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Michelle Malkin

Berkeley contra Estados Unidos, otra vez

¿Relajarse y dejar que Berkeley sea Berkeley? Nunca más.

Los maltratadotes de soldados de Berkeley están de nuevo en marcha. Pero esta vez el resto de Estados Unidos ha contraatacado. Mensaje a la Costa Izquierda: ya no estamos en los sesenta.

El pasado 29 de enero, el ayuntamiento de Berkeley aprobó varias medidas cuyo blanco era la única oficina de reclutamiento de marines que queda en la ciudad. Las brujas pacifistas de Code Pink llevan meses montando piquetes en el centro. El pasado otoño causaron destrozos en las instalaciones  al estrellar un cartel en el que se leía asisinato (sic) contra las ventanas de la oficina militar. En lugar de tomar medidas para defender el derecho de propiedad de los reclutadores, el consistorio y el alcalde votaron para sabotear aún más las instalaciones. Concedieron a Code Pink privilegios especiales de aparcamiento frente al lugar de trabajo de los marines con el fin de facilitar sus protestas (y también les dejaron emitir ruido por encima de los límites acústicos permitidos por la ley durante seis meses).

En el hogar del movimiento por la libertad de expresión, las turbas de la paz y el amor abusaron del poder del Estado para intentar expulsar a los marines de la ciudad. Comenzaron con cambios en el plan de urbanismo para tratar a los centros de reclutamiento como si fueran sex shops. Instaron a los residentes a seguir interponiendo obstáculos a la labor de los reclutadores. No importa que para la ley federal sea delito obstruir de forma voluntaria el reclutamiento o el alistamiento en Estados Unidos. Por si eso no bastara para hervirnos la sangre lo suficiente, los habitantes de Berkeley presionaron a las tropas votando a favor de enviar una carta al Cuerpo de Marines de los Estados Unidos tildando a éstos de "intrusos no invitados e incómodos”.

El vídeo de la reunión del consistorio muestra a los concejales llamando a los marines "gangsters personales del presidente" o "asesinos entrenados", conocidos por sembrar "la muerte y la destrucción... y la mutilación". Un edil se quejó de que nuestros propios hombres y mujeres de uniforme fueran responsables de un "karma horrible". El alcalde, Tom Bates, se ofreció a "ayudar" a evacuar a los marines.

Pero claro, siguen sosteniendo que no están en contra de las tropas, sólo contra las políticas del presidente Bush.

Tan solo un miembro del consistorio, Gordon Wozniak, se opuso a las medidas a favor de Code Pink, indicando que el ayuntamiento estaba rompiendo a propósito las reglas, proporcionando los medios para un enfrentamiento entre la población y la oficina de reclutamiento, y "manifestando favoritismo". Su moción fue derrotada por ocho votos contra uno. La cofundadora de Code Pink Medea Benjamín y sus acólitos se recrearon de la votación presentándose en el centro de reclutamiento para echar sal sobre la herida: "Somos las defensoras de la democracia, las guardianas de la Constitución. Si no fuera por gente como los habitantes de Berkeley, que defienden aquello en lo que creen, estaríamos viviendo bajo Hitler”. Los vándalos volvieron a causar daños al centro de reclutamiento, esta vez con una pancarta de huellas ensangrentadas que extendieron por toda la cristalera mientras los reclutadores intentaban hacer su trabajo.

En otra década, Berkeley se hubiera ido de rositas tras este pulso intolerante, antiliberal y antiamericano. Pero en la era de Internet, el debate radiofónico y YouTube, las noticias sobre el acoso en Berkeley se extendieron como el fuego. Y la ciudadanía de todo el país no estaba dispuesta a mirar para otro lado. Move America Forward, radicado en San Francisco y dirigido por la activista conservadora y presentadora radiofónica Melanie Morgan, puso en marcha una petición online protestando por las medidas del consistorio municipal. El senador republicano por Carolina del Sur Jim DeMint maniobró mientras tanto para privar a Berkeley de una asignación presupuestaria de tintes políticos valorada en 2 millones de dólares.

También la asociación de veteranos Legión Americana se movilizó. Su comandante nacional, Marty Conatser, criticó las votaciones del ayuntamiento de Berkeley: "La Legión no solamente condena esta acción por parte del consistorio sino que también cree es necesaria una disculpa sincera a todos los marines, anteriores y actuales... Lo que hacen estos reclutadores es esencial para nuestra seguridad nacional. Sin reclutadores no tenemos ejército. Y no creo que podamos contar con los hippies de Berkeley para proteger esta nación cuando se vea atacada. Tienen que recordar que los marines no son el enemigo; lo son los terroristas."

Tras sentir la presión, no sólo procedente de veteranos, familias de militares o partidarios de las tropas fuera de Berkeley, sino también de sus propios ciudadanos avergonzados, el consistorio se está rindiendo parcialmente: la semana que viene, dos miembros del consistorio propondrán retirar la desagradable carta y los privilegios de Code Pink. Una pequeña luz se encendió en la cabeza de la presidenta del consistorio, Betty Olds: “Creo que no deberíamos ser vistos por todo el país como gente que odia a los marines."

Demasiado tarde. El "horrible karma" de la ciudad es completamente evidente para todo el mundo. ¿Relajarse y dejar que Berkeley sea Berkeley? Nunca más.

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