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Marcelo Birmajer

La causa invertida

No son el colonialismo ni la discriminación la raíz del terrorismo, es la propia y autónoma decisión de los terroristas de eliminar la democracia.

No son el colonialismo ni la discriminación la raíz del terrorismo, es la propia y autónoma decisión de los terroristas de eliminar la democracia.

El asesinato de 12 caricaturistas a manos de dos fundamentalistas islámicos en la redacción de Charlie Hebdo, en París, Francia, nos ha dejado sumidos, además de en un profundo dolor, en el estupor. Un diagnóstico repetido entre los comentaristas de la prensa occidental es que los terroristas son producto de una situación de injusticia padecida por los musulmanes de Europa en particular y el mundo islámico en general. También se rastrea en la historia: desde el tratado Sykes-Picot de 1916 hasta nuestros días.

Según esta hipótesis, la masacre fue una revancha de efecto retardado contra el colonialismo europeo. La primera inversión de la causa es que mientras los islamistas publicitan los balazos y las decapitaciones, los analistas occidentales intentan justificarlos considerándolos "víctimas del sistema": la "terrible" Unión Europea o el colonialismo, que ya lleva perimido medio siglo. Lo cierto es que en ningún país de África o el mundo árabe tienen los musulmanes más derechos civiles que en las democracias europeas, y la violencia interárabe, o interafricana, que incluye las torturas, el canibalismo, las violaciones masivas y los intentos de exterminio, ya sea en Sudán o Ruanda, es siempre peor que cualquier injusticia europea para con su población musulmana.

No son el colonialismo ni la discriminación la raíz del terrorismo, es la propia y autónoma decisión de los terroristas de eliminar la democracia, porque la consideran pecaminosa y peligrosamente contagiosa. Otro argumento repetido es que el terrorismo islámico se ramificó e intensificó debido a la incursión de George W. Bush y sus aliados en Irak en 2003. Pero… el peor atentado terrorista islámico fue contra las torres Gemelas, en 2001, dos años antes. La incursión fue una reacción bélica contra el ataque, no su causa.

Desde las propias agrupaciones islámicas legales, como la liderada por Anjem Choudary, se escucha la definición de que la nueva tapa del semanario francés, otra caricatura de Mahoma, es "una declaración de guerra". Es decir, que citar a Mahoma y Alá para decapitar, convertir, exiliar y asesinar a sangre fría no es una herejía ni motivo de excomunión o de declaración de guerra. Sólo dibujarlo es un casus belli. Los asesinos que mataron a los caricaturistas franceses exclamaron: "Hemos matado a Charlie Hebdo". Que es equivalente a decir hemos matado al pato Donald o a Alfred Neuman (el personaje protagónico de la revista Mad). Realmente creen que Charlie Hebdo es una criatura, ya sea humana o metafísica; le adjudican una forma de existencia susceptible de ser eliminada como se mata a una persona. Hamás dice en su carta fundacional que los árboles advertirán a los buenos musulmanes cuanda un judío se esconda detrás de su tronco, para que los creyentes puedan matarlo. No es una metáfora: es una convicción y un pronóstico. Pero no son pocos los analistas occidentales que sugieren que se trata sólo de un modo distinto de pedir paz y justicia.

Les están gritando en la cara que los quieren matar por existir, por divorciarse, por escribir en libertad, por elegir sus opciones sexuales entre adultos, por circular; pero los analistas invierten el mensaje: es un pedido de comunicación intercultural. Quizás los colonizados no son precisamente los fundamentalistas islámicos, sino el sentido común de muchos analistas de Occidente.

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