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Marta Pérez-Cameselle

Una imagen vale más que mil palabras

España ha tenido también un enorme privilegio: ser justamente el país anfitrión en la JMJ de agosto de 2011, en un contexto como el actual, de crisis económica internacional.

Han sido en este sentido, tremendamente expresivos, los actos de la JMJ en Cuatro Vientos. España ha sido el país de referencia en todo el mundo durante la JMJ. Millón y medio de jóvenes procedentes de 193 países han visitado Madrid para participar en un Encuentro que será para ellos una experiencia inolvidable: la enorme ilusión, alegría y firmeza por asistir a cada acto de estas jornadas así lo garantizan.

No se logra convocar a tantos jóvenes de culturas tan diversas en torno a un hombre de 84 años si no hay un denominador común que los une a todos con una fuerza, inexplicable, según criterios exclusivamente humanos. No existe de hecho en todo el mundo evento alguno, ni político, ni deportivo, ni cultural, ni de ningún otro tipo, que logre semejante proeza, y simultáneamente, actitudes tan pacíficas, alegres y ejemplares. Esta sí que ha sido una auténtica Alianza de Civilizaciones.

Ha sido la mejor demostración del poder de la Fe en Alguien que está vivo y presente en cada uno de ellos, y que les lleva a comportarse de semejante manera. No es posible otra interpretación más realista. ¿No es un verdadero reclamo para la sociedad de cualquier país del mundo? A menudo se postulan en los idearios de los organismos nacionales e internacionales los valores de concordia, solidaridad, justicia, y libertad, entre los ideales de toda sociedad que aspire a lo más noble de la vida en convivencia, como si se trataran en realidad de meras utopías, en la práctica inalcanzables.

Sin embargo, lo que se ha podido presenciar estos días es real y manifiesto, y lo que es más importante, nos llena también de esperanza: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación", les exhortaba el Papa a los jóvenes, recordando el mandato de Cristo a la Iglesia (Mc 16,15), y ¡cuántos cientos de millones de personas en todo el mundo habrán ya presenciado imágenes de estas jornadas, o habrán tenido noticia de ellas!

España ha tenido también un enorme privilegio: ser justamente el país anfitrión en la JMJ de agosto de 2011, en un contexto como el actual, de crisis económica internacional. Y ello no sólo por el sano espíritu de estos jóvenes que derrochan energía y estímulo para lograr un mundo mejor, ejemplo de actitud imprescindible para salir de las dificultades económicas y sociales en las que desde hace un tiempo estamos inmersos, sino también, en frutos ya de hoy, en datos que ya disponemos que certifican los grandes beneficios que ha reportado para España la celebración de la JMJ, y en concreto para la ciudad de Madrid: más de 150 millones de beneficios para hoteles, transportes y comercios, sin contar lo que pueda suponer como inversión la campaña de publicidad que se le ha hecho al país, y a su capital.

El pasado jueves, nada más llegar a Madrid, Benedicto XVI expresaba: "Pero yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis del Señor. Él no ha tenido reparo en hacerse uno como nosotros y experimentar nuestras angustias para llevarlas a Dios, y así nos ha salvado". Y los jóvenes, le respondieron.

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