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Martín Krause

Los políticos ante la realidad

Vivir la quiebra de un estado presenta una situación casi única. No se trata de un espectáculo gratis para los que estamos adentro, pero sí es una experiencia que esperamos no se repita en nuestras vidas.

Los costos para los argentinos resultan evidentes: 16% de desempleo, aumento de la inseguridad, empresas importantes que cierran, consumo reducido al mínimo necesario, postergación de todo tipo de aspiraciones y, en el caso de aquellos con menores recursos, la reducción de su poder adquisitivo que los empuja al hambre y la desesperación.

Existen dos consideraciones positivas que pueden realizarse del fenómeno actual. Una de ellas es que habiendo llegado hasta el fondo del pozo es de esperar que se aprenda la lección y que en el futuro se evite el despilfarro fiscal que puso a la Argentina en esta situación terminal. ¿Podemos esperar esto? Pues si tomamos en cuenta lo sucedido con la moneda argentina podríamos decir que sí. Luego de muchos años de emisión monetaria descontrolada, la moneda argentina sucumbió en la hiperinflación de 1989 y 1990. A partir de allí, los argentinos aprendieron la importancia de contar con una moneda estable, exigieron a los políticos proveérnosla y eliminaron la capacidad del gobierno de imprimir billetes sin respaldo en dólares. Si somos optimistas, esperamos que algo semejante sucederá ahora en materia fiscal y que la propuesta de déficit cero se convierta en algo inamovible en la política argentina.

La otra consideración positiva respecto a lo que sucede es observar un espectáculo político casi único. Durante los últimos años, el sector público argentino dio rienda suelta al gasto y a los privilegios, mientras que los ciudadanos productivos del sector privado tenían que sufrir ajuste tras ajuste de sus gastos para hacer frente a los distintos paquetazos impositivos, los que normalmente constaban de un aumento inmediato de impuestos y una promesa de reducción de gastos gubernamentales que nunca ocurría.

Ahora, por lo menos, tenemos la oportunidad de ser testigos de la desesperación de los políticos cuando les llegó el turno inevitable de tener que ajustarse ellos mismos. Cuando los mercados de financiamiento le cerraron las puertas a la Argentina, los políticos no tuvieron otra opción que ajustar los gastos a los ingresos, teniendo ahora que adjudicar esos ingresos limitados entre las distintas posibilidades de gasto oficial.

Ese es el reality-show que estamos viendo estos días en la Argentina; contemplamos la auto incineración de políticos ante la opinión pública, viéndose forzados a abandonar definitivamente sus carreras políticas. Se esfuerzan desesperadamente por mantener sus privilegios (la cantidad de cargos públicos, de pensiones privilegiadas y otros beneficios), pero si no se reducen tales gastos entonces habrá que hacerlo con los salarios de los empleados públicos y las pensiones de los jubilados. Si eso sucede, los empleados públicos, por ejemplo en el Congreso, toman las instalaciones y los acusan de ser la causa de sus ingresos reducidos; los jubilados ni piensan en volver a votar por ellos.

En definitiva, están atrapados al final de su propio juego, obligando a muchos que no creen en reducir el gasto publico a tener que hacerlo, a tener que justificar ante las cámaras de televisión ciertas políticas en las que jamás creyeron. Es interesante ver el espectáculo de políticos que siempre buscaron aumentar el “gasto social” teniendo que justificar ahora su recorte. Se trata del castigo por el pecado fiscal que repitieron durante años.

Claro que no es un espectáculo gratuito para nosotros, los ciudadanos argentinos; sus costos son elevados. Pero ahora les toca a los políticos bailar con la fea de la fiesta.


Martín Krause es corresponsal en Buenos Aires de la agencia de prensa © AIPE .

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