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Lorenzo Ramirez

Los bonos del Estado y el bocadillo de chopped

Los inversores no creen que el Gobierno de Grecia vaya a pagar lo que debe y temen que los papelitos comprados sólo sirvan para poco más que envolver el bocadillo de chopped. Y esto arrastra al resto de países en una situación similar.

En las últimas semanas la crisis de deuda pública griega protagoniza la agenda económica de todos los días. Los diarios generalistas se han sumado a la publicación de noticias que, en la mayoría de los casos, son muy farragosas y, lejos de informar, arrojan una lluvia de cifras y porcentajes que no comprenden la mayoría de los mortales.

Es normal. No se puede pretender que un trabajador llegue a casa completamente baldado tras una jornada laboral de infarto y se ponga a estudiar economía, una ciencia que está diseñada para que los ciudadanos no la comprendan: sólo así los gobiernos y los oligopolios financieros pueden seguir estafándoles sin que sepan que les están robando. Son como vulgares carteristas, pero con traje y corbata.

Por ello, hoy me propongo explicarles de forma sencilla qué es la deuda pública y cómo hemos llegado a esta situación de crisis en las cuentas públicas. Ya verán como es más fácil de lo que parece a simple vista. Y lo voy a hacer sin utilizar conceptos extraños ni fríos números que, sin ponerlos en el contexto adecuado, no aportan nada. De hecho fomentan la desinformación para que queden desprotegidos y así puedan seguir lavándoles el cerebro.

Todo comienza siempre con una crisis financiera. Los bancos centrales –controlados por los Estados– fomentan la expansión de crédito artificial durante varios años. El nuevo dinero no está respaldado por un ahorro previo de familias y empresas, es decir, prácticamente se crea de la nada y luego es ingresado en las entidades financieras, normalmente en forma de depósitos. Los tipos de interés se mantienen así por debajo de su nivel de mercado (están intervenidos por el sector público) y, junto con la capacidad de las entidades para multiplicar el dinero, hacen que todo el mundo acceda a más fondos de los que tendría en condiciones normales. Las familias y empresas se endeudan de forma masiva.

Este crédito fácil dispara los precios de la mayoría de los productos, creando burbujas. En el año 2000 fueron principalmente los bienes tecnológicos y, en la crisis actual, los inmobiliarios. Todo se encarece mucho, pero no pasa nada, porque bancos y cajas siguen dando créditos a bajos tipos de interés. De esta forma, es más rentable endeudarse que ahorrar, porque la inflación es mayor que el coste del dinero ¿me siguen?

Después, los bancos pinchan las burbujas subiendo los tipos de interés y lo que antes era rentable deja de serlo. Es lo que ha pasado con la crisis de las hipotecas basura (subprime) en EEUU. Las familias y empresas dejan de pagar porque no pueden (o no quieren) asumir el nuevo coste de los préstamos y todos los productos financieros ligados a los bienes impagados se hunden en los mercados internacionales, porque todos estás conectados. Comienza la tormenta financiera.

Llegados a este punto, los gobernantes convencen a la población de que no se puede dejar quebrar a los bancos y aprueban "paquetes de ayuda" o "rescates" usando el dinero público que pertenece a los contribuyentes. Las finanzas entran en déficit (se gasta más de lo que se ingresa por impuestos) para salvar a las entidades quebradas. En algunos casos se nacionalizan (el Estado compra acciones) y en otras se subvencionan directamente.

Muy bien, se han evitado las quiebras y se ha salvado a los bancos alejando lo que se denomina "riesgo sistémico", pero los agujeros en las cajas públicas son notables. Lo normal en estos casos es reducir gastos y subir ingresos para taparlos. Aquí llega la segunda etapa del robo al contribuyente: el dinero debe ser repuesto y para ello se suben impuestos y se eliminan servicios públicos. Es lo que se denomina el "ajuste fiscal".

Sin embargo, hay gobiernos que en lugar de hacer este ajuste se dedican a seguir gastando en lo que llaman "medidas de estímulo". Lo hacen por dos razones: para obtener más votos en las siguientes elecciones (que bueno es el Gobierno que da dinero al pueblo) y como muestra de su fanatismo por las teorías económicas de expansión del gasto (cuyo padre espiritual es el economista John Maynard Keynes).

Pero, dirán ustedes, si la caja pública está vacía ¿de donde sacan los gobernantes el dinero? Aquí entra en liza la deuda pública. Los Estados piden créditos al exterior de una forma muy curiosa: imprimen papelitos que, a cambio de dinero inmediato, prometen devolver más fondos en el futuro. Son los bonos, letras y obligaciones del Estado. Ahora la tarea de los gobiernos es convencer a los inversores de que estos papelitos tienen valor, es decir, que van a servir para algo más que para envolver un bocadillo de chopped. De ello depende el futuro de las economías de estos países despilfarradores y derrochadores.

Cuando un gobierno no adopta medidas económicas adecuadas, maquilla sus estadísticas oficiales, derrocha el dinero obtenido mediante la venta de los citados papelitos sin ton ni son en planes que no tienen ninguna eficiencia desde el punto de vista económico (¿recuerdan el Plan E?) y sigue aumentando la diferencia entre gastos e ingresos, entonces los inversores no se creen que el Estado en cuestión vaya a pagar en el plazo acordado.

Entonces el interés de la deuda pública se dispara. La referencia que se usa para analizar este suceso es el bono a diez años. Un papelito por el cual el gobierno se compromete a pagar una determinada rentabilidad al comprador en una década. La griega supera ahora mismo el 9% y la española el 4%. Muy por encima del tipo de interés "oficial" que dictan los bancos centrales (en Europa es del 1%).

Siguiendo con la metáfora anterior, los inversores no creen que el Gobierno en cuestión vaya a pagar lo que debe y temen que los papelitos comprados sirvan para poco más que envolver el bocadillo de chopped. Y esto arrastra al resto de países en una situación similar, es decir, a España, Portugal e Irlanda. Las agencias rebajan la calidad de la deuda soberana y poco a poco los inversores van vendiendo los bonos, letras y obligaciones de estos Estados lo que esto, a su vez, genera un aumento del interés que deben abonar para vender los citados papelitos.

Es la pescadilla que se muerde la cola: la bola de nieve comienza a rodar y lo hace muy rápido. A veces es cuestión de días. La amenaza de quiebra (suspensión de pagos) es muy grande y los países deben ser rescatados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la UE si no son muy grandes (Grecia). Si el agujero es enorme, como en el caso de España, el salvamento es mucho más complicado. De hecho, España no podría ser rescatada de la misma forma que Grecia.

Y aquí llega el tercer robo a los contribuyentes, porque ¿de dónde piensan que el FMI y los países rescatadores sacan el dinero? Efectivamente, de las familias y las empresas, que son las únicas que generan riqueza con su trabajo diario. ¿Cómo? A través de subidas de impuestos. No sólo pagarán ustedes, también lo harán sus hijos y sus nietos. ¿Ven como no es tan difícil? Ahora salgan a la calle, griten, protesten y castiguen en las urnas a los ladrones. Ahora saben quiénes les están robando, aunque poco puedan hacer para evitarlo.

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