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Luis Pazos

El "súper ego" divide a los partidos

El poder, como el dinero, es adictivo y en muchas ocasiones nos hace olvidar principios y lealtades porque nuestro ego se convierte en un "súper ego", que nos lleva a patear y a tratar de destruir la institución que nos dio reconocimiento.

Una de las causas por la que los partidos pierden elecciones son las divisiones internas. Algunos de sus miembros al no ser designados candidatos se convierten en enemigos del partido en el que militan y terminan al servicio de partidos opositores.

Algunos miembros son los principales defensores del partido mientras ostentan un alto puesto, pero cuando son desplazados o no son designados candidatos, olvidan sus principios éticos y consideran que sin su presencia el partido no sirve y "hay que empezar de nuevo". Esos personajes consciente o inconscientemente son utilizados y hasta financiados por otros partidos para profundizar divisiones y sembrar cizaña.

No es inmoral cambiar de partido, pero denota tener pocos principios atacar al partido que se abandona sólo porque ya no se es directivo. Si no comparto las políticas de los dirigentes de mi partido se vale renunciar y expresar mi desacuerdo, pero no convertirme en furibundo crítico de la institución a la que pertenecí y sabotear a sus candidatos sólo porque ya no soy dirigente ni candidato.

El poder, como el dinero, es adictivo y en muchas ocasiones nos hace olvidar principios y lealtades porque nuestro ego se convierte en un "súper ego", que nos lleva a patear y a tratar de destruir la institución que nos dio reconocimiento.

Ese "súper ego", que se desarrolla en los ególatras, los lleva a debilitar a las instituciones donde se formaron. Sólo quienes guardan rencores y odio en su corazón, y tienen un ego más grande que su intelecto, se convierten en enemigos de las instituciones, llámense partido, empresa o iglesia, a la cual deben su formación política, empresarial o espiritual.

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