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Max Boot

Los mismos errores en Irak

Lejos de colapsar, el ISIS está demostrando ser un enemigo tenaz.

Lejos de colapsar, el ISIS está demostrando ser un enemigo tenaz.
EFE

El presidente Obama sin duda esperaba que para cuando abandonara el cargo Mosul hubiera sido recuperada de manos del Estado Islámico y Raqa estuviera próxima a caer, lo que le permitiría proclamar que había derrotado al ISIS. Desafortunadamente, las informaciones sobre la muerte del ISIS fueron prematuras.

Lejos de colapsar, el ISIS está demostrando ser un enemigo tenaz. El domingo, sus combatientes de negro retomaron el control sobre la ancestral Palmira, de la que habían sido expulsados con gran fanfarria en marzo.

La ofensiva sobre Raqa aún no ha comenzado, y Bashar Asad ha dejado claro que no moverá un dedo por desalojar al ISIS de su capital. "El régimen se olvidó de Raqa hace mucho y dejó esa responsabilidad a los americanos. Dejemos que aquellos que están alarmados por Daesh vayan allá y lo expulsen", declaró a Reuters un alto cargo de Damasco, que utilizó el acrónimo árabe para aludir al Estado Islámico. Eso dejará el trabajo de recuperar Raqa a una abigarrada colección de milicias árabes y kurdas apoyadas por unos 500 miembros de las fuerzas especiales de EEUU –incluidos los 200 cuyo envío fue anunciado la semana pasada–.

¿Y Mosul? El ataque contra la segunda ciudad de Irak empezó el 17 de octubre y en un primer momento logró grandes progresos en las localidades vecinas y los suburbios. Pero ahora las tropas iraquíes están librando una difícil batalla bloque a bloque a lo largo de la ciudad, en dirección este-oeste. Tienen problemas por su incapacidad para desplegar toda su potencia de fuego como lo hace Asad –al que no le importa lo más mínimo derramar sangre inocente– en Alepo, por temor a causar víctimas civiles. El ISIS está utilizando diestramente a la población como escudo humano, provocando grandes pérdidas no sólo entre los habitantes de la ciudad sino entre la elite contraterrorista iraquí que está comandando el asalto.

Se debería aconsejar a las fuerzas iraquíes que dejen de lado esa lucha lenta, pesada, casa a casa, en beneficio de las tácticas disruptivas empleadas por las norteamericanas en la toma de Bagdad de 2003. Las columnas artilladas norteamericanas lanzaron thunder runs (raids muy veloces con vehículos y armamento pesados) hacia el centro de la ciudad, lo que condujo al rápido colapso del régimen de Sadam Husein. Los ataques aéreos sobre el centro de Mosul se pueden emplear para conseguir objetivos similares. Pero esas tácticas parecen fuera del alcance de la experiencia de los iraquíes, lo que les deja en una batalla costosa y complicada que, al paso actual, podría demorarse hasta marzo.

En la ofensiva sobre Mosul no están tomando parte sólo las fuerzas de seguridad iraquíes. También están ahí los peshmergas kurdos y, más problemáticamente, las milicias chiíes denominadas Fuerzas de Movilización Popular, o Hashd al Shaabi.

Las Hashd ya han asumido una posición dominante en torno a la ciudad septentrional de Tel Afar, escenario de una revolucionaria campaña norteamericana de contrainsurgencia en 2005-2006. Y, aun más significativo, han asumido una posición igualmente dominante en Bagdad. En un desarrollo poco conocido pero muy alarmante, el Parlamento iraquí acaba de votar, pese a las protestas de los legisladores suníes, la completa incorporación de las Hashd a las fuerzas de seguridad iraquíes. Lo que significa que los ingresos petroleros de Irak pagarán el sueldo de milicianos que, en esencia, están controlados por Irán. Las Hashd están dominadas por operativos de la Fuerza Quds iraní.

Esto manda un mensaje de exclusión a los suníes que sólo redunda en beneficio del ISIS y otros grupos suníes extremistas, lo que socava cualquier avance táctico que logren las fuerzas sirias e iraquíes en los bastiones del ISIS. Jim Mattis, el secretario de Defensa de Donald Trump, tiene todo en su mano para tratar de volver a poner sobre el tapete la campaña contra el ISIS.

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