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Maite Nolla

¿A qué hemos sido llamados?

El Palace, las chicas de La Sexta, el favor de Ansón, un año de Zapatero pidiendo árnica y cuatro de Rajoy abierto al amor político pueden más que tratar de enderezar la Generalitat que dejan Carod y Montilla hecha unos zorros.

En Cataluña se ha iniciado el traspaso de poderes. Ya saben que nuestras transiciones son del nacionalismo al tripartit y del tripartit a CiU. No salimos del nacionalismo porque así lo quiere el personal. El caso es que los protagonistas de este viernes son Duran y Carod, y no porque el Duran haya sido más duro con Zarrías que los propios del PP, en un guiño nada disimulado de cara al futuro, sino porque el primero se niega a ocupar el cargo que abandona el segundo.

El 28 de noviembre los electores catalanes nos enfrentamos a la posibilidad real de que el cargo de conseller en cap fuera ocupado por Duran o por Carmen de Mairena. Y es que pese a obtener más votos que UPyD, Carmen de Mairena no pudo cumplir con su propósito de ser consellera en cap –o conseller, para qué engañarnos– de la Generalitat. Era de los pocos políticos que se presentaba a las elecciones con las cartas sobre la mesa manifestando claramente cuál era su voluntad. Y como les decía, otro de los políticos sobre los que planeaba la ocupación del mismo cargo era sobre el líder socialcristiano, Duran i Lleida; pero en su caso, como una condena. La cuestión es que Artur Mas sigue sin resolver la relación con su partido adosado, aunque hoy en día difícilmente se pueda llamar problema y menos aún ahora que han vuelto al poder y que volverán a ocupar departamentos y, a partir de junio, ayuntamientos y diputaciones; habrá para todos. El problema entre Convergencia y Unió ha quedado reducido al protagonismo de Duran y el nivel de tolerancia de Mas con ese protagonismo. Por eso Mas le propone como conseller en cap. Es más, dice que sólo disfrutaremos de esta figura si el cargo lo ocupa Duran. Ante un órdago de tal magnitud, Duran, después de una reflexión profunda, de valorar dónde puede servir más a nuestro pequeño país y de determinar a qué ha sido llamado en política, ha decidido que tururú y que se queda en Madrid. El Palace, las chicas de La Sexta, el favor de Ansón, un año de Zapatero pidiendo árnica y cuatro de Rajoy abierto al amor político pueden más que tratar de enderezar la Generalitat que dejan Carod y Montilla hecha unos zorros. Había que optar entre servir a Cataluña en Madrid o en Barcelona, y se ha decidido por la política de verdad. Más aún habiendo cumplido el objetivo de que Convergencia vuelva al poder, y sea, de nuevo, esa empresa que gestiona la autonomía de los catalanes.

Ante la negativa de Duran a desprenderse de su posición en Madrid, el cargo que hasta la fecha, con otra denominación, ocupaba Carod, ni siquiera aparecerá en la próxima remesa de decretos de reestructuración, que así se llaman. Y es que en el mismo día de la negativa sacrificadísima de Duran, Carod ha roto su silencio para utilizar la misma técnica de exención de la responsabilidad política que los del sector catalanista del PSC. Resulta que Carod ha decidido que él no tiene culpa en la derrota de su partido. Cuatro años de vicepresidente, responsable de un departamento entero, de los delegados territoriales, de la diplomacia catalana, del deporte nacionalista, y para Carod lo del 28-N es como para Montserrat Tura o para Castells lo de Montilla: la culpa es de Puigcercós. Visto este proceder honorable es normal que Duran no quiera volver por aquí.

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