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María Clara Ospina

País fracturado

Se desconfía de Lima. Una gran parte de la población exige la descentralización. Considera que el trato que han recibido de la capital y de sus gobernantes ha sido injusto; que han sido ignorados, abandonados.

Alan García obtuvo la mayoría en la populosa Lima, pero solo en 10 de los 24 departamentos del Perú. Le dieron el triunfo los estados de la costa norte y los del centro, Pasco y Ucali. Estos estados, en su mayor parte, están habitados por lo que se considera en Perú "los blancos", o sea de origen español.

Ollanta Humala, candidato de la Unión por Perú, ganó en los restantes 14 estados, los más pobres del país y en los cuales los indígenas son mayoría, pero perdió en la populosa Lima en donde nunca gozó de mucha simpatía y a cuyos habitantes logró asustar del todo con una frase pronunciada en el discurso de cierre de campaña: "Todo Lima va a temblar (...) y van a tener que aceptar la soberanía del pueblo peruano" (sic). Esa frase es un resumen del grave problema destapado por estas elecciones en Perú, una profunda fractura del país y un gran rencor racial y regional. Se desconfía de Lima. Una gran parte de la población exige la descentralización. Considera que el trato que han recibido de la capital y de sus gobernantes ha sido injusto; que han sido ignorados, abandonados. Para muchos la población indígena que vive en la miseria se ha convertido en la población invisible, la que nadie quiere ver.

Esto no es nada nuevo, es algo que se ha venido cocinando desde la conquista, desde el mismo nacimiento de la nación. El maltrato que los indígenas recibieron de los conquistadores quedó marcado de manera indeleble en su idiosincrasia. Su condición tampoco mejoró gran cosa en la Republica. Sin ir más lejos, aun hoy se les niega el derecho a usar su idioma, quechua o aymará, en las cortes de su país, al igual, que con tantas otras acciones diarias que van en su detrimento.

Los departamentos en donde hay una mayoría indígena, la sierra encabezada por Puno, el sur por Arequipa, el corazón por Ayacucho y la selva amazónica, votaron abrumadoramente por el candidato Ollanta Humala, más como un grito de hambre, una protesta contra el establecimiento, el centralismo, la ineficiencia y la corrupción; no por un verdadero convencimiento de que Humala fuera el hombre para dirigir los destinos del país.

Alan García tendrá que hallar una solución rápida y efectiva para, por lo menos, aliviar la pobreza y la furia que agobia una gran parte de la población. Tendrá que encontrar la manera de solucionar esta fisura étnica, social y regional que amenaza con dividir al país. Y todo esto sin la colaboración de Humala, quien solo parece, después de la derrota, dispuesto a ahondar aún más el problema.

Valga decir que en estos primeros días, como presidente "virtual", García no lo ha hecho mal. Busca concertación, habla de prestar especial atención al sur andino y está actuando con prudencia y sin su característica soberbia. Ojalá nos sorprenda a todos positivamente y sus medidas palabras se conviertan pronto en claras acciones que formen ciudadanos y fortalezcan la democracia.

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