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Michael Rubin

¿Turquía, en la mira de Al Qaeda?

Si yo fuera turco y viviera en Estambul o en Ankara, estaría muy preocupado al tener la violencia de Al Qaeda ante mis mismas puertas.

Si yo fuera turco y viviera en Estambul o en Ankara, estaría muy preocupado al tener la violencia de Al Qaeda ante mis mismas puertas.

En las últimas décadas se ha desarrollado una pauta: los Gobiernos toleran, cuando no fomentan, el extremismo islamista, siempre y cuando los yihadistas, takfiris, radicales, militantes o el nombre de turno que tengan comprendan en qué consiste el pacto con el diablo: pueden ser todo lo radicales que quieran mientras su terrorismo sea sólo para la exportación.

Así, durante décadas, los príncipes saudíes han inyectado dinero en las arcas de grupos extremistas e incluso de Al Qaeda, inmunes a las críticas del mundo exterior. Incluso tras el 11-S, la familia real saudí fue decididamente hipócrita en su tratamiento del terrorismo. Sólo después de que Al Qaeda volviera sus armas contra la propia Arabia Saudí el rey y los príncipes se volvieron conscientes del peligro que suponía.

Análogamente, el presidente sirio Bashar al Asad flirteaba con los extremistas mientras fomentaba su reputación de laico. Puede que su padre, Hafez al Asad, aplastara a los Hermanos Musulmanes en Hama en 1982, pero, a diferencia de lo que indica la caricatura de Tom Friedman de Asad y de sus denominadas Reglas de Hama, éste no era tan sólo una bestia con tolerancia cero hacia el islamismo. Más bien era una bestia que, casi inmediatamente después de la masacre, comenzó a tratar de asimilar a los supervivientes. Tanto él como, posteriormente, su hijo Bashar comenzaron a tolerar tranquilamente un mayor conservadurismo islámico. Bashar fue incluso más allá y apoyó a los yihadistas mientras mantuvieran su yihad fuera de Siria. De esta manera, el país se convirtió en base de la red clandestina de apoyo a los terroristas islamistasque se infiltraban en Irak para sembrar el caos, no sólo contra los efectivos estadounidenses, sino contra ciudadanos iraquíes corrientes. El hecho de que los islamistas se unieran al levantamiento contra Bashar al Asad no debería suponer ninguna sorpresa: todo disparo tiene retroceso.

Irak sufrió en buena medida ese mismo fenómeno: el extremismo islamista no comenzó con la invasión del país, encabezada por Estados Unidos en 2003; se aprovechó de ella. El hecho de que las palabras Alá akbar aparecieran en la bandera iraquí tras el levantamiento de 1991 no fue ninguna coincidencia. El dictador iraquí Sadam Husein estableció escuadrones de la moralidad que, para apaciguar los sentimientos islamistas, llevaban a cabo actividades como decapitar mujeres por supuestas infracciones de la moral. Sólo hubo un paso de ahí a que, en 2003, algunos jóvenes radicales, en nombre de la religión, comenzaran a actuar violentamente en Al Anbar contra los chiíes; en la década anterior Sadam les había animado a hacer más o menos eso mismo.

Así las cosas, ¿quién es el próximo? Si yo fuera turco y viviera en Estambul o en Ankara, estaría muy preocupado al tener la violencia de Al Qaeda ante mis mismas puertas. Estambul, por supuesto, ya ha sufrido ataques de la organización, pero no son nada comparado con lo que podría acechar en el horizonte. El primer ministro Recep Tayyip Erdogan ha permanecido incómodamente cerca de quienes financian a Al Qaeda. Turquía también ha apoyado bastante alFrente Al Nusra y quizá incluso al Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL) mientras atacaran a los kurdos laicos de Siria. Ahora, tras meses de negarlo, parece que un atentado suicida en Reyhanli, del que el Gobierno turco culpó al régimen sirio, fue en realidad obra de la oposición siria vinculada a Al Qaeda.

El Gobierno turco puede haber creído, como antes hicieron los saudíes, los iraquíes, los paquistaníes y otros, que podían dirigir a Al Qaeda o a sus compañeros de viaje contra sus enemigos estratégicos. Se equivocaban. Cuando Al Qaeda llegue a Turquía, este año, el próximo, o en 2016, los turcos deberán comprender que, en la práctica, quien la invitó no fue otro que Recep Tayyip Erdogan.

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