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Mark Steyn

El negrismo del clérigo de Obama

Si un hombre blanco hubiera aparecido en la televisión nacional y pronunciado las palabras de Wright, su vida pública habría terminado de golpe, y también la de cualquiera lo bastante imbécil como para pasar 20 años en compañía suya y casarse por obra y g

Si usted se detiene a leer un discurso de Barack Obama, observará que, al margen de los típicos clichés narcisistas como "somos los que hemos estado esperando" y "Washington debe rescatar a la gente, no hundirla," casi todo lo que dice son..., bueno, chorradas. Y no me refiero a esos momentos en los que se deja llevar y anuncia que su Administración "detendrá la importación de todos los juguetes procedentes de China". Sucede que yo no estoy en desacuerdo con esa política. Resulta que más del 80% de los juguetes americanos están fabricados en la República Popular.

Esto, que podría ser apropiado teniendo en cuenta el tufo a coacción totalitaria que desprende Barney el Dinosaurio [el representante demócrata Barney Frank, conocido por su izquierismo], no puedo decir que me sienta completamente cómodo subcontratando la inocencia norteamericana a los carniceros de Tiananmen. Para empezar, en caso de guerra chino-americana, Pekín tendrá la quinta columna definitiva dentro de Occidente: Los infantes de la nación, resentidos por ver recortada la duración de sus Elmos de Barrio Sésamo y sus Bob Esponjas, se descolgarán por las tuberías al caer la noche con máscaras de jockey y volarán las estaciones eléctricas para precipitar el día de la liberación.

Pero olvide eso. Obama no habla en serio. Peor que la demagogia traída por los pelos son algunos de los lapsus accidentales del senador cuando habla de su visión del mundo. Por ejemplo: "En lo que respecta a la sanidad, las farmacéuticas no van a renunciar fácilmente a sus beneficios."

¡Vaya!, ¡qué razonables son! Pero exigir que prescindan de sus beneficios "fácilmente" le parece muy fácil a él. Hasta que escribió su reciente bestseller, el concepto de "beneficio" era algo completamente teórico en la vida del senador Obama. En palabras de su esposa, los Obama "abandonaron el sector privado de América, que es en gran medida lo que os pedimos que hagáis los jóvenes. No vayáis al sector privado." Eso mismo hizo Barack. En su lugar, se convirtió en "organizador comunitario", sea cual sea el significado de eso. Se mire por donde se mire, es un puesto de trabajo del cual la mayor parte de las comunidades funcionales puede prescindir. No creo que el hecho de que cada "organizador comunitario" de los peores 48 estados fuera trasladado a un atolón de la Antártida supusiera diferencia alguna para la vida de esta gran república. Por otra parte, si las farmacéuticas de América ya no tuvieran beneficios, eso sí que supondría una gran diferencia.

Sobre el papel, el sonido de Barack Obama se asemeja al de cualquier marxista universitario tardado tanto como el de cualquier otro candidato de su partido. Pero, como digo, eso sucede cuando se leen sus palabras sobre el papel. Cuando se le escucha en ese tono de suave barítono que haría sonar el "¿Quiere patatas de guarnición?" como un cambio en el que se puede creer, todo es estupendamente razonable y moderado, homogéneamente modulado.

Pensaba en la "Técnica Obama" mientras veía en la televisión a Jeremiah Wright. El clérigo de cabecera de la campaña de Obama saltó a los titulares debido a una media docena de entretenidos lemas. El senador se vio obligado a anunciar que, lamentablemente, no se encontraba en el templo el domingo del Dios maldiga a América, ni tampoco el domingo de la conspiración del SIDA para matar a los negros, ni durante el servicio religioso del América provocó el 11 de Septiembre. Además, los defensores de Obama explicaron la curiosa elección de consejero espiritual del senador diciendo que las manifestaciones del predicador han sido "sacadas de contexto".

De manera que el Reverendo Wright puso el contexto. Se fue a la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color, al Club Nacional de la Prensa y a la CNN y compañía para explicar que sus discursos en directo, transmitidos con barrocos errores de cobertura informativa, le hacían un favor a su chico Barack. El reverendo sí manifestó sus impresiones sobre los Kennedy y dijo que blancos y negros poseen distintos ritmos de aprendizaje, algo que atribuyó a diferencias genéticas: los negros tienen "cerebros del hemisferio derecho" y los blancos "cerebros del hemisferio izquierdo". Asimismo, los negros poseen una vibrante tradición oral que se remonta a las tribus africanas, que en realidad fueron los primeros intérpretes hip-hop. En cambio, Mozart escribía sus sinfonías sobre papel, lo cual está muy bien pero, hagámonos a la idea, el señor del pelucón maquillado no tenía la más remota noción de ritmo. Estoy parafraseando, pero no mucho.

Cada salida de tono del reverendo Wright se subraya con la premisa de que estos rasgos son inherentes, es decir, que no hay cultura ni educación que pueda disolverlos. Presumiblemente ninguna cantidad de dinero público ni de discriminación laboral positiva a favor de los negros podrá deshacerlos, aunque el reverendo no llegó a tratar ese punto. Si un hombre blanco hubiera aparecido en la televisión nacional y pronunciado las palabras de Wright, su vida pública habría terminado de golpe, y también la de cualquiera lo bastante imbécil como para pasar 20 años en compañía suya, casarse por obra y gracia suya, además de confiarle la formación religiosa de sus hijos.

Sin embargo, también la cultura de los blanquitos también es rica en tradición oral. Contamos con Homero, por no mencionar los cuentos infantiles medievales, conocidos por muchos a principios del siglo XXI. Lo que ocurrió es que el hombre blanco se imaginó que para ganar dinero debía poner las cosas por escrito y contratar a un abogado para hacer valer sus derechos de autor. Pero la idea de que los artistas negros están biológicamente condicionados por su "tradición oral" a ser el chulo callejero medio desquiciado que se pasea por el vertedero del callejón de atrás le habría parecido absurda, digamos, a Scott Joplin. Duke Ellington tiene más que ver con Ravel que con Snoop Dogg.

La mejor refutación de las tesis de Wright es su protegido. Si Obama hubiera continuado la tradición vernácula de su pastor, disfrutaría de cifras de popularidad de un solo dígito. Creo que el senador está transformándose en una figura trágica, un hombre que nace libre de las amarguras de la experiencia afroamericana y que por elección se sumerge en el tóxico contenedor del neo-segregacionismo.

Cuando a Obama se le desprende la máscara y se pone a pronunciar sus observaciones execrables sobre la sanidad, uno obtiene una impresión de primera mano de lo limitado del mundo en el que ha pasado su vida adulta. Pero las candidaturas políticas tienen que ver más con música que con la letra. Y, en cuanto abre la boca para cantar, el barítono Obama es tranquilizador y somnífero, aunque su acompañamiento está hermosamente orquestado. Tonalmente, es el Nat "King" Cole de los candidatos políticos, lo cual sugiere que al menos conoce las limitaciones de las demenciales teorías raciales del Reverendo Wright en materia de autenticidad vernacular.

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