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Maite Nolla

Demasiado demasiado

Que el espionaje fuera práctica habitual del socialismo en los noventa y paso previo al nombramiento como presidente de una caja de ahorros no quiere decir que el actual Gobierno, digno de toda sospecha, se esté comportando como entonces.

Por prudencia, el Defensor del Pueblo, nada sospechoso en este aspecto, ha decidido esperar a que el Tribunal Constitucional resuelva el recurso contra el estatuto de Cataluña para impugnar la ley de educación. Así se lo habían pedido algunas asociaciones, a las que igual ustedes conocen porque acudieron al Parlament a defender una iniciativa legislativa popular, con la vergonzosa ausencia de la mayoría de los diputados, moderadísimos y muy demócratas. No estoy yo muy de acuerdo con esta decisión, ya que eso supone pensar que el Constitucional va a resolver algún día y supone, también, tener alguna esperanza en que cuando lo haga no convierta a la pobre Constitución en miss camiseta mojada.

Esta decisión alivia al Partido Popular, que, últimamente, en los asuntos que tienen que ver con Cataluña no es que viva en el alambre, sino que habita en el pincho. En contra del criterio de los marginados Gabriel Elorriaga o Daniel Sirera, el PP se ha apresurado a apuntarse al carro de la prudencia y a esperar a que el Tribunal resuelva, quitándose un problema del medio y dando la razón a los y las jetas que, siendo diputados del PP en el parlamento autonómico, se ausentaron de la votación de la ley de educación. Además, permite a Rajoy mejorar su imagen en Cataluña, o eso se cree él, después de manifestar lo de que España tiene un problema de incomprensión con Cataluña y asumir el ideario nacionalista en la materia. Efectivamente, poca comprensión y poco conocimiento tienen los políticos españoles de lo que supone el nacionalismo catalán, por muy de derechas y muy católico que se proclame.

Esta táctica de sincera rendición no casa en absoluto con la salida tremenda de la secretaria general del PP con el asunto de las presuntas escuchas. Ultra-duros e implacables por un lado, ultra-acomplejados y temerosos por otro. Más le vale a la señora secretaria general tener pruebas de lo que dice o su carrera política va a durar menos que la mía. Que el espionaje fuera práctica habitual del socialismo en los noventa y paso previo al nombramiento como presidente de una caja de ahorros no quiere decir que el actual Gobierno, digno de toda sospecha, se esté comportando como entonces.

En todo caso, la imagen de la secretaria general del PP denunciando el supuesto espionaje resta credibilidad a sus acusaciones; con un micro de EFE, la playa de fondo y aspecto de acabar de subir de pegarse un bañito, con el Delialpantalla total, la barca Sevylor aparcada, la esterilla y la toalla.

Como rezaba el editorial de Libertad Digital del viernes, demasiada improvisación, demasiada contradicción, demasiada supuesta defensa de la democracia y demasiada dejación donde esa defensa es más necesaria. Demasiado ridículo, en definitiva.

En España

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