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Michael Chapman

Bienvenidos a la tercera vía

La Tercera Vía –una mezcla de capitalismo y socialismo de Estado benefactor– es la filosofía política que predomina en Europa y partes de Asia. Tony Blair pertenece a la Tercera Vía, lo mismo que Bill Clinton. Pero, lamentablemente, lo mismo sucede frecuentemente con el presidente Bush. Su tipo de Tercera Vía se llama “conservadurismo con compasión”, mientras que los demócratas llaman a su versión “tradicionalismo tolerante”. El rumbo es el mismo: paso a paso hacia un mayor control gubernamental sobre la sociedad, a través de miles de leyes, regulaciones e impuestos. El Estado no le pone la mano a las industrias privadas, sino que interviene para “arreglar” problemas cuando piensa que falla el mercado. Así, el Estado empeora la situación, lo cual conduce a nuevas intervenciones para reparar los problemas que creó, abriendo las puertas a más reformas y, por consiguiente, a nuevos problemas.
 
Este intervencionismo se evidencia claramente en el sector de Salud, pero está también muy claro en la forma como Bush y el Congreso tratan a otros sectores. El 24 de diciembre de 2003, Bush firmó una ley promulgada por el Congreso, controlado por el Partido Republicano, que otorga medicinas bajo Medicare, el programa nacional de salud para la gente mayor. Según la Casa Blanca, el costo de esa ley que subsidia las medicinas bajo receta será de 534.000 millones de dólares durante los próximos 10 años, mientras que el estimado presentado en noviembre era de 400.000 millones. Algunos analistas estiman que el costo verdadero será de más de un billón.
 
Ante la experiencia de Medicare y de otras intervenciones del Gobierno en la medicina, la estimación de estos analistas es la más creíble. Medicare no es otra cosa que la intervención del Gobierno en la medicina a través de subsidios que aumentan la demanda y suben los precios, además de regulaciones que logran más de lo mismo. Debido a los subsidios, son otros quienes están pagando, por lo que ni los pacientes ni los médicos ni los hospitales ni los políticos tienen ningún incentivo para controlar esos costos. Entonces, los pacientes y los médicos se quejan amargamente y los políticos apuntan a la “codicia” de los fabricantes de medicamentos y a los “despiadados” proveedores de servicios médicos. ¿Cuál es la solución? Nuevos subsidios y así el juego comienza de nuevo. Medicare, creado en 1965, fue el logro de quienes a lo largo de 50 años cabildeaban para crear un seguro médico nacional, incluyendo a Harry Truman y a Teodoro Roosevelt. En 1965, el Gobierno estimó que el costo de la Parte A (cobertura hospitalaria) de Medicare aumentaría a unos 9.000 millones de dólares para 1990. No fue así. El programa terminó costando 66.000 millones de dólares en 1990, un error de cálculo gubernamental de más de 600%. Ese costo creció a 221.800 millones para el año 2000. Las actuales regulaciones de Medicare ocupan más de 130 mil páginas, a lo que habrá ahora que añadir todas las regulaciones, reglas, costos, imposiciones y precios más altos añadidos en la reforma para incluir las medicinas bajo prescripción médica. Se podría argumentar que, al menos, el presidente Bush y el Congreso no promulgaron un plan nacional de salud, la socialización de la medicina que Bill y Hillary Clinton trataron de imponernos. Pero Medicare es un programa nacional de salud que viene engordando desde hace 39 años y la añadidura de las medicinas es otro paso hacia la Tercera Vía.

“Los moderados piensan que han logrado éxito cuando retardan alguna medida ruinosa”, decía el economista Ludwig von Mises sobre el intervencionismo de la Tercera Vía. “Ellos siempre están en retirada. Hoy aguantan medidas que hace apenas 20 o 30 años hubieran considerado fuera de toda discusión. Y en unos pocos años aceptarán otras medidas que hoy consideran totalmente inaceptables”. En 1982, el presidente Reagan hizo un llamado para eliminar el Departamento de Educación. En EEUU la educación pública es ofrecida por los gobiernos locales y no por el gobierno federal. En 1995, el Congreso bajo el control del Partido Republicano, aprobó un presupuesto que eliminaba tres ministerios: Educación, Comercio y Energía. Siguen vivos y nueve años más tarde, un Congreso dominado por los republicanos y un presidente “conservador con compasión” ha disparado el gasto en educación a 57.000 millones de dólares, un aumento de 70% desde el año 2000. Ni Bush ni el Congreso tienen plan alguno para cerrar ningún ministerio ni ninguna agencia del gobierno. En los años 90, el Congreso republicano trató de eliminar el Fondo Nacional para las Artes. Al no lograrlo, impusieron un tope a su presupuesto. Este año, Bush quiere aumentarlo en 15% a 139,4 millones de dólares. En el presupuesto hay alrededor de 8 mil proyectos por unos 100.000 millones de dólares que son pura politiquería: dinero destinado a grupos y empresas. Sigue avanzando el intervencionismo.
 
AIPE

Michael Chapman, director editorial del Cato Institute.

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