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Mark Steyn

Inmigrantes, gemelos y 72 vírgenes

El Caribdis de las deportaciones en masa es un monstruo mítico: no existe. Ningún político lo defiende y ninguna agencia del Gobierno es capaz de llevarlas a cabo. De hecho, ni siquiera existen las deportaciones en no-masa.

Hay tantas noticias que resulta difícil encajarlas aquí todas. Veamos tres. En Gaza, la Yihad Islámica está planeando enviar oleadas de mujeres terroristas suicidas a la acción contra la Entidad Sionista. Preguntado por un reportero israelí si las auto-detonantes damas disfrutarían también de 72 vírgenes como los caballeros, un académico árabe decía que no, pero que serán atendidas en el Paraíso por "enanos". Blancanieves tenían siete, pero no está claro si Bombanieves obtendrá los 72: Dormilón, Gruñón, Enfadado... y así hasta Incendiario, Antialcohólico y Antisionista.

Procedente de Sikeston, Missouri, llega la conmovedora historia de una niña de tres años y de Raymon y Richard Miller, dos hermanos que resultaron ser el padre y el tío de la susodicha. Desafortunadamente, no saben cuál es cuál. Hace cuatro años, Holly Marie Adams, que se encontraba en la ciudad por un rodeo, "durmió" con ambos el mismo día. Y a su debido tiempo, al descubrir el esplendor de su vientre, decidió que Raymon era el padre y le exigió una pensión por manutención.

Raymon decidió que se veía a sí mismo más como tío que como padre, por lo que arrastró a su hermano al tribunal. ¿Qué mostraron los resultados del ADN? Bueno, dado que son gemelos idénticos, existe una probabilidad del 99,5% de que Raymon sea el padre y una del 99,5% de que lo sea Richard. Y puesto que ambos reclaman ser el tío, esos resultados no les sirven a ninguno. Naturalmente, Raymon quiere que el estado de Missouri asuma la pensión por manutención. Técnicamente, el estado de Missouri no "durmió" con Holly Marie Adams, aunque si hubiera estado también en la ciudad por esas fechas, seguro que sus probabilidades hubieran superado el 50%.

Teniendo en cuenta que ninguno de los hombres quiere ser el padre en ningún sentido significativo, el famoso veredicto del juicio de Salomón podría servirles a ambos, aunque quizá no a la niña. La única que ha expresado algo de cálido sentimiento familiar ha sido la madre de los hermanos, que dijo: "Me sentí como si hubiera ganado una nieta pero perdido a mis hijos."

Por último, tenemos la "exhaustiva ley de reforma de la inmigración" consensuada por ambos partidos en Estados Unidos. Solamente porque esta noticia aparezca destacada en primera plana no significa que no sea tan demencial como el material de página 27 que hemos visto hasta ahora. El artículo de Peggy Noonan en el Wall Street Journal sobre el particular llevaba como subtítulo: "¿Fronteras abiertas? ¿Deportaciones en masa? ¿Qué tal algo de sentido común en su lugar?"

Desde luego, todo el mundo quiere sonar razonable y ser el tipo que traza el curso intermedio entre la Escila de las fronteras abiertas y el Caribdis de las deportaciones en masa. Pero éstos no son peligros equivalentes. El Caribdis de las deportaciones en masa es un monstruo mítico: no existe. Ningún político lo defiende y ninguna agencia del Gobierno es capaz de llevarlas a cabo. De hecho, ni siquiera existen las deportaciones en no-masa. Adelante, inténtelo. Vaya a su oficina local de inmigración y diga: "Hola, chicos. Aquí estoy. Soy un inmigrante ilegal, no tengo ningún derecho a estar aquí, he violado la ley durante veinte años, pero he visto la luz y quiero que me deportéis a México, Yemen o lo que sea". Los tipos de inmigración le contestarán: "Deje su nombre, dirección y número de teléfono y estaremos con usted en cuestión de una década o tres."

