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Marta Pérez-Cameselle

Más que descreídos, cobardes

A poco que se detenga uno a pensar en sus "razones" se dará cuenta de que lo que a estos tipos les molesta –más exacto sería decir "les revienta"– no es la religión en sí, sino una sola religión: la cristiana, y particularmente, la católica.

Existe una vasta separación entre el que libremente no cree, respetando las libres creencias de los demás, y el que no cree, haciendo también uso de su libertad pero con evidente desagrado hacia los que libremente sí creen y arremetiendo con saña contra éstos a base de insultos y vejaciones.

A nadie se le debería imponer una fe o creencia, al menos eso ocurre con el cristianismo. Suele ser también habitual en estos individuos tan "tolerantes" un lenguaje que aspira a ser burlón, aunque tan sólo se queda en vulgar y grosero. Da la impresión de que piensan que recreándose con todo tipo de barbaridades –dichas al peso, parece ser la medida en estos casos– consiguen ser graciosos, a lo mejor, ¡ilusos!, acaban creyéndose ingeniosos. Pero lo que destilan es tan sólo resentimiento, odio, aparte de zafiedad.

Podría uno llegar a preguntarse: ¿por qué les molesta tanto la libertad en los demás? ¿Por qué se empeñan tanto en imponer su falta de creencias? Sin embargo, esa falta de creencias es más aparente que real, porque a poco que se detenga uno a pensar en sus "razones" se dará cuenta de que lo que a estos tipos les molesta –más exacto sería decir "les revienta"– no es la religión en sí, sino una sola religión: la cristiana, y particularmente, la católica. No se trata por tanto de una reacción natural de quien profesa el ateísmo, sino de quien profesa el anticatolicismo. No se entiende de otro modo tanta inquina y, a la vez, tanta despreocupación, apuntando con bala sin temor alguno a sufrir represalias, como si estuvieran en una especie de "barra libre" de improperios, careciendo, entre otras cosas, del mínimo de educación que debería autoexigirse cualquier periodista en honor a su profesión.

Ahí precisamente está el quid de la cuestión: no temen represalias. De otro modo no tendría explicación por ejemplo que se atrevan a tachar de homófoba a la Iglesia Católica –que exclusivamente se dirige a quienes libremente deciden comulgar con su Fe–, sin escatimar contra ella todo tipo de ofensas y omitiendo por otro lado mencionar a otras religiones en donde también se prohíben expresamente las prácticas homosexuales. ¿Se atrevería a hacer lo mismo con otras religiones? No lo creo. Por eso mismo, a los de esta calaña, el traje que más les ajusta es la cobardía.

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