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Martín Krause

La solución es el peso argentino oro

El debate sobre el futuro régimen monetario de la Argentina es importante porque un país que no cuenta con una moneda cuya propia gente respeta y acepta, no tiene una moneda. Menos aún cuando circulan numerosos bonos provinciales que cumplen ciertas funciones monetarias y cuyo respaldo es tan malo o peor que el de la misma moneda nacional.

Hasta el momento, el debate político sobre este asunto se ha centrado en solamente dos opciones: que el gobierno mantenga y defienda al peso como moneda o que reemplace a éste por el dólar estadounidense. Hay argumentos económicos de por medio y otros políticos e incluso afectivos: algunos creen que no tener moneda propia es resignar soberanía y otros que tenerla significa resignar estabilidad, ya que la historia de su custodio, el Banco Central, es una larga lista de catástrofes que terminaron siempre expropiando a los argentinos el valor de su patrimonio.

En esta búsqueda de un medio de intercambio estable no se toma en cuenta que la Argentina ya posee una moneda estable. Es más, una moneda que ha mantenido su valor por décadas: el peso argentino oro.

El gobierno argentino realizó varios intentos de contar con una moneda propia en el siglo XIX pero circulaban en el país monedas de oro españolas y de otras repúblicas latinoamericanas, libras esterlinas y águilas estadounidenses. La Casa de la Moneda fue inaugurada en febrero de 1881 y unos meses después el presidente Julio A. Roca presentaba una iniciativa que sería convertida en la Ley 1130 en noviembre de ese año, la cual creaba el peso argentino de oro de 8,064 gramos.

Esas monedas metálicas existen aún hoy a diferencia de tantos experimentos nefastos como los pesos Ley 18.188 o los australes. Muchas de ellas estaban en poder del Banco Central (un millón y medio de monedas) el cual decidió venderlas hace unos cuatro años, fundiendo en lingotes el resto y vendiendo estos por dólares. Quiere decir que aún hoy, a 120 años de ser emitidos todavía circulan algunas y todavía mantienen su valor.

Como puede observarse, el peso argentino oro ha transitado incólume las recientes tormentas monetarias argentinas manteniendo su valor en la crisis de 1982 y 1983 e inclusive en la hiperinflación de 1989 1990, manteniendo su valor hoy, luego de la desgraciada devaluación del peso este año. Esto significa que el gobierno argentino no tiene por qué estar buscando una moneda porque ya la tiene, gracias a quienes emitieron una moneda metálica sólida hacia fines del siglo XIX. Nada mejor que esto para quienes se preocupan de que una moneda sea un símbolo de la soberanía y del prestigio nacional. Cualquiera podría ir y comprar estas monedas si les parece utilizarlas y el estado argentino debería aceptarlas como medio de pago de impuestos y otras obligaciones.

Salvada ya la soberanía, el resto sería dejar a la gente en libertad de elegir la moneda en la que quiera realizar sus transacciones. Como lo muestra la historia de las últimas décadas, esa moneda parece ser el dólar estadounidense, pero no sería ésta una "dolarización" como actualmente la plantea, por ejemplo, el ex presidente Menem y rechaza el FMI, sino que sería una decisión espontánea de la gente. El Banco Central vendería sus reservas, si fuera necesario hasta absorber todo el circulante en pesos. El peso papel dejaría de existir pero, como dije antes, subsistiría siempre el peso argentino oro. No obstante lo cual los argentinos tendrían la posibilidad de usar esa moneda, el dólar, el euro, el yen o el franco suizo.

El peso argentino oro, además, ha sido una moneda más estable que el mismo dólar estadounidense desde su nacimiento hasta hoy.

Jorge Luis Borges describió una vez una de sus decisiones políticas diciendo que "es de caballeros perseguir causas perdidas". Proponer como moneda argentina al "argentino oro" parece ser una de ellas; sin embargo es la única moneda que ha sobrevivido a tantas catástrofes donde las "causas perdidas" han sido las monedas manejadas por nuestro Banco Central. En la competencia entre esas monedas y el dólar, los argentinos han elegido siempre a éste último. Ahora tendrían la oportunidad de elegir entre el dólar (u otras monedas papel) y la moneda metálica argentina, ciertamente una alternativa mucho más seria que las experimentadas hasta el momento.

Martín Krause es profesor de Economía y corresponsal de la agencia AIPE en Buenos Aires.

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