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Miguel del Pino

Aviones sin aeropuerto

No los encontrará este año una de las colonias madrileñas ya que han destruido sus nidos que tradicionalmente visitaban en la estación de Chamartín.

No los encontrará este año una de las colonias madrileñas ya que han destruido sus nidos que tradicionalmente visitaban en la estación de Chamartín.

El avión común (Delichon urbica) es un pájaro muy parecido a la golondrina aunque algo más pequeño y de más modesto colorido. Como ella, muestra un diseño perfecto para el vuelo acrobático y es capaz de caturar toda clase de insectos voladores mentras planea, gira en el aire y forma bandadas voladoras que admiran por sus quiebros y piruetas.

Muy sociables tanto en la caza como al nidificar, forman colonias de cría construyendo pequeños nidos de barro casi esféricos con un orificio en la parte superior. Son migradores y vuelven al llegar el calor para reparar sus viejos nidos de la pasada temporada.

Nidos destruidos de manera sistemática

No los encontrará este año una de las colonias madrileñas, ya que, en una injustificable acción que será recurrida judicialmente por la Sociedad Española de Ornitología, una empresa conservadora de instalaciones ferroviarias ha destruido sus nidos, que tradicionalmente visitaban en la madrileña estación de Chamartín.

Parece que al menos un tercio de la totalidad de la colonia madrileña se ha quedado sin nidos, y que la protesta muy dolida por parte de medios ornitológicos ha llegado antes de que terminara la labor destructora. Por el momento ha conseguido frenarla, pero ciento cincuenta nidos demolidos, es decir, uno de los tres grupos principales de la colonia, es el resultado de una verdadera sinrazón, al parecer autorizada.

La empresa encargada del mantenimiento de las instalaciones parece tener las espaldas cubiertas por una autorización de los servicios de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, de manera que siguiendo la pista, los ornitólogos se han encontrado con un alto funcionario responsable de la misma. Una vez más nos escandaliza la falta de sensibilidad ante la Naturaleza de quienes la controlan desde el sillón de un despacho.

Las razones aducidas no pueden ser más peregrinas. Se ha dicho que la caída de estas pequeñas construcciones de un barro que se disgrega con gran facilidad, podrían ¡matar a alguien! , o que amenazaban por ser focos de alergia para alguno de los trabajadores. Sobran los comentarios ya que se trataría del primer accidente de este tipo ocurrido en el mundo. ¿Unos gramos de barro disgregado, causando un accidente grave?

Comunican los medios ornitológicos que parece que nos encontramos ante una orden irreflexiva dada por alguien desconocedor de la importancia científica y práctica de las colonias de aves insectívoras. Cuando en plenos calores del verano los aviones y sus parientes próximos las golondrinas y los vencejos planean incansablemente limpiando el aire de millones de diminutos insectos, deberíamos reflexionar sobre la necesidad de conservar, o al menos de respetar sus colonias nidificantes y su extraordinaria habilidad de alfareros para construir sus delicadas vasijas de barro en hileras perfectamente delineadas.

La buena disposición mostrada por el gestor responsable ante las protestas de los ornitólogos parece un dato positivo. Si es consciente del error de su autorización y se frena la labor destructora de los operarios sobre el resto de la colonia, estaremos a tiempo de slvarla de la extinción. Cuando regresen los ejemplares desposeídos de sus nidos deberían encontrarse con medidas correctoras, como pequeños lodazales en el entorno que les permitan iniciar nuevas construcciones, moldeando el barro con su habilidad característica. Los aviones de Chamartín pasarían este verano por una verdadera "burbuja inmobiliaria".

No podemos permitirnos el error de acabar con los animales que nos resultan tán útiles en el control de plagas, en este caso insectos voladores, pero hay algo más: una verdadera razón cultural y una llamada a la sensibilidad y el buen sentido. Es hora de reclamar definitivamente protección para los bienes naturales tan sólo por el valor cultural que representan sin tener que recurrir necesariamente a razones de utilidad.

¿Seríamos capaces de destruir una biblioteca por si un libro se cae de su estante sobre la cabeza de un visitante o por si sus vetustas páginas le producen alergia a alguien? No es necesario la reducción al absurdo. Sensiblemente las razones aducidas por los gestores de la Comunidad no son de recibo.

Formidables destructores de insectos

Tras apoyar sin restricciones la protesta de los ornitólogos, no dejaremos de recrearnos en una rápida observación de estas aves maravillosas. Los aviones comunes semejan pequeñas golondrinas, con visible obispillo y vientre blancos y cola corta y ahorquillada. La parte superior es negro intenso con bellos reflejos azulados.

Mientras cazan volando los aviones pueden emitir cantos y sonidos de alarma muy penetrantes, menos variados que los de la golondrina común. Sus colonias viven en el campo abierto, pero también aceptan la compañía del hombre y forman colonias nidificantes en pueblos e incluso grandes ciudades. En Madrid son importantes y bien estudiadas la de la fachada este del bello edificio neomudéjar que es la Plaza de Toros de las Ventas y de la estación de Chamartín, diezmada ahora por el lamentable error del que nos venimos lamentando.

Construyen sus nidos contiguos unos a otros adosados a los ánugulos entre la pared y el techo de fachadas, vigas o paredes; se trata de esferitas de barro con una entrada superior y tapizadas internamente de plumas y pajitas. En este caso no han visto su destrucción, ya que todavía están invernando, en Africa subsahariana o en el sur de Asia.

Ante la destrucción parcial de la colonia de aviones de la estación de Chamartín creemos encontrarnos ante un error producto de la falta de reflexión. Estamos a tiempo de repararlo.

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