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Michelle Malkin

Decapitad a quienes insulten al islam

Nunca es culpa de los que enarbolan la espada, los que decretan fatwas, los que provocan incendios o los sedientos de sangre. Siempre es culpa de los "extremistas" occidentales. Nunca es culpa de los "moderados" seguidores de la Jihad.

Norma 11 de la Guía de Etiqueta del Jihadista: nunca salgas de casa sin tus cerillas, tus monigotes colgantes y tus pancartas de amenazas de muerte. Nunca sabes cuándo las vas a necesitar.
 
En Pakistán, los religiosos seguidores de la guía jihadista han descubierto esta semana un nuevo pretexto para otra hoguera antioccidental: la imposición del rango de caballero al escritor Salman Rushdie en Gran Bretaña. Grupos musulmanes están prendiendo fuego a efigies de la Reina Isabel y de Rushdie. La bandera británica arde. La Religión del Ultraje Perpetuo ataca de nuevo.
 
No es simplemente algún desconocido portavoz de "una minoría reducida" el que tiene objeciones al nombramiento de caballero de Rushdie y que encabece los renovados llamamientos a la muerte de Rushdie y la subyugación de Gran Bretaña. El ministro de asuntos religiosos de Pakistán, Mohammed ljaz ul-Haq, se lamentaba: "Si alguien se inmola, se considerará justificado ¿cómo combatir cuando aquellos que cometen blasfemia son recompensados por Occidente?" Dice que fue malinterpretado, pero el mensaje es tan alto y claro como los demás de las infames pancartas que enarbolaban los musulmanes británicos a lo largo de la conflagración del año pasado con motivo de las viñetas danesas:
 
"Decapitad a aquellos que insultan al islam. Masacrad a aquellos que insultan al islam. Haced pedazos a aquellos que ridiculizan al islam".
 
El ministro de asuntos parlamentarios de Pakistán, Sher Afgan Jan Niazi, se sumaba: "Exijo que el gobierno británico retire el título inmediatamente, puesto que está generando odio religioso". El lunes, el Parlamento de Pakistán aprobaba unánimemente una resolución "deplorando el honor como un insulto abierto a los sentimientos de los 1.500. millones de musulmanes en todo el mundo". El muftí Mohammed Bashir-u-Din, Gran Muftí de Cachemira, no escatimó palabras: "A causa de su blasfemia, Salman Rushdie sigue siendo un apóstata y un agresor contra el islam, y el castigo para tales ofensas es la muerte". Lord Ahmed, el primer miembro musulmán británico de la Cámara de los Lores, culpaba a Rushdie de la violencia pasada y de la violencia que se avecina: "Este hombre no sólo provocó violencia en todo el mundo por sus escritos, sino que hubo muchas personas que perdieron la vida en todo el mundo... Perdonar y olvidar es una cosa, pero honrar al hombre que tiene sangre en sus manos, más o menos, a causa de lo que hizo, creo que es ir demasiado lejos".
 
¿Más o menos? Sí, ya ve, siempre es culpa de quien es acusado de insultar. Nunca es culpa de los que enarbolan la espada, los que decretan fatwas, los que provocan incendios o los sedientos de sangre. Siempre es culpa de los "extremistas" occidentales. Nunca es culpa de los "moderados" seguidores de la Jihad.
 
Los que no quieren ver ni oír desecharán este episodio más reciente de ultraje musulmán prefabricado como un estallido marginal. Pero Rushdie, el objetivo de amenazas de muerte que se remontan a 1988 a causa de su libro "Los versos satánicos", ha visto suficientes escenificaciones del Teatro de la Jihad como para tomar las oportunas precauciones. Ha solicitado protección policial después de que un grupo iraní ofreciera una recompensa de 150.000 dólares por su cabeza. Forouz Raja'ee-Far, secretario general de la sede central del Movimiento Mundial para el Recuerdo de los Mártires del Islam, ofrecía el premio porque, después de todo, "es obligación de todos los musulmanes matar a Salman Rushdie incluso si se arrepiente de corazón y se convierte en el hombre religioso del momento".
 
¿Qué tiene que decir el Consejo de Relaciones Americano-Islámicas? Su página web tiene una sección "incitement watch" y "action alerts" para su (cada vez más reducido número de) miembros. Pero a fecha de la tarde del martes, ni una coma sobre la incitación al odio y la violencia contra Rushdie. Eventualmente se pronunciarán de manera hipócrita en favor de La Religión de la Paz, pero no olvide la norma 5 de la guía de etiqueta del jihadista: "Puedes mentir si haces esto por la Jihad".
 
Funcionarios del gobierno paquistaní lloriquean por la necesidad de "comprensión interreligiosa" y sensibilidad. En Washington para consultas con la administración Bush, el ministro de exteriores de Pakistán Jurshid Kasuri murmuraba: "Cuando hablamos de un mundo globalizado, tenemos que ser sensibles hacia las preocupaciones del otro". Como sabe cualquiera con los ojos abiertos, a través del veredicto de Rushdie, los mortales disturbios de las viñetas de Mahoma, los llamamientos a decapitar al Papa, Oriana Fallaci, Ayaan Hirsi Ali y los valientes apostatas ex musulmanes de todo el mundo, la "sensibilidad" en el mundo jihadista es una calle de un solo sentido y sin salida.
 
© 2007, Creators Syndicate Inc.

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