armand que se conservan son tan abiertas.

La intensidad de los sentimientos de Lenin indica que Plejánov se había convertido en la suma de la figura paterna y de su admirado hermano mayor. Durante largo tiempo había sido el único asidero emocional importante para Lenin, ya que él, como se espera de un revolucionario profesional, no podía tener otro amor ni otra lealtad verdadera que (...) la revolución, (...) que Plejánov encarnaba. Con su caída no quedaba para Lenin sino el amor abstracto a sus ideas, a su lucha, frente a la cual ningún afecto hacia seres humanos de carne y hueso podía medirse. En todo caso, la lección fue aprendida y sería definitiva: no confiar en nadie que no fuese él mismo, mantener los sentimientos absolutamente subordinados a la acción revolucionaria, tener siempre la piedra preparada en la honda y ser "despiadado" e "implacable" –sus adjetivos favoritos– en sus luchas políticas. Lenin había nacido.

 

NOTA: Este texto es un fragmento editado del capítulo 2 de LENIN Y EL TOTALITARISMO, de MAURICIO ROJAS, editado por Sepha. ROJAS será entrevistado por MARIO NOYA en la próxima edición de LD Libros (sábado, 16:30; domingo, 07:00).

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