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Miguel Ángel Quintanilla Navarro

¿De qué urnas habla?

Se trata ahora de defender la ley, el derecho a ser vasco no nacionalista, que es lo que el Plan Ibarretxe niega, y lo que se suponía que el PSOE defendía

Zapatero ha reiterado su ceguera sobre el Plan Ibarretxe: no entiende que se proceda de ese modo, porque el Plan es cosa del pasado, como el PP. Lo afirmó hace unos meses, poco antes de recibir a Ibarretxe en La Monkloa: el momento político es otro y el Plan ha perdido "su fuerza y su sentido". Había que explicárselo a Ibarretxe de buenas maneras y lo entendería. El Plan era una reacción comprensible frente a las agresiones del gobierno del PP y ahora gobernaba el PSOE; Ibarretxe retiraría su Plan, a fin de cuentas es un demócrata ejemplar. Había vuelto la democracia, todo volvería a la normalidad. Ya no había motivo.
 
Zapatero no entiende nada, y por eso se permite decir que hay que hablar y que deben ser las urnas las que derroten al Plan. No entiende que en el País Vasco ya no hay urnas, que pide a los vascos demócratas, muchos en su propio partido, que se enfrenten solos a ETA y al PNV, que "hablen" con ellos y les expliquen las cosas, el diálogo lo puede todo; no entiende que aun en el caso de que el Plan fuera aprobado por todos los vascos menos uno, este votante heroico merecería nuestro apoyo, y el Plan seguiría siendo nauseabundo porque legaliza el asesinato de los que votan "no".
 
Se trata ahora de defender la ley, el derecho a ser vasco no nacionalista, que es lo que el Plan Ibarretxe niega, y lo que se suponía que el PSOE defendía. Ese derecho no es discutible, no se puede negar por la mayoría. Se trata de no abandonar a nuestros compatriotas vascos, que están siendo objeto de una persecución implacable por sernos fieles; de tener clara media docena de cosas: que debemos hacer honor a la palabra dada cuando aprobamos el Estatuto vasco porque España es la única garantía de lo vasco, y los demócratas vascos representan hoy lo mejor de España; que la democracia no es un sistema que legaliza cualquier cosa por mayoría, sino sólo las que son compatibles con los derechos de las minorías y según los procedimientos consensuados; que sólo habrá elecciones libres en el País Vasco diez o quince años después de que ETA y los suyos estén en la cárcel; que ETA no puede votar; que Atutxa probablemente debería estar procesado; que Ibarretxe ha presentado un plan para la muerte de algunos que puede ser la muerte de todos porque legaliza el asesinato como medio de expresión, y Zapatero lo despenaliza, lo legitima como "propuesta sobre la que hablar" y cree que sería válido si lo vota el 51 por ciento de los vascos en unas elecciones a las que no pueden concurrir los líderes de la oposición porque han sido asesinados; que resistir a ese Plan es una obra de justicia, una defensa de la libertad amparada por la verdad y llena de bondad; que la facultad propia del poder ejecutivo no es "hablar de las cosas" sino el estar legitimado y obligado a defender la legalidad; ¡que no hay democracia en el País Vasco y por eso hay Plan Ibarretxe, y que el Gobierno es el principal responsable de hacer que la haya¡.
 
Pero no puede hacerlo porque su diagnóstico sobre España es la coartada del nacionalismo: el PP es el franquismo y la Transición fue una farsa que hay que desenmascarar. Ahora es el momento. Si comienza a negar esto se queda sin programa; si lo afirma, como hasta ahora, es imposible que rechace el Plan, salvo porque ya no gobierna el PP...ni gobernará más. ¿No ve que no puede legitimar al Parlamento español si deslegitima al único partido de la oposición? ¿Cómo piensa convencer al PNV de que las Cortes merecen respeto, si no ha habido Transición? No hay solución. Sólo la esperanza de que el electorado socialista esté por encima de sus dirigentes y los envíe al lugar del que nunca deberían haber salido. Sólo la esperanza de que sea verdad que este Gobierno fue elegido para cinco minutos y que ya han pasado diez.

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