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Martín Krause

Los misterios del dólar

Sabemos que el dólar es la principal moneda utilizada para realizar intercambios internacionales, tanto comerciales como financieros. Por eso el dólar se convirtió en algo importante para muchos países; su valor determina la relación entre los precios en un país y el resto del mundo. Por eso la cotización del dólar en moneda local resulta ser un dato al que se le presta mucha atención.

Esto ocurre en toda América Latina y especialmente en la Argentina. Luego del abandono de la paridad fija, establecida por el sistema de convertibilidad, la cotización del dólar se ha convertido en uno de los principales temas de conversación, desde los directorios de las empresas hasta las comidas familiares.

A partir de la devaluación del peso, la cotización del dólar llegó a alcanzar 4 pesos en abril del 2002 pero luego retrocedió y se estabilizó alrededor de los 3,50 pesos por dólar hasta finalizar el año. Pero al comenzar el 2003, ese precio comenzó a caer, acercándose a los 3 pesos por dólar.

Y los argentinos se sorprenden. No pueden creer que el dólar baje, siempre lo imaginaron subiendo en un camino sin retorno. Incluso, ahora discuten fervorosamente si lo que le conviene al país es un precio muy alto del dólar, uno mediano o uno bajo, aunque quedan pocos que apoyan esto último, luego de la quiebra de la convertibilidad.

Todos opinan, pero pocos lo hacen con fundamento, ya que no hay un precio al que el dólar “debería estar”, un precio “correcto”, sino que deberíamos tener el precio que el mercado establece. Lamentablemente, eso es algo que no podemos saber porque el gobierno no permite que ese mercado funcione. Por lo que opinar que debería estar a 2,40, a 3,50 o a 5 pesos por dólar es tan inútil como colocar un cenicero en una moto.

Al abandonar la convertibilidad, el gobierno de Eduardo Duhalde fijó un tipo de cambio de 1,40 pesos por dólar, pero al poco tiempo y presionado por el FMI decidió dejar flotar la moneda y ésta comenzó a devaluarse aceleradamente. Claro que razones no faltaban: la desconfianza era mucha y quienes tenían pesos querían cambiarlos a dólares desesperadamente. El gobierno comenzó entonces a poner trabas a la compra de dólares por parte de ciudadanos particulares y a obligar a los exportadores a ingresar las divisas que obtenían con sus exportaciones.

Como el gobierno tampoco paga sus deudas con el exterior, entonces esa demanda de dólares tampoco existe.

Así fue como, una vez satisfecha la demanda de aquellos que querían pasar sus pesos a dólares, ésta se fue debilitando pues quedaban pocos a los que se les permite demandar dólares. Ni siquiera las empresas podían hacerse de dólares para pagar sus deudas en el exterior y las importaciones debían ser pagadas al contado.

Con una demanda estrangulada y una oferta obligada, la oferta pronto comenzó a exceder a la demanda y el precio del dólar no cayó antes porque el Banco Central se dedicó a comprar esas divisas con pesos que imprimía a gusto. Ahora tuvo que disminuir esas compras debido a que la emisión de pesos amenaza con impulsar la inflación y el precio de la divisa comienza a caer. Algunos creen que es un milagro o que el gobierno está haciendo bien las cosas. Pero ni es milagro ni lo hace bien.

Opinar sobre el nivel que tendría que tener el dólar es una discusión absurda cuando se trata de un mercado totalmente intervenido por el gobierno. Primero tuvimos diez años de tipo de cambio fijo, ahora tenemos una flotación sucia. Nunca hemos dejado al dólar verdaderamente libre para poder saber cuánto vale.

Martín Krause es profesor de Economía y corresponsal de la agencia © AIPE

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