Menú
Michael Rubin

¿Es el Kurdistán iraquí el caballo de Troya iraní?

Que América pierda el Kurdistán iraquí en favor de los iraníes sugiere que la hemorragia de la influencia estadounidense con el presidente Obama es mucho más grave de lo que se reconoce en Washington.

La semana pasada, el historiador militar Max Boot y yo debatimos el significado de la consolidación del poder del primer ministro Nouri al-Maliki. Aunque discrepamos de nuestra evaluación de Maliki, convinimos en que la decisión de la administración Obama de arrojar la toalla en Irak constituye un fallo garrafal estratégico, que refuerza la influencia iraní en un momento delicadísimo.

Mientras Max y yo manteníamos nuestro tira y afloja, Seyed Azim Hosseini, cónsul general de Irán en el Kurdistán iraquí, concedió una entrevista en la que revelaba que el 70 por ciento de la actividad comercial iraquí de Irán se registra con el Kurdistán iraquí: 
"El volumen de la actividad comercial entre los dos países se situó oficialmente en los 7.000 millones de dólares, pero estamos seguros de que la cifra real en general supera los 10.000 millones, de los cuales el 70 por ciento se registra con la región del Kurdistán". Hosseini manifestó que hay 500 empresas iraníes haciendo negocios en la región, y la cifra crece con rapidez.
Si bien la prensa ha informado del contrabando de petróleo con destino a Irán que lleva a cabo el Gobierno de la Región del Kurdistán, la proporción citada por Hosseini me sorprende, de forma que comprobé la cifra con la embajada iraquí en Washington; ellos confirman lo del 70 por ciento.
 
Hay una tendencia desafortunada entre la élite de la política exterior de Washington a dejarse arrastrar por representantes angloparlantes de formas educadas. El senador Arlen Specter y la secretaria de la oposición Nancy Pelosi, por ejemplo, se dejaron engañar por Bashar al-Assad y de esa forma se convirtieron en tontos útiles al servicio de un régimen tiránico. Qubad Talabani, representante saliente del Kurdistán iraquí, agasajó a un abanico bipartidista de políticos y ayudó a trasladar a generales retirados y congresistas al Kurdistán, donde fueron agasajados con vino y cenas en un entorno de altos vuelos. Muchos senadores estadounidenses confían a ciegas en Barham Salih, el antiguo representante de la Unión Patriótica del Kurdistán que llegó a la primera cartera kurda. Como consecuencia de la retirada estadounidense, Barham ha entablado relaciones cálidas con Muqtada al-Sadr en un esfuerzo por formar una coalición unida contra Maliki.
 
Hay tres lecciones que extraer de la jugada del Kurdistán:
 
(1) La exposición a Occidente de los políticos de Oriente Próximo no les occidentaliza más; más bien les permite adoptar una careta de liberalismo que sirve para engañar a sus interlocutores.
 
(2) Incluso si son sinceramente pro-occidentales (estoy convencido de que tanto Qubad como Barham lo son), esas orientaciones desaparecen en cuanto hablamos de supervivencia política. Cuando los estadounidenses no están presentes de forma numerosa, hasta la más proamericana de las poblaciones alcanza acuerdos con los enemigos de América.
 
(3) Dar por sentado que los chiítas van a constituir una quinta columna es manifestar una ceguera voluntaria. El régimen iraní encuentra muchos mecanismos para impulsar sus intereses, hablemos de los cristianos de Armenia o de los musulmanes sunitas del Kurdistán. La mayoría de los chiítas tienen motivos para desconfiar de Irán, aunque con demasiada frecuencia la opinión anti-chiíta entre los altos mandos estadounidenses les obliga a volver a los brazos de Irán.
 
Una cosa debería de quedar clara, no obstante: que América pierda el Kurdistán iraquí en favor de los iraníes sugiere que la hemorragia de la influencia estadounidense con el presidente Obama es mucho más grave de lo que se reconoce en Washington.

En Internacional

    0
    comentarios