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Martín Krause

Verdades económicas y mentiras políticas

A quienes han estudiado economía no les sorprende ver que en Argentina bajan los salarios. Nuestra economía está en recesión desde hace más de dos años y la tasa de desempleo ronda el 15%. Un simple análisis económico indica que con una demanda estancada de empleo --debido a la falta de crecimiento económico--, a la vez que crece la oferta de mano de obra debido al crecimiento de la población, se crea un excedente de mano de obra, por lo cual el precio de la misma, esto es el salario, cae inevitablemente.

Decir que esto es lógico no quiere decir que a uno le guste el resultado, es simplemente aplicar el análisis económico y comprender el fenómeno. La lógica de la política, sin embargo, es muy distinta. Hace pocos días, el ministro de economía argentino, José Luis Machinea, realizó un viaje por las principales capitales del mundo para promocionar las bondades del paquete de ayuda que el país recibió del Fondo Monetario Internacional y otros organismos de crédito, tratando de fomentar el flujo de inversiones extranjeras.

Parte de las presentaciones del ministro, con cantidad de datos y de gráficos, fue hacer énfasis en el bajo costo de la mano de obra argentina, y cómo ha descendido en los últimos años. Obviamente que un menor costo de mano de obra es un incentivo adicional para que los capitales se radiquen y produzcan en el país, con miras a los mercados internacionales. El capital busca aquellos lugares donde más barato resulta producir y esto no debe escandalizarnos. Por el contrario, al hacerlo aumenta la demanda de mano de obra en los países de bajos salarios y, así, tiende a elevarlos, generando un fenómeno de crecimiento general del nivel de vida.

Pero esto no es algo que los políticos aceptan, por lo que al regreso de su viaje el ministro se vio recibido por una andanada de críticas por haber, supuestamente, salido a vender a la Argentina jactándose de la reducción de los salarios que se llevara a cabo bajo su propio gobierno. Esto da munición gruesa a la oposición, la cual podría argumentar que “a confesión de parte, relevo de prueba”.

El ministro trató de salir a componer la situación, diciendo que no se había referido a la caída de los salarios sino a la reducción de los costos de la mano de obra. Eso sucede cuando se reducen los impuestos a la nómina o aumenta la productividad por mayor inversión, lo cual no es el caso en la Argentina. Pero también dijo que “de ninguna manera la baja de salarios es un mecanismo adecuado para atraer capitales del exterior”.

Y en eso se equivoca el ministro puesto que sí lo es. Claro, el economista nombrado ministro da la espalda a su profesión y se convierte en un político más que, como tal, le está vedado decir lo que como economista bien sabe.

La realidad es que esta situación no se mejora con declaraciones sino con mayores inversiones que aumenten la demanda de mano de obra y generen empleos. Negar que esto es así puede salvar el pellejo del político en el corto plazo, pero conviene que la población comprenda que es bueno alentar las inversiones, ya que son estas las únicas que pueden conducir a aumentos de salarios.

Que el gobierno tiene una gran responsabilidad por los niveles actuales de desempleo y por la lánguida demanda de trabajo es totalmente cierto, sobre todo teniendo en cuenta los elevados costos que impone al sector privado. Sería más lógico culparlo por eso que por decir la verdad en el exterior.

© AIPE

Martín Krause es corresponsal en Buenos Aires de la agencia de prensa AIPE.

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