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Miguel del Pino

El señor del Bosque

el oso puede atacar al hombre pero de hecho hay muy poco que temer de él tomando unas mínimas precauciones.

Así llamó Félix Rodríguez de la Fuente al oso pardo español (Ursus arctos), que en su época estaba aún más amenazado que ahora. En algunos aspectos vamos mejorando en nuestra nota como cuidadores de las especies ibéricas en peligro.

Hace tan sólo unas décadas, todavía podían darse en España casos tan tristes como la exhibición en la plaza del pueblo de algunos de los últimos ejemplares de oso pardo español abatido por un furtivo que no sólo no se retraía al contar su hazaña, sino que la mostraba a título de gloria. Aún recordamos al oso llamado "El Rubio", por su pelaje extremadamente claro, cuyos despojos se mostraron en la localidad de Brañosera.

Lamentablemente es imposible descartar nuevos ataques del hombre al oso, como el ocurrido en fecha reciente en el Pirineo español, cuando un hombre armado se asustó ante lo que creyó que era el ataque de una osa y reaccionó disparando, pero las cosas han mejorado mucho y es justo reconocerlo.

Naturalistas en acción

La asociación llamada FAPAS ha tenido mucho que ver en el cambio de mentalidad de los paisanos de la montaña asturiana en relación con la presencia del oso, y muy particularmente su presidente, el naturalista Roberto Hartasánchez. Trabajando sin alardes, poco a poco y con gran eficacia, el FAPAS (Fondo Asturiano para la Protección de los Animales Salvajes) ha ido consiguiendo este verdadero milagro: se ha pasado de odiar y perseguir al oso a estar orgullosos de su presencia.

No ha sido fácil de conseguir, y por ello Roberto fue galardonado con el premio Panda de oro, al cumplirse cincuenta años de la presencia en España de la organización WWF, antes conocida por las siglas ADENA. Fapas trabajaba en varios apartados, todos presididos por el sentido común: allí donde los osos podían suponer un peligro para la ganadería o para los frutales y las colmenas, se consiguió establecer reservas en las que se plantaban frutales o se levantaban colmenas especialmente situadas para que los osos no tuvieran que bajar a latitudes más próximas a las viviendas humanas, al tiempo que se trabajaba para agilizar la política de indemnizaciones a los agricultores o ganaderos afectados por el voraz apetito del plantígrado.

El indudable carisma del magnífico animal aportó el resto necesario para que todos aquéllos que conviven con el oso resulten atraídos por el indudable carácter totémico del animal que debe de estar impresionando a nuestra especie desde la prehistoria; además, teóricamente el oso puede atacar al hombre pero de hecho hay muy poco que temer de él tomando unas mínimas precauciones.

Empujado siempre por la presión del hombre, el oso pardo europeo ha desaparecido de la mayor parte de los países del continente y se ha refugiado en las montañas en aquéllos en que ha conseguido sobrevivir, como en nuestra Cornisa Cantábrica y en particular en Asturias. Entre las cualidades que le hacen impresionante a los ojos del hombre figura su capacidad de erguirse y caminar en pie, aunque se trate de un verdadero plantígrado. Puede alcanzar una longitud de 1´70 a 2 metros en lo que se refiere a la raza pirenaica, peor en zonas más norteñas de su distribución, como los Cárpatos y sobre todo, Alaska, el tamaño llega a superar los 3 y hasta los 4 metros. En posición cuadrúpeda la altura a la cruz es de casi un metro, y el peso de nuestros ejemplares cantábricos oscila entre los 80 y los 250 kilos: realmente un animal formidable

El viejo Billy

El color del oso es extraordinariamente variable, siempre dentro de la gama de los pardos y castaños, como las hojas otoñales de los bosques en que habita. Recuerdo en este momento a "Billy" que vivió muchos años en la vieja Casa de Fieras del Retiro y que se mostraba casi a la entrada del recinto en una gran jaula de contorno semicircular comunicada con una habitación de paredes forradas externamente por piedra caliza. Era considerado el record de la especie en cuanto a tamaño, y su color castaño oscuro le hacía inconfundible. Muchos madrileños recordarán todavía el cartel que rezaba "Tened precaución y no pasar la verja, oso gris muy peligroso".

El viejo Billy fue uno de los afortunados que pasaron de la Casa de Fieras al Zoo de la Casa de Campo, al inaugurarse éste en el año l972. Existía un verdadero abismo entre su jaulón anterior y el amplio recinto en el que fue alojado junto a un grupo de ejemplares jóvenes con los que nunca quiso relacionarse; como un serio anciano se limitó a conquistar la parte más alta de su gran recinto y allí murió plácidamente años más tarde. No podemos asegurar que su origen fuera ibérico, pero desde luego así ha pasado a la particular historia del Zoo.

Ahora, en pleno invierno, la mayoría de los osos duermen un dulce sueño en la osera que ellos han habilitado previamente con el mayor cuidado, llegando a acolcharla con materiales vegetales blandos y a camuflar con ramas la entrada. No olvidan excavar una mullida cama y allí permanecen con breves descansos en los que salen sólo para sus necesidades fisiológicas. No es un letargo total, sino simplemente un largo sueño.

Y durante este periodo las hembras dan a luz a sus retoños, increíblemente pequeños en relación con su tamaño. Cuando al acabar el invierno asomen sus graciosos rostros por la entrada de la osera nadie podría imaginar que al nacer, ciegos y sin dientes, apenas sobrepasaban los cuatrocientos gramos de peso.

Como es lógico un animal tan formidable puede ser un magnífico depredador, pero también entran en la alimentación del oso multitud de productos vegetales, como bulbos y bayas, y manjares como la miel, ante los que se muestra como un verdadero sibarita. Ni los insectos ni los micromamíferos son desdeñados, aunque sea como un sencillo aperitivo.

Podríamos seguir escribiendo sobre esta joya de la fauna ibérica con mucha mayor extensión, pero lo que queremos destacar, posiblemente por el influjo del llamado espíritu navideño, es la excelente noticia de que en estos momentos la raza ibérica del oso pardo parece salvada de la extinción, y que ello ha sido posible gracias al trabajo de muchos naturalistas de verdad, de los que construyen en lugar de destruir, como ha hecho tan magníficamente el FAPAS o en estos momentos la Fundación Oso Pardo.

Deseamos a todos unas felices Navidades, o al menos que éstas sean tan apacibles como el dulce sueño de nuestros queridos osos.

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