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Manuel Llamas

El peor enemigo del Estado Islámico

La fuerte caída del precio del petróleo ha sido, de lejos, el mayor golpe que han recibido hasta el momento los terroristas.

La fuerte caída del precio del petróleo ha sido, de lejos, el mayor golpe que han recibido hasta el momento los terroristas.

Ni la presión de la comunidad internacional, ni los bombardeos ni las operaciones militares sobre el terreno: el mayor golpe que ha recibido hasta la fecha Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) es el histórico e inesperado desplome que ha registrado el barril de petróleo en los últimos meses, ya que la venta de crudo sigue siendo la principal fuente de ingresos de este grupo terrorista.

El pasado verano, y luego de una contundente ofensiva en Siria e Irak, el ISIS se hizo con el control de un creciente número de campos petrolíferos, con una capacidad de producción que podría rondar ya los 160.000 barriles diarios. Tomando como referencia la cotización internacional de 100 dólares que se llegó a alcanzar hace escasos meses, ese volumen de crudo arrojaría unos ingresos de 16 millones de dólares al día.

Sin embargo, al operar en el mercado negro, los terroristas se ven obligados a aplicar una sustancial rebaja, de hasta el 70%, para poder vender su producción, de modo que sus ingresos por esta vía alcanzaron, como máximo, unos 6 millones diarios (180 millones al mes). Una cantidad más que sustancial, de todas formas, para financiar su expansión territorial y subyugar a la población que ha caído bajo su yugo.

Tal y como relataba a la CNN Luay al Jatib, el director del Instituto de Energía de Irak, el Estado Islámico ha reutilizado las tradicionales rutas de contrabando que, desde los tiempos de Sadam Husein, emplearon los regímenes de Siria e Irak para vender petróleo a través de Jordania, Irán y Turquía, evadiendo así las sanciones internacionales. El atractivo precio ofertado por los terroristas y la facilidad para transportar el crudo de forma segura, mediante redes comerciales ilícitas en las zonas que están bajo su control, convirtieron el oro negro en la principal vía de financiación de este grupo.

En este sentido, de poco o nada ha servido el conjunto de prohibiciones y sanciones decretado por los organismos multilaterales y la alianza internacional que lidera Estados Unidos, puesto que el ISIS no es un Estado al uso y, por tanto, opera al margen de los cauces oficiales. Ni siquiera la ofensiva aérea lanzada hace algo más de tres meses por Washington ha logrado frenar a esta organización. Así, aunque los bombardeos y los ataques con misiles han puesto al ISIS a la defensiva en Irak, no han tenido el mismo impacto en Siria, convertida ahora en el gran bastión de los yihadistas. De hecho, el territorio sirio controlado por el ISIS se ha más que triplicado desde septiembre.

Pero lo que no han podido los todopoderosos Estados occidentales lo están consiguiendo las siempre difusas fuerzas del mercado, al menos a nivel económico-financiero. La fuerte caída del precio del petróleo ha sido, de lejos, el mayor golpe que han recibido hasta el momento los terroristas. Desde el pasado verano, el precio del crudo se ha desplomado un 50%, hasta rondar los 40 dólares por barril, lo que ha dañado los ingresos petrolíferos de ISIS en una proporción similar.

Su estrategia de conquista y dominación se sustenta en el mantenimiento de una amplia fuerza militar, la imposición del radicalismo islámico en las zonas bajo su control y, sobre todo, el dinero procedente de la venta de petróleo, para financiar tanto su ejército como su estructura territorial. La abrupta reducción de ingresos derivados de la caída del crudo supone un grave problema para el Estado Islámico, pues, en caso de que mantenga intacta la financiación de su estructura militar, tendrá que reducir las partidas destinadas a infraestructuras y proyectos sociales, lo que comprometerá el apoyo que haya podido recabar en los territorios conquistados gracias a la abundancia de petrodólares.

Además, sus vías para incrementar ingresos son limitadas, ya que la ley islámica le impediría una subida generalizada de impuestos y las donaciones de los seguidores y simpatizantes desde el extranjero difícilmente compensarán las pérdidas derivadas del crudo. Por otro lado, la falta de recursos se podría traducir en un incremento sustancial de las extorsiones y los secuestros.

Por último, es probable que los terroristas cambien su objetivo militar y traten ahora de hacerse con nuevos pozos en Irak; pero si no lo consiguen se verían forzados a recuperar las típicas tácticas de insurgencia que desarrollaron antes del verano, cuando carecían de hidrocarburos, lo que podría llevarles a restringir o, en última instancia, abandonar estrategia militares convencionales.

Pase lo que pase, lo único cierto a día de hoy es que el Estado Islámico atraviesa su primera crisis financiera de relieve, pues el descenso del precio del petróleo le ha afectado incluso más que a Rusia o a Venezuela. Así pues, el abaratamiento del crudo no sólo es una excelente noticia económica, también para la lucha contra el terrorismo islámico.


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