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Miguel del Pino

Bailan las ballenas

La impresionante biodiversidad de las aguas del Mar de Ross supone una verdadera tentación para algunos países.

También deben alegrarse los Pingüinos de Adelia, las Orcas, los Pingüinos emperador y tantas otras especies antárticas que ven convertidos sus últimos reductos en un santuario de la naturaleza.

La nueva zona de protección integral con que cuentan las heladas latitudes antárticas es el llamado Mar de Ross, en referencia al capitán ingles James Cook Ross, quien el año 1841 exploró estas aguas tratando de encontrar una vía que le condujera, para gloria científica de su país, hasta el polo Sur magnético.

No consiguió su objetivo al encontrarse con una gigantesca barrera de hielo que también se conoce con su nombre. El Mar de Ross es una bahía en contacto con la costa antártica, entre las Tierras de Victoria y Menc Byrd, al sur de Nueva Zelanda.

Tanto este espacio marítimo como la gran barrera de hielo son refugios vitales para una gran riqueza faunística que podría alcanzar las diez mil especies, incluyendo como es lógico las algas y los invertebrados. La cadena alimentaria conduce de las algas al krill y de éste a las Ballenas Minke, mientras focas y pingüinos tienen que temer la voracidad de las famosas orcas, que se aventuran hasta estas latitudes.

Nueva Zelanda lleva décadas reivindicando estas tierras y estas aguas heladas, pero la comunidad internacional no reconoce esta solicitud, dado el Protocolo Antártico que ampara al continente helado e impide su explotación. La presencia de bases en la Antártida queda reducida a proyectos de investigación científica.

La impresionante biodiversidad de las aguas del Mar de Ross supone una verdadera tentación para algunos países que se sienten atraídos por ella, especialmente por la posibilidad de encontrar pesquerías tan ricas como las de los Bancos del Gran Sol, en el norte. En este caso el Bacalao austral sería una de las especies más cotizadas.

Los misterios que puedan albergar estas aguas atraen a los científicos que ahora ven con gran optimismo el reciente acuerdo para la protección integral del Mar de Ross que han alcanzado 24 países además de la Unión Europea en su conjunto, lo que por tanto implica también a España.

La permanente reivindicación de titularidad por parte de Nueva Zelanda a que antes aludíamos no era el único impedimento para que esta zona fuera protegida. La negativa de Rusia a aceptar la inclusión del Mar de Ross como santuario integral de la biodiversidad era el gran problema, que acaba de superarse al declinar el gran país su postura negacionista.

Las Ballenas Minke son las criaturas más espectaculares a la hora de valorar las consecuencias positivas de la protección de estas aguas. Al llegar a sus santuarios del Gran Sur las ballenas bailan en grupos presagiando su época de reproducción, y la pesca en estas aguas sería letal para su supervivencia, así que volvemos al viejo lema ecologista de los años ochenta con aquello de "salvad las ballenas" que tantas conciencias movilizó en los comienzos de dicho movimiento.

Los Pingüinos emperador están también de enhorabuena. Los machos podrán esperar con paciencia infinita la vuelta de las hembras cargadas de comida mientras ellos sostienen en sus patas a sus resistentes polluelos. El célebre documental El viaje del Emperador asombró al mundo de los amantes de la naturaleza con ésta y otras similares aventuras zoológicas de las tierras heladas del Sur.

Por una vez podemos lanzar las campanas al vuelo ante una noticia de corte naturalista no sólo por sus consecuencias para la fauna, sino también por demostrar que tantos y tan diversos países son capaces de ponerse de acuerdo para defender una causa de este tipo tan idealista.

El protocolo de protección del Mar de Ross se extenderá por espacio de 35 años. El área restringida a toda actividad de explotación económica, la pesca entre ellas, ocupa una extensión comparable a tres veces la Peninsula Ibérica.

En el pasado 1841 el Capitán James Clark Roos no consiguió llegar hasta el Polo Sur por no poder superar el obstáculo que para sus barcos de tres palos era la gran barrera de hielo que se les opuso, pero su memoria queda esta semana honrada por el reconocimiento internacional a la importancia biológica de las aguas de la Bahía que descubrió.

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