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Michael Mosbacher

La globalización reduce la pobreza

A la globalización (una mayor integración de la economía mundial) se le acusa de empeorar las condiciones de los pobres en los países en desarrollo. En ese escenario, las empresas multinacionales son presentadas como los malos de la película. Pero el “Informe sobre Desarrollo Humano 2001” de las Naciones Unidas expone una visión muy diferente. Demuestra que a pesar de la terrible pobreza sufrida todavía por gran parte del mundo, la situación mejora.

Entre 1975 y 1988, el ingreso promedio real en los países en desarrollo casi se dobló, de 1.300 dólares a 2.500 dólares. Entre 1990 y 1998, el número de personas mal nutridas se redujo en unos 40 millones y la mortalidad infantil disminuyó en más de 10%. A pesar del aumento poblacional, el número de personas viviendo con menos de un dólar diario se redujo en 120 millones entre 1993 y 1998 y en 200 millones desde 1980. Esta es la primera vez en la historia que se reduce el número de personas viviendo en extrema pobreza.

Algunos piensan que el problema es tan grande que los logros son triviales, pero no son nada triviales para los involucrados. Para ellos es la diferencia entre la vida y la muerte.

Es cierto que las mejoras no han sido uniformes. Investigaciones recientes del Banco Mundial demuestran que el factor más significativo en las diferencias de prosperidad es el grado de integración de las naciones a la economía global. Casi todas las naciones de Asia oriental han tenido éxito integrándose a la economía internacional, pero no ha sido así en los países africanos al sur del Sahara.

Son los países que se han integrado a la economía mundial los que se han enriquecido. Quienes se oponen a la globalización insisten que el PIB no es el todo y que la globalización más bien ha reducido el nivel de vida, aumentando la pobreza y la desigualdad. Pero el informe del Banco Mundial indica que “los únicos países que han reducido considerablemente la pobreza desde 1980 han sido los más abiertos al comercio internacional y a las inversiones extranjeras”. En las naciones donde avanza la globalización la gente vive más y la mortalidad infantil se ha reducido. Esas cifras ahora se acercan a las que prevalecían en el mundo occidental en la década de los años 60.

En el período de aceleración de la globalización, a partir de 1980, encontramos la primera reducción en la desigualdad de ingresos en más de 200 años. No hay indicación de que aumenta internamente la desigualdad de ingresos a raíz de la apertura comercial. En Malasia y Filipinas, la desigualdad de ingresos se ha reducido, mientras que en Costa Rica y Vietnam no ha cambiado. En China sí ha aumentado la desigualdad, lo que comprueba que ésta no es necesariamente mala. Los chinos eran iguales en su pobreza. Ahora son menos iguales, pero también bastante menos pobres. Es indudable que la apertura china al mundo ha beneficiado a toda su gente.

Los enemigos de la globalización son los mismos viejos enemigos de la libertad económica, con lemas diferentes. No ofrecen nada nuevo, sino que reciclan sus anticuados lemas, incluyendo ataques a las empresas multinacionales que ignoran la contribución de estas al crecimiento económico y al progreso humano en los países en desarrollo. Sí han logrado mucho éxito en los medios de comunicación y en poner a la defensiva a líderes políticos y empresariales de los países industrializados. Pero cuando se examinan las estadísticas y averiguamos quiénes son los que realmente están logrando disminuir la pobreza, haciendo a la gente más saludable y más libre, uno se da cuenta que quienes piden excusas no son los verdaderos culpables.

Michael Mosbacher es subdirector del Social Affairs Unit, instituto de estudios públicos londinense.

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