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Michelle Malkin

Sin piedad con Johnny Yihad

Lindh permaneció sentando y en silencio ante el funcionario estadounidense de la CIA Mike Spann , esto es, eligió de manera desafiante no relatarle los inminentes planes de revuelta de los talibanes en los que resultó muerto el propio Spann.

Cada mes de diciembre la izquierda organiza un festival de solidaridad con el yihadista estadounidense John Walker Lindh (alias Suleiman al-Faris, alias Abdul Hamid) capturado durante el ataque a Afganistán en 2001. Cada Navidad, durante los cuatro últimos años, el aliado de los talibanes y sus padres han solicitado la amnistía al presidente Bush. Pero me temo que este país debería reservar sus lágrimas y su misericordia para los defensores de la libertad.

Cuanto más nos alejamos de los ataques del 11 de septiembre, más difuso se vuelve nuestro recuerdo del caso Lindh. Los siempre comprensivos periodistas han vuelto a escribir diversas noticias donde suscriben la versión de que se trataba de un joven ingenuo e idealista sesentero que se vio sorprendido por casualidad "en el lugar equivocado, en el momento equivocado".

Otros, como el redactor de la revista Esquire, Tom Junod, le han declarado "inocente" y han lamentado que tenga que pasar su vida entre las rejas de un centro penitenciario de seguridad intermedia. Junod criticaba al Gobierno por prohibir a Lindh hablar en árabe (¡qué atrocidad contra los derechos humanos!), pero se olvidaba de que Lindh disfrutaba del privilegio de prepararse su propia comida, de trabajar en la biblioteca y de rezar hacia La Meca). Junod insistió en que Lindh merece un mayor reconocimiento social por sus colosal perseverancia y porque tiene más mérito lo que "le costó llegar a Afganistán del que nos costó traerle de vuelta a Estados Unidos".

Querría recordar que Johnny Yihad luchó en Afganistán al lado de los terroristas. Su finalidad era matar a los estadounidenses y, desde luego, gracias a su perseverancia logró el objetivo. Reconoció ante el FBI que se había entrenado con Al-Qaida antes del 11 de septiembre y que integró el bando talibán justo después de que los partidarios de Osama bin Laden asesinaran a 3.000 de sus compatriotas. Asimismo, escribió una carta a su madre donde expresa su apoyo al atentado del USS Cole que costó la vida a 17 marineros y, pese a que su padre negó taxativamente que se hubiera sublevado contra Estados Unidos, él sí admitió que su rifle se le averió en el frente a la altura de Takar.

Finalmente, el 25 de noviembre de 2001, al ser capturado y conducido a la prisión de Qala-i-Jangi para ser interrogado, Lindh permaneció sentando y en silencio ante el funcionario estadounidense de la CIA Mike Spann , esto es, eligió de manera desafiante no relatarle los inminentes planes de revuelta de los talibanes en los que resultó muerto el propio Spann. ¿Quién merece mejor reconocimiento por su perseverancia? ¿El saboteador o el defensor de la libertad de los Estados Unidos?

La familia de Mike Spann visitó la prisión tras su asesinato y hablaron con médicos afganos que nunca olvidarán su valentía. Según relataba el padre de Spann:

Los médicos nos dijeron que su primera impresión fue que Mike se escondería en un lugar seguro, pero mantuvo su posición y luchó utilizando un rifle AK hasta agotar toda la munición; después recurrió a su revólver y, finalmente, peleó a mano descubierta hasta que se vio desbordado por el gran número de talibanes. La única razón por la que, según ellos, fueron capaces de sobrevivir es que Mike mantuvo su posición, se enfrentó a los presos y ganó un tiempo precioso que ellos utilizaron para resguardarse.

El auténtico héroe de Estados Unidos es Mike Spann, quien no podrá preparar la cena a su viuda y a sus tres hijos pequeños. Mike Spann ya no puede descansar tranquilamente leyendo un buen libro, ni ir a la Iglesia con su familia. Recemos por Spann para mostrar a sus seres queridos la compasión y la gratitud que merecen. Y que el traidor estadounidense John Walter Lindh se pudra en el infierno.

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