Pero la Escila de las fronteras abiertas sí existe. Es la situación real. ¿De qué otro modo se puede llamar a que una población del tamaño de la de Bélgica (estimando por lo bajo) o la de Australia (el por arriba) entra ilegalmente en su territorio? ¿Y que hay con la connivencia de múltiples agencias estatales, por no mencionar a esos municipios se declaran orgullosamente "ciudades asilo"?

En el rico tapiz de la vida, es obligado que haya preguntas para las que no hay buenas respuestas como, por ejemplo, esa demanda por paternidad de Missouri. Así es como prefieren hablar de inmigración los defensores del "compromiso consensuado": es asunto peliagudo sin ninguna solución ideal y sólo los extremistas buscarían una perfección teórica como son las "deportaciones en masa".

Vale. ¿Pero qué le pasó a la deportación en no-masa? No mucho después del 11 de Septiembre me encontraba por casualidad dirigiéndome al norte por la I-87 entre Plattsburgh y Montreal. En el paso fronterizo de Champlain, Nueva York, a Lacolle, Quebec, observé que había florecido lo que parecía ser un mini-campo de refugiados. Como no se ve con frecuencia a numerosas multitudes haciendo cola para entrar en Canadá, pregunté al funcionario de inmigración qué estaba pasando. Puso los ojos en blanco y me explicó que la mayor parte de todos los que esperaban para entrar procedían de Pakistán. Como consecuencia del 11 de Septiembre, las autoridades habían cogido a varias personas de interés en la zona de la ciudad de Nueva York. Fueran terroristas o no, ciertamente habían violado la ley de inmigración, superando el plazo de los visados y demás. Como resultado, otros muchos inmigrantes ilegales procedentes de países musulmanes habían concluido que era hora de liquidar sus activos y salir pitando a la frontera. En otras palabras, el arresto de una cifra relativamente pequeña de personas mandó a miles huyendo a Canadá. Como diría esa abuelita de Missouri, no hay que verlo como la pérdida de un ilegal paquistaní, sino como un nuevo vecino canadiense.

De modo que la pregunta es: ¿por qué la aplicación de la legislación norteamericana de inmigración se encuentra en algún punto entre mínimo e inexistente? Según algunas estimaciones, la mitad de todos los ilegales han llegado bajo la guardia de George W. Bush, es decir, entraron ilegalmente en una nación en guerra con fronteras supuestamente en alerta "naranja" permanente.

Por volver al premio de los 72 vírgenes, hasta el más pirado de los imanes incitadores a la yihad comprende que la naturaleza humana responde a los incentivos, a la transacción entre obligaciones y recompensas. Pero la ley de inmigración es todo recompensa sin ninguna obligación. La única cláusula que importa es la primera: el estatus legal de residencia a prueba que será conferido por la ley en el momento de su aprobación. Todo lo demás –las provisiones  sobre agentes fronterizos y barreras de seguridad que supuestamente "activan" los visados Z y después las tarjetas verdes– son tonterías, la mayor parte de las cuales nunca tendrán lugar. Si es usted un "sin papeles", no se preocupe de si su visado le llevará a la ciudadanía dentro de quince años o no: lo que importa es cruzar la frontera de ilegal a legal, lo cual en esta ley sucede primero, sucede instantáneamente y sucede irreversiblemente, a todos los efectos. Todo lo demás es parafernalia política de Washington.

Ese caso de Missouri debería recordarnos que, en una sociedad rica, los problemas más peliagudos son normalmente consecuencia de elecciones morales. Insertar la violación de la ley en el corazón de la inmigración norteamericana y permitir que metastatizara por la sociedad en general fue perverso y debilitador. La mayor parte de los estadounidenses lo ven de manera diferente a Washington o Wall Street. Están a favor de la inmigración, pero no la ven como un simple tecnicismo, un pedazo de papel del Gobierno; después de todo, sentirse americanos es central para su propia identidad. Critican acertadamente el desprecio que manifiesta la ley no solamente hacia un Gobierno de la República pequeño, honesto y transparente, sino hacia el privilegio de ser americano. Feliz Día de los Caídos.

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