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Marta Pérez-Cameselle

¿Cuál es su convicción?

Las leyes injustas tienden a contaminar la conciencia de las personas a las que van dirigidas, porque el derecho positivo no por llamarse derecho es necesariamente justo, legítimo.

Los miembros del Gobierno presumen de progresismo... y en esa convicción se apoyan defendiendo el aborto como un derecho. Pretenden institucionalizarlo y con ello un fin más ambicioso, el de provocar un cambio sociocultural, hecho de una trascendencia tal que no debe menospreciarse. No tratan de incidir sólo en los casos particulares, el de aquellas madres embarazadas que lleguen a plantearse la posibilidad del aborto, sino también, incidir en toda la sociedad, transformarla a su gusto. Estamos ante todo un proyecto de ingeniería social: que el aborto inducido sea visto como algo natural. Y de eso, a que al final sea tomado como algo deseable, incluso bueno, sólo hay un paso: y si no, qué nos sugiere al final todo derecho...

Y llaman progresismo a la degradación del valor objetivo del ser humano, porque si al final se llega a dar al aborto la categoría de derecho para la mujer, legalmente se dejará de valorar como antes la vida del ser humano, de todo ser humano, sea cual sea su circunstancia y condición: su sexo, su raza, su cultura, su religión, su inocencia... Un mensaje revestido de legalidad que tendrá consecuencias, calará en la sociedad.

Ese es precisamente el caldo de cultivo que ya se está intentando crear, que cada vez para más personas la vida humana tenga un valor inferior, al no considerarse irrenunciable su protección desde el primer instante en el que ésta comienza. ¿Y a esa degradación la llaman progreso? También en un pasado no muy lejano, la legislación de un país pasaba por alto el valor de seres humanos por el hecho de pertenecer a un pueblo, y a los que se les quería exterminar ante el beneplácito de unos y la indolencia o, cuando menos, la inacción de otros. Y desgraciadamente hay más ejemplos históricos y actuales. Este tipo de mentalidad, de quien se ha rendido a la despersonalización, aunque no haya sido plenamente consciente de ello, es la que se genera cuando existen leyes injustas. Las leyes injustas tienden a contaminar la conciencia de las personas a las que van dirigidas, porque el derecho positivo no por llamarse derecho es necesariamente justo, legítimo. Por el contrario, las leyes justas tienden a ennoblecer a la persona, enaltecen su condición, también, aunque no se sea plenamente consciente de ello. Desafortunadamente, no todo lo legal es legítimo, pero debería serlo. Cuando no lo sea, al menos, siempre habrá gente que tenga la convicción de que se debe denunciar esa injusticia. Especialmente en aquellos casos en los que la convicción moral en defensa de la justicia sea superior, y no existe mejor ejemplo que cuando se defienda la vida de aquellos seres humanos inocentes que por sí solos no pueden defenderse.

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