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Michael Gerson

El Señor Oscuro

Una joven que conocí había sido secuestrada por el Ejército junto con otros miembros de su aldea. Describió con calma la "cena de bienvenida" que les dieron su primera noche, asesinando a uno de ellos y obligando a los demás a comérselo.

A lo largo y ancho de Sudán, el norte de Uganda y el este del Congo, muchos han vivido a la sombra de la violencia durante décadas. Algunos hombres crueles permanecen leales a esa oscuridad.

Hace dos años visité el campo de un barrio de casas de barro y alcantarillado al descubierto a las afueras de Kampala, en Uganda, donde miles han buscado refugio del Ejército de Resistencia del Señor (ERS), un grupo rebelde que practica un culto religioso y que ha provocado quizá 100.000 muertes y desplazado a 1,5 millones de personas.

Una joven que conocí había sido secuestrada por el Ejército junto con otros miembros de su aldea. Describió con calma la "cena de bienvenida" que les dieron su primera noche, asesinando a uno de ellos y obligando a los demás a comérselo con el fin de instigar un miedo conveniente.

Muchos de los chicos del asentamiento habían sido secuestrados por el ERS y entrenados como soldados. Son obligados, me dijeron, a hacer "cosas terribles" como asesinar a vecinos de su aldea natal, para así asegurarse de que nunca puedan regresar. Uno de los ex niños soldado que conocí rondaba los 16 años. Cuando el líder del Ejército, un loco mesiánico llamado Joseph Pony, visitaba a sus prisioneros, todos eran obligados a postrarse. Pero este joven miró hacia arriba por curiosidad, y uno de sus ojos fue arrancado de la cuenca.

El hombre al que atisbó brevemente es un inteligente criminal con un toque de demencia –un hombre, en palabras de Joseph Conrad– de "pasiones monstruosas y satisfechas". Kony toma por esposas a esclavas sexuales secuestradas, es dado a los trances y las visiones y afirma poder convertir las balas en agua. La habilidad que sí ha demostrado es la de convertir a niños en asesinos que intimidan a los aldeanos arrancando labios, orejas y narices.

Pero las fuerzas de Kony, bajo presión militar, se han retirado ahora a lo más remoto del Parque Nacional de Garamba, en la República Democrática del Congo. El norte de Uganda ha experimentado un año de relativa paz y muchos campesinos desplazados están volviendo a sus hogares. Con la mediación africana, se están produciendo conversaciones de paz entre Uganda y el ERS que al parecer están dando frutos. Kony tiene un historial de sabotaje de conversaciones de paz mediante exigencias irracionales, pero hay esperanzas de que un Ejército de Resistencia del Señor arrinconado pueda eventualmente aceptar un acuerdo y deponer las armas.

Algunos miembros del Congreso de Estados Unidos piden ahora el nombramiento de un enviado especial para presionar en favor de un acuerdo final. Nombramientos de ese tipo han sido útiles en otros casos. En esta ocasión, los mediadores africanos procedentes de Mozambique, el sur de Sudán y la Unión Africana quieren tomar la iniciativa y tienen necesidades más apremiantes que un enviado norteamericano.

En primer lugar, un acuerdo de paz necesitará recursos. Los soldados del Ejército desmovilizados necesitarán asistencia médica y psiquiátrica, trabajo y educación; una nueva vida para reemplazar las antiguas costumbres del pillaje. Los "caminantes nocturnos" ugandeses –niños que evitan su captura caminando hasta la ciudad cada noche para dormir en sótanos y colectores del alcantarillado– necesitarán asistencia también. Para demostrar la seriedad con que el Congreso y la administración Bush se toman la posibilidad de un acuerdo de paz hará falta algo más que el sueldo de otro diplomático.

En segundo lugar, la presión militar debe continuar. El Parque de Garamba puede sonar como un destino de turismo de aventura. En realidad es un asilo para algunos de los peores asesinos de la tierra: primero los hutus responsables del genocidio de Ruanda y ahora el Ejército de Resistencia de Dios. Las fuerzas del ERS están trabajando la tierra y cavando en busca de recursos. Hay rumores de que pueden estar rearmándose con suministros procedentes vía aérea de Eritrea o de sus aliados tradicionales en Jartoum. Y cuanto más seguros y confiados se sientan, menos probable es que se disuelvan.

Naciones Unidas tiene actualmente más de 18.000 efectivos de pacificación en el Congo, con mandato para oponerse a las fuerzas de desestabilización. Deberían impedir que el Ejército eche raíces en el Parque de Garamba. Y Estados Unidos debería apoyarlas compartiendo Inteligencia, proporcionando quizá radares para rastrear los vuelos sospechosos a la región y pagando lo que debe a las fuerzas de pacificación de la ONU.

El obstáculo final a un tratado de paz probablemente sea el trato reservado al propio Kony, que teme recibir la justicia que merece. Kony está actualmente bajo el procesamiento del Tribunal Penal Internacional y tiene miedo en especial al juicio de La Haya. Garantizar su rendición podría implicar la promesa por parte ugandesa de someterlo a arresto domiciliario o exiliarlo a un país que no haya firmado acuerdos con el Tribunal Internacional. Es el soborno tradicional de los tiranos.

Al igual que Idi Amin en su exilio saudí, Kony podría vivir muchos años y morir cómodamente. Eso no sería justicia. Pero muchas de sus víctimas parecen preferir la paz al ajuste de cuentas. Y al menos la enorme oscuridad de Kony sería confinada por fin a su propio corazón.

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