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Luis Hernández Arroyo

Una intervención necesaria

En las primeras de las numerosas reuniones habidas en el Tesoro para discutir el problema, el secretario Paulson dejó bien claro que si intervenía era con la condición de no beneficiar a los accionistas.

Naturalmente, para un liberal es muy desagradable que se nacionalicen dos entidades financieras gigantescas que se dedican a comprar y vender titulaciones hipotecarias. Sobre todo si, como dice Libertad Digital, esos bancos han estado mal gestionados porque estaban "protegidos" por el Gobierno, aunque oficialmente el estatus nunca ha estado claro, pues los accionistas eran privados. Es verdad que esta situación debería haberse acabado hace tiempo, pero se dejó pasar el mejor momento para liquidar sus privilegios y ahora parece insinuarse que la quiebra de las instituciones mal gestionadas es buena. Yo estoy de acuerdo en eso: las quiebras son buenas señales de por dónde no debe ir la inversión, pero, miren qué cosa, ahora el Gobierno estadounidense invierte cientos de miles de millones en un negocio ruinoso. ¿Será que el Gobierno republicano de EEUU es tan socialista o más que el de Madrid (y digo Madrid porque no sé hasta dónde llega ahora mismo la mano del Estado)?

No, no es eso; sencillamente, la deuda acumulada por esta "pareja de hecho" de 11 billones de dólares amenazaba con llevarse por delante el sistema financiero mundial. Sí, mundial. Si ustedes tienen el suficiente frío en los ojos como para jugar a la ruleta rusa y, entre dos riesgos asimétricos como esos (dejar caer el monstruo y que aplaste todo, o intentar que no se desencadene la quiebra sistémica mundial que desde hace 13 meses nos amenaza), eligen ustedes demostrar a toda costa que hay que ser Sansón a las duras y a las maduras, pues entonces ponga expresión de purista disgustado y critique al Gobierno americano. (Naturalmente, el Gobierno era el último interesado en este desenlace: esperaba que con el simple anuncio de la concesión de poder para intervenir no tuviera que hacerlo.)

Ahora bien, ténganse en cuenta algunos detalles que nos afectan a todos: primero, que de los 11 billones de deuda respaldada por hipotecas flotando por ahí, aproximadamente la mitad, unos 5 billones, están en posesión de bancos centrales extranjeros. Una cifra para helar el corazón del inversor más bravo. Por cierto ¿en qué bancos centrales? ¿Qué bancos centrales han vendido activos sólidos para comprar bonos de dudoso pelaje?

Segundo, que desde el punto de vista de castigo a los inversores que han confiado en FM & FM, no se preocupen, que van a pagar lo suyo: desde que se manifestaron las primeras duda, los valores de sus acciones han caído a plomo. Es más, en las primeras de las numerosas reuniones habidas en el Tesoro para discutir el problema, el secretario Paulson dejó bien claro que si intervenía era con la condición de no beneficiar a los accionistas. Claro que eso hacía imposible la recapitalización de las entidades, pese al intento de sus gestores de que sería fácil hacerlo si el Gobierno les ayudaba.

Morgan Stanley, según explica un excelente artículo del Wall Street Journal, fue contratado discretamente para que ayudar a hacer una evaluación, en la cual cifró las necesidades de recapitalización en unos 50.000 millones de dólares, dada la perspectiva de caída para el mercado inmobiliario en un año y medio. Era imposible que se recapitalizaran sin ayuda, mientras que dejarlos a su suerte era correr el riesgo de que se abrieran las compuertas que hasta ahora se han podido taponar. (Me refiero a los diques holandeses del chiste que Alan Blinder le contó a W. Buiter en el simposium de Jackson Hole para demostrarle que se equivocaba en sus críticas a la Fed.)

Todo esto da una idea de la difícil decisión que finalmente se tomó, con la mira puesta en minimizar el coste para los contribuyentes y no beneficiar a los accionistas.

Sí, es horrible que pase esto en el país más liberal del mundo. Sí, se debería haber acabado con esta anomalía hace años, como pedía la Fed. No se hizo. Pero el tiempo no es reversible y las decisiones pendientes tienen su momento. Se actúo mal, pero hacer ahora el Sansón, en plena crisis financiera, con un riesgo sistémico evidente, hubiera sido una frivolidad. Las consecuencias hubieran llegado hasta aquí, así que creo que deberíamos estar agradecidos al Gobierno estadounidense. Y, de paso, retengamos el esfuerzo evidente de honradez con que se ha hecho la operación, para compararlo con el que, irremediablemente, habrá que hacer aquí cuando nos llegue la hora de nuestra crisis bancaria.

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