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Martín Krause

El dilema del Banco Central Europeo

La esencia del actual sistema monetario de moneda fiduciaria administrada a discreción es el permanente sube y baja. Supuestamente fue propuesto para suavizar el ciclo económico, pero en la práctica lo origina.

A principios de agosto, el Banco Central de Europa (BCE) asumió una posición de "fuerte vigilancia", preocupado por la elevada inflación y dio señales de que aumentaría la tasa de interés en septiembre. Pero luego llegaron las turbulencias en los mercados financieros y el BCE terminó inyectando liquidez como nunca antes.

Las autoridades de la entidad monetaria europea han explicado su accionar diferenciando el "corto" del "largo" plazo, sosteniendo que en relación al largo plazo, su sesgo político permanece inalterado: hay que subir las tasas para frenar el recalentamiento de la economía.

Si bien el segundo trimestre mostró un crecimiento de tan sólo el 0,3% respecto al trimestre anterior, las estimaciones indican que el crecimiento sigue fuerte, e incluso que la inflación se va acelerar hacia fines de este año.

El dilema que se le presenta a la autoridad monetaria europea es si las recientes turbulencias afectarán el crecimiento de la economía. Porque si es así y el BCE continúa incrementando la tasa de interés, estará arrojando nafta sobre el incendio de la economía real. Por otra parte, si la economía real no se ve afectada y continúa creciendo como una locomotora acelerada, las recientes inyecciones monetarias no van a hacer más que acelerar la inflación. El problema es que los datos de crecimiento de la economía no están disponibles al instante.

¿Qué van a hacer entonces? El presidente del BCE, Jean Claude Trichet, ha informado en una reciente conferencia de prensa que pospondrán la decisión, lo cual implica que están dispuestos a generar toda la liquidez necesaria para calmar las ansiedades de los mercados. La decisión sobre las tasas quedaría para cuando se calmen las aguas. Pero esto no deja de tener problemas.

Las actuales sacudidas comenzaron después de que los bancos centrales europeo y norteamericano recorrieran un camino de alza de los tipos de interés que hizo arriesgados los llamados créditos hipotecarios subprime. Ese aumento de tipos, a su vez, tenía como objetivo controlar la inflación, fomentada por la expansión monetaria previa, que se produjo cuando bajaron los tipos a niveles mínimos. Es decir, estaban intentando reducir el crecimiento monetario, pero han tenido que hacer todo lo contrario.

Parece que alguno de los dos propósitos será inalcanzable: reducir la inflación o mantener el fuerte nivel de crecimiento. Si esto es así, ¿se calmarán las aguas lo suficiente como para que el BCE vuelva a retomar el camino de controlar la inflación? Difícil saberlo.

Algo que no va a ocurrir, a menos que se produzca una crisis profunda, pero no deja de ser menos necesario por eso, revisar el funcionamiento del sistema monetario. En el último par de décadas, no solamente hemos visto un ciclo que se repite sino uno que es originado por la misma política monetaria.

En términos muy simples funciona de la siguiente manera: si la economía está deprimida, el banco central expande la cantidad de moneda en circulación reduciendo las tasas de interés para darle impulso a la economía; en algún momento, esa expansión monetaria comienza a provocar un aumento de la inflación. Esto viene acompañado con alguna "burbuja", ya que los dólares o euros emitidos, al ser éstas las monedas internacionales, pueden aparecer por cualquier lado (los países asiáticos, las empresas punto com, los valores accionariales o los auges inmobiliarios). Entonces el banco central comienza a aplicar una política monetaria más restrictiva. Las tasas de interés suben, la burbuja se pincha, los mercados financieros se sacuden, la actividad económica cae, el banco central reduce las tasas de interés, y así sucesivamente.

La esencia del actual sistema monetario de moneda fiduciaria administrada a discreción es el permanente sube y baja. Supuestamente fue propuesto para suavizar el ciclo económico, pero en la práctica lo origina.

